miércoles, enero 04, 2006

Tratado sobre la mirada

El verbo o la acción, pero no la mirada. No deja de ser curioso que “en el principio” de la vida humana estén los dos primeros mas no el último. Quizá porque en los nebulosos orígenes únicamente prevalecía el caos como espectáculo; y el caos, se sabe, es de difícil aprehensión. La mirada tras el verbo o la acción: la apreciación después de la creación.

Los mitos tienen algo de razón: la mirada no se acostumbra ni se siente cómoda frente al vacío. ¿Cómo podría estar la mirada en los orígenes de todo? Incluso en el cristianismo parece saberse más del aliento, palabras y omnímodas decisiones divinas que de su mirada, porque ésta llegó después.

Pero allí está la mirada, y su instrumento. Tan sensibles como los labios son los ojos. No el balde tienen la figura geométrica más perfecta. Desde su curva superficie intentamos aprehender todo lo creado, buscamos hallar las esquinas de la vida. Por los ojos se vive, y a veces la vida en alguien es tan intensa, que sus ojos nos parecen perfectos, de una mirada tan profunda como los bosques frondosos que en el radio de su propio caminar llegó a visitar.