lunes, octubre 04, 2010

Palabras de inauguración a Homenaje a Bolívar Echeverría en la FFyL

¿Por qué Ziranda?
Homenaje a Bolívar Echeverría en la
Facultad de Filosofía y Letras, UNAM
Isaac García Venegas
Entre febrero de 2003 y enero de 2004, en la revista Universidad de México, Bolívar Echeverría fue el autor de la columna llamada "Ziranda", que llamó poderosamente la atención por al menos dos razones. La primera, por su forma y contenido: su densidad y concisión inmediatamente hacen pensar en la tradición del aforismo combinada con los apuntes de un diario, que en más de un sentido recuerdan a Benjamin, a Adorno, a Canetti, e incluso a Cioran. Hasta donde sabemos, tal y como lo manifestó el propio Bolívar, aquella fue la primera vez que publicó escritos de esa índole.

La segunda razón fue por su nombre. El Diccionario de la Real Academia Española ofrece por todo significado el de “higuera”. Cuando pregunté a Bolívar al respecto, me comentó que la palabra refería también a un juego que en otros lugares se conoce como volantín. El juego consiste en resistir lo más posible la fuerza centrífuga que se genera cuando todos los participantes, asidos de cada una de las largas cadenas que descienden de un tubo central de altura considerable, se impulsan corriendo y luego, en virtud de semejante fuerza, vuelan por los aires. Para Bolívar ese juego es la metáfora perfecta del pensamiento. El vuelo del pensamiento sólo se es posible entre muchos.

La explicación tuvo la virtud de iluminar claramente tanto la intención de su columna como su contenido en extremo diverso, que va del cine a la lingüística, de la política a la cultura, del caciquismo al nazismo. Quien lo quiera comprobar puede consultar los números que van del 620 al 631 de la revista Universidad de México o en su defecto visitar la página electrónica que Javier Sigüenza hace y procura desde los tiempos en que fue asistente de Bolívar Echeverría.

En loor de quien hoy recordamos y de aquella explicación decidimos llamar a este homenaje “Ziranda”. Lo hicimos a sabiendas de que Bolívar no usó las palabras de manera trivial ni de manera irresponsable. En cierto modo concebimos este homenaje como un juego colectivo cuyo objetivo primordial es hallar, de manera conjunta, los alcances, las profundidades y las aristas de su pensamiento, es decir, si me permiten la metáfora, su trazo de vuelo que nos obliga a todos a elevarnos. Digo juego sin pasar por alto que él le otorgó un papel fundamental en el ejercicio cotidiano de “lo político” y de la cultura. Y también digo juego siendo plenamente consciente de lo que exige: flexibilidad, disposición, astucia y convivencia. En cualquier juego el dogma, el miedo y la intolerancia son lastres que privan los frutos del acto compartido. Para jugar hay que ser creativo, audaz, intuitivo, hábil e inteligente. Fue así como Bolívar se aproximó a Heidegger, a Marx, a la filosofía, a la cultura, a lo político y a la política, al arte, al pensamiento científico y social, y a la vida en general.

Obvia decir que este homenaje no tiene lugar dentro del júbilo que supone reunirse para jugar. Lo que nos trae aquí es una desgracia y la estela de dolor que nos dejó. La ausencia de Bolívar Echeverría se siente profundamente en los ámbitos y lugares esenciales de nuestra facultad y de la universidad: entre los estudiantes, entre sus colegas, entre sus amigos y amores; en los pasillos, en los salones de clase en que, como decía, lo ordinario se convierte en extraordinario, en los auditorios, en su cubículo, en la sala de maestros. El tiempo tan sólo parece esculpir con más precisión los contornos de su ausencia. Por eso, este homenaje es también y aunque no se quiera ni se pretenda un duelo compartido.

Pero no sólo ni principalmente. Creemos que es esencialmente el reconocimiento de las deudas que todos los aquí presentes tenemos con su pensamiento. Sin reclamar herencias ni reivindicarnos como sus discípulos dilectos, nos interesa promover la aproximación crítica a su obra. Y no podía ser de otra manera, puesto que entre otras cosas eso es lo que en todo momento enseñó Bolívar: la vigencia y necesidad del pensamiento crítico, un pensamiento que no cede ni concede a las camarillas ni a las cofradías. El suyo fue un pensamiento que promovía y exigía el diálogo incluso con quienes no compartían sus ideas. Por eso nos parece importante la participación, amplia y diversa, de quienes no sin dolor y/o poniendo a un lado la sentida y merecida reverencia, aceptaron compartirnos sus reflexiones sobre lo que en ella encuentran antes que en su persona.

Pensamos que este homenaje no nos dará ni una pizca de felicidad, pero sí nos permitirá la satisfacción de quien al recordar vuelve a pasar por el corazón y la mente la densidad crítica de una inteligencia preclara que no sucumbió a modas ni hizo concesiones a la barbarie del capitalismo ni a esa aviesa perspectiva que se obstina en confundir el acto burocrático con el saber universitario. Esto último, dicho sea de paso, de suma importancia ahora que nuestra universidad cumplió 100 años de existencia.

En suma, somos de la opinión que este evento, uno de muchos que ya se dieron y que tendrán lugar en los meses venideros, puede ser un buen punto de partida para que otros, que se reconocen en deuda con el pensamiento de Bolívar Echeverría, anden su propio camino tomándolo como referente e inspiración, tal y como él lo hizo particularmente con Marx.

A nombre de la comisión organizadora, de Diana Fuentes, de Carlos Oliva y de un servidor, queremos agradecer a todos su presencia en este evento: al público, a los ponentes y a los moderadores. También a las autoridades de esta facultad, especialmente a su Secretaria Académica, Norma de los Ríos, y su equipo, por todo lo hecho para que hoy nos encontremos aquí.

Este homenaje es el que la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM hace a su extinto profesor emérito. Participan académicos de nuestra facultad, de nuestra universidad y de otras instituciones educativas afines del país y del continente. Tal es el alcance de la obra de Bolívar Echeverría: en su vuelo trascendió fronteras. La comunidad de esta facultad debe sentirse orgullosa de ello y debe estar a la altura que le corresponde. Por eso, los que organizamos este evento, decidimos hacerlo de la manera menos localista posible. De cualquier forma, a todos sin excepción queremos recordarles lo que Bolívar solía decir de los pensadores definitivamente ausentes: allí está su obra y reclamar exclusividades es en verdad absurdo. En este sentido, él, Bolívar Echeverría, es ya de todos.

Gracias.
Ciudad Universitaria, 29 de septiembre de 2010