Estoy cansado. De este andar. De lo que este andar me deja ver. El espectáculo natural del horizonte y el que tú me obsequias no alcanzan para jugar a la ceguera voluntaria. No son suficientes. Oasis al fin y al cabo. El desierto de lo real lo inunda todo. Aprendí rápido a vivir en el desierto. Creo que lo hago bien. Pero estoy cansado. Ayer en un cementerio, hoy en el limbo, mañana en otro lugar cualquiera. Este levantarse sobre cenizas. Esuchar los rezos de la resignación. Las campanas que cada vez seducen a más. Todo es como arena movediza que engulle a quien allí se para. ¿Dónde quedó aquello de dejarlo todo y largarse? No sé. Tan sólo tarareo lo que el trovador canta, cantó. No me resigno, no me consuelo, no puedo hacer como si no pasase nada. No hay consigna que alivie. Tan sólo estoy cansado. Pero como dijo el legendario comandante: ¿quién le ordenó descansar? Nadie. Para descanso el cementerio. Y allí todavía no llego a ser huésped. ¿Quién le ordenó descansar? Nadie. Tampoco queda lo poético del andar haciendo camino. Te miro y veo el horizonte. ¿Ir haciendo pequeños oasis? Quizá. Como ese que tú eres. Como ese que en ocasiones, esporádicas es cierto, yo mismo suelo ser. Respiro. Andar.
Dice Tabucchi: los libros de viaje "poseen la virtud de ofrecer un doquier teórico y plausible a nuestro donde imprescindible y rotundo". Hay muchos tipos de viajes: los internos, los externos, los marginales. Este blog quiere llenarse de estos viajes, e invita a que otros sean también, con sus viajes, un doquier para mi donde.
lunes, diciembre 19, 2011
Andar
Estoy cansado. De este andar. De lo que este andar me deja ver. El espectáculo natural del horizonte y el que tú me obsequias no alcanzan para jugar a la ceguera voluntaria. No son suficientes. Oasis al fin y al cabo. El desierto de lo real lo inunda todo. Aprendí rápido a vivir en el desierto. Creo que lo hago bien. Pero estoy cansado. Ayer en un cementerio, hoy en el limbo, mañana en otro lugar cualquiera. Este levantarse sobre cenizas. Esuchar los rezos de la resignación. Las campanas que cada vez seducen a más. Todo es como arena movediza que engulle a quien allí se para. ¿Dónde quedó aquello de dejarlo todo y largarse? No sé. Tan sólo tarareo lo que el trovador canta, cantó. No me resigno, no me consuelo, no puedo hacer como si no pasase nada. No hay consigna que alivie. Tan sólo estoy cansado. Pero como dijo el legendario comandante: ¿quién le ordenó descansar? Nadie. Para descanso el cementerio. Y allí todavía no llego a ser huésped. ¿Quién le ordenó descansar? Nadie. Tampoco queda lo poético del andar haciendo camino. Te miro y veo el horizonte. ¿Ir haciendo pequeños oasis? Quizá. Como ese que tú eres. Como ese que en ocasiones, esporádicas es cierto, yo mismo suelo ser. Respiro. Andar.