domingo, enero 22, 2006

Tentación

Cientos de hojas juguetean en derredor de un centro invisible, diríase ausente. Suavemente bailan en círculo perfecto al compás del susurro del viento. Las más inquietas escalan con gran rapidez, llegan a la punta haciendo piruetas, dando brincos, corriendo de puntitas.

Eva mira fascinada ese remolino surgido de la nada, como todo en el paraíso. Siente unas ganas irresistibles de bailar con él. Le asombra que, como si la escuchara, el remolino se aproxime a ella, invitándola a ocupar su centro ausente.

Levanta las manos mientras cientos de hojas le acarician el cuerpo desnudo. Eva baila y sonríe presa de una infinita alegría. Se mueve al rimo del susurro que inspira al remolino. Ondulante, suave, casi de modo inconsciente, recorre las llanuras del paraíso.

Siente como si ella misma fuera el remolino y flotara sin ninguna restricción, sin permiso o prohibición alguna. Lo único que le habla de ella es esa piel acariciada por cientos de hojas que cual manos inquietas la esculpen en el aire.

El remolino cesa y Eva se descubre en medio del paraíso, sola y desnuda. Algo ha cambiado en ella. Los poros le duelen de tanta excitación. Va en busca de Adán para regalarle el prodigio de su piel recién descubierta.

No hubo manzanas ni serpientes.