sábado, diciembre 17, 2011

No a la propaganda religiosa


Escucho a diputados y precandidatos hablar de la reforma que se hizo al artículo 24 de la Constitución. Creel hace la distinción entre la libertad de creencia y la libertad religiosa. Según él esta reforma garantiza plenamente lo segundo. Los demás arguyen que se trata de una adecuación necesaria por los acuerdos firmados por el gobierno mexicano sobre derechos humanos. Sólo hay un detalle: esta reforma que avala la “libertad religiosa” abre la posibilidad de que las iglesias puedan tener canales de televisión y estaciones de radio, promover rituales fuera de sus templos, y en esa medida, acrecentar su poder terrenal. En el contexto actual, en el que cada quien lucha por quedarse con una parte del país, dicha reforma se encamina a reforzar los monopolios y la manipulación. Se trata de una reforma desde “arriba”, con claros signos electorales, hecha por el PRI, el PAN y parte del PRD. Esta “religiosidad” desde arriba poco o nada tiene que ver con la religiosidad desde abajo. La primera se trata de un poder terrenal, la otra, quizá, de fe y de la necesaria reactualización de los mitos que hacen vivible este mundo. Decir que este asunto de poder terrenal tiene relación directa con los derechos humanos es un argumento por lo menos parcial, por no decir que falso. Se han abierto las puertas a la exclusión y la persecución.
A partir de hoy firmaré con la rubirca: “Y además no creo en Dios ni en ninguna virgen ni en ningún santo. Mi credo es lo humano. No a la propaganda religiosa”.