Estimada: agradezco tu mail y doy por recibida tu “gran preocupación” porque “yo y otros como yo” estamos “quedándonos rezagados en la historia”. Debo insistir en que no formo parte de ningún grupo o asociación. Por tanto sólo puedo hablar por mí. Ignoro a quiénes te refieres con los “otros como yo”. Sean quienes fueren, que ellos respondan por sus actos, como yo por los míos.
Creo que en tu apreciación hay gran confusión. La gente, aunque sea solamente entusiasta, tiene todo mi respeto y mi apoyo. Eso no quiere decir que automáticamente apoye a tal o cual candidato. Si se es sincero con aquello de “abajo y a la izquierda” se comprende que lo de “arriba”, aunque esté a la izquierda, o se diga estarlo, es por definición algo distante y diferente. Por estar arriba tiene más similitud y hasta hermandad con lo de arriba que con lo de abajo. Esto es lo que afirmaron los zapatistas y merecieron la exclusión.
No cabe duda que hay momentos en la historia que lo de abajo irrumpe en lo de arriba y lo trastoca todo. Se trata de revoluciones, no de primaveras. Pero eso sucede cada vez con menos frecuencia. Lo que actualmente hay son correas de transmisión corporativas entre lo de arriba y lo de abajo. Eso, si acaso, aspira a reformas, a primaveras pues. Por supuesto que dadas las actuales circunstancias, hasta las reformas se perciben como lo mejor, lo más deseable. Sin embargo, las reformas tan sólo son eso: no cambian nada pero ofrecen modos que vuelven más tolerable lo que de otra forma sería imposible de tolerar.
Reconozco que este “espíritu reformista” se vive de distinta manera entre la gente en general y los grupos políticos en particular. Para los primeros se vive como victoria, para los segundos como certeza de respaldo electoral. En lo personal, mis simpatías y apoyos están con los primeros, no necesariamente con los segundos. Me verás allí donde prevalezca la gente sobre los políticos. No al revés.
Pero como se trata de “espíritu reformista” me parece indispensable no renunciar al espíritu crítico, y sobre todo no confundir la experiencia de abajo con la de arriba. De lo contrario, la posibilidad de un mundo mejor se agota en “grados de tolerancia” hacia lo mismo por imposibilidad de en verdad cambiarlo.
La crítica, en mi opinión, ha de ser contundente cuando se trata de derechas o “centro derechas”. Pero no puede serlo menos para la autodenominada izquierda desde arriba. Contra ella, además, la crítica ha de ser vigilante. No puede darle descanso ni permitirle el más mínimo error o abuso. De lo contrario, se incurre en traición por acomodo; traición a la utopía, acomodo en la visión reformista de la realidad.
Espero que estas líneas respondan a tu inquietud y sean útiles para aminorar tu preocupación por “mi rezago”, que insisto agradezco.