viernes, abril 12, 2019

Como si

El titular del ejecutivo actúa como si quisiera ser autoritario, habla como si fuera de oposición, corrige a sus secretarios como si no fuesen parte de su gabinete, pontifica como si fuera teólogo, descalifica como si fuese la encarnación de la verdad, acuña conceptos y consignas tan flexibles como sus necesidades políticas requieren, pero resulta que es un presidente que parece ir en caída libre. No se halla y no halla. La realidad cobra sus facturas después de la fiesta y la resaca electoral. Honradez no es producción, orgullo nacional no es redistribución del ingreso, el optimismo no cambia el modo de producción, la mañanera no suplanta la terca realidad ni las leyes la determinan ni los decretos la cambian. Las nuevas mitologías no sustituyen por arte de magia a las antiguas ni las políticas de gobierno se vuelven por fe políticas públicas. Triste. No por el individuo, sino por el país, que lleva décadas inmerso en la explotación y el desamparo. Reconocer la triste realidad de este país que se dejó como herencia no da licencia para justificar los tanteos y yerros de este gobierno. Más que justificarlos en virtud del poco tiempo que tiene en ejercicio, habría que desear una rectificación temprana para que haya en rigor un sexenio acorde con las expectativas y deseos que en los votos del passado julio se cristalizaron. Porque votamos como si la democracia electoral en efecto fuese el camino adecuado para un cambio real en nuestro país (y no un cambio en el acento neoliberal, de los de arriba a los de abajo, como señala González Casanova). ¿Nos habremos equivocado?