viernes, junio 17, 2005

Ruido

Sentado tranquilamente, sin hacer nada,
Llega la primavera, la hierba crece.


A veces todo se vuelve tan ensordecedor que el mundo mismo parece estar constituido solamente de ruidos. Ruidos en las miradas, en las sonrisas, en lo que se platica. Se sabe que la costumbre es un bien invaluable para el hombre, pero se vuelve mortal cuando insensiblemente, “sordamente”, el ruido se torna costumbre. Entonces el ruido pierde su cualidad negativa y pasajera para convertirse en condición de vida. A veces el frenesí surge de allí, de la vida ruidosa. El vértigo como vano intento de solución a ese ruido. De pronto se cae al abismo, y lo último que se escucha es el inconexo ir y venir de lo que ya resulta ininteligible.

Parado aquí, en el borde del abismo, el suicida recuerda algunas palabras de su infancia. Es la voz de Kalimán que acostumbraba decir: “Serenidad y paciencia Solín”. Al repetirlas encuentra algo de silencio que trae a sus ojos lo escrito por William Blake al otro lado del abismo:

Para ver un mundo en un grano de arena
y un cielo en una flor silvestre
ten el infinito en la palma de la mano
y la eternidad en una hora.