miércoles, mayo 23, 2012

Juventud y expectativas


Una de las características más evidentes de todo movimiento social es mirarse de manera entusiasta y exagerada. No podría ser de otro modo. Los que participan en él sienten y viven una transformación cualitativa de sí mismos y del mundo que habitan. Sucede ahora mismo con los jóvenes: desde las muy vehementes advertencias de la posibilidad de una revolución si hay imposición hasta la “primavera” mexicana cuya inspiración es lo que pasó en países como Egipto. Diversos analistas, infectados con este virus, hablan de “un despertar”, y abundan los que le comparan con el 68. Me parece que hay motivo para tales obnubilaciones: el país, aletargado hasta la médula, se sacude bajo el impulso jovial y desenfadado de estos ciudadanos por derecho propio. Comparto la alegría y la expectación.
Sin embargo, al son de las veloces consignas que estos jóvenes construyen, cabe la duda. ¿Cuál es la eficacia de una postura moral frente al sistema capitalista como tal? Me parece que desde hace años la crítica política anda por este camino, en gran medida inaugurado por el zapatismo. No obstante, a diferencia del EZLN, cuyos argumentos morales tenían un claro fundamento político y en su caso militar,   las “moralidades” de hoy carecen de semejante sustento, y lo que es peor, prescinden deliberadamente de tal sustento. Cuando se escucha, por ejemplo, a los coordinadores de las respectivas campañas presidenciales de los tres partidos políticos más importantes, es evidente el uso correcto de las palabras, la precisión del discurso, la puntualidad de las exigencias en torno a la honestidad, la trasparencia, la información, el compromiso, etcétera, pero sin conexión alguna con la realidad que dicen querer cambiar o que dicen ver. Lo mismo pienso sucede con la exigencia de “veracidad” informativa de las cadenas televisoras mexicanas hechas por los jóvenes. ¿La veracidad es compatible con el negocio? Porque seamos claros: para estas televisoras de lo que se trata es de acumular capital, y de ninguna otra cosa. Para ellos, la información es una mercancía más. De tal manera que llevada a su extremo, la exigencia de veracidad tendría que ir vinculada a una postura política: la anulación de los contratos actualmente vigentes que otorgan a particulares bienes de la nación. Los bienes de la nación deben generar bienes públicos no privados. Sólo allí puede existir algún atisbo de veracidad.
Pienso en otras de las consignas en torno a la que se aglutina esta emergencia juvenil: no a la imposición. Por un lado, me parece extraordinario cómo en un país de manipulación masiva a través de los medios, esta idea, que se ha estudiado y demostrado en medios marginales, tenga tanta presencia entre estos jóvenes. Habría que estudiar y repensar la “manipulación” como tal. Pero por otro, lo cierto es que si de la ecuación se quitan nombres, es decir, se quita EPN y Televisa, lo que se tiene es político-empresa, o en otras palabras, política y lógica capitalista. Desde esta perspectiva, mucho más profunda y menos coyuntural, la “imposición” no es de un solo candidato ni de una sola empresa. Bastaría revisar los vínculos de la mayoría de las candidaturas a los diversos puestos de elección popular para darse cuenta de esta grave y ominosa vigencia.
Los ejemplos pueden multiplicarse con el fin de señalar algo que es fundamental. Lo que están llamando de manera muy entusiasta “primavera” tiene en efecto la posibilidad de transformar la realidad nacional, pero a condición de que pase de la indignación y la efervescencia a la ofensiva. No puede ocultarse ni olvidarse un hecho singular: el proceso electoral, particularmente el que tiene que ver con el poder ejecutivo, se está centrando mediática y socialmente en la oposición a un candidato, con el consabido riesgo de olvidar la realidad nacional llena de muertos, corrupción, desdén, represión. Y eso no es el resultado de la gestión del PRI exclusivamente. Es poco alentador que ahora sea cuando Calderón pueda respirar mejor y más tranquilo; tan es así que se siente con la fuerza suficiente de, en plena veda electoral, plantear “retos” a los candidatos a la presidencia de la República. Me parece que la profundidad y vigencia de la emergencia juvenil sólo se alcanzará si estos jóvenes son capaces no sólo de oponerse a un candidato sino de plantear una agenda radical a todos los candidatos a cualquier puesto electoral. Si lo logran en poco menos de un mes, entones, y sólo entonces, creo se podrá hablar de algo remotamente parecido a una “primavera”, y quizá entonces también puedan influir en el resultado de las elecciones de este 1 de julio de 2012. Y también quizá entonces pueda hacerse alguna comparación con lo sucedido en el 68, cuando 6 puntos de un pliego petitorio pusieron en jaque a un régimen porque dinamitaba el núcleo de su estabilidad.