lunes, enero 09, 2006

"Distanciamiento"

Me pides, incluso me exiges, que públicamente explique mi "distanciamiento" del partido. Me concedes más peso político del que en realidad tengo: a nadie en tu partido, mucho menos en cualquier otro, le preocupa mi cercanía o mi distanciamiento. Por eso tu petición es absurda. Quizá eres tú quien necesita explicaciones a raíz de tantas cosas que escuchas en la “política del rumor”. Te respondo por este medio que es tan público que suele pasar inadvertido.

I
¿Sabes? hay cosas que extraño. Por ejemplo, cuando soñar un mundo distinto significaba atreverse a volar, a mirar a la distancia, acuñar términos, rehacer el lenguaje. Extraño cuando se hablaba del “hombre nuevo” y de un mundo justo; cuando fervorosamente se hablaba de la necesidad de cambiar el sistema, de acabar con la explotación. Mi añoranza llega a extremos insospechados cuando escucho que la mejor propuesta no es acabar con la opresión y la explotación del hombre por el hombre, sino “moderar la opulencia”. Acabo totalmente sumido en la desesperanza cuando escucho que hay “riqueza bien habida”, producto del trabajo honesto. ¿De cuándo acá la explotación, en cualquiera de sus formas, por más sancionada que esté por el estado de derecho, resulta “honesta”? Es como decir que “honestamente” hay ricos y pobres, y que nada más se trata de que los primeros exploten de manera honesta a los segundos. Como si el hambre, la falta de vivienda y de vestido fueran más soportables con honestidad.
Y en realidad no me puedes culpar de ello. Abre el periódico y dime lo que encuentras: que si un “sospechoso” de portafolio negro y ligas “palomea” candidaturas; que si los líderes de un partido acusan al otro de no allanar el camino a la alianza porque reconoce que no sabe con quién tratar después de tantos mensajeros que le llegan a ofrecer alianza; que las “tribus” se preocupan porque reconocen una falta de estructura electoral y no están seguros de si el efecto cascada les va a beneficiar; etcétera. Pero algo que signifique cambiar las cosas no. Claro que la retórica del cambio está presente, mas en nada de lo que dicen se ve por dónde.
El otro día escuché al mero mero decirlo: si hay que cambiar las cosas no es por “ideología” sino por un asunto práctico. ¿De verdad? Créeme que estoy totalmente de acuerdo con el apoyo a los de la tercera edad, con las becas a los estudiantes, con el apoyo a las madres solteras, vaya, con todo lo que implica y engobla aquello de que “por el bien de todos, primero los pobres”. ¿Quién se podría oponer a eso? Con todo para mí es claro que eso no define a la izquierda. Si lo ves bien, si te pones a hurgar, verás que son proyectos igualmente patrocinados por la derecha desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, dependiendo claro está de su necesidad de permanecer en el poder. Mira al presidente: ahora hasta apoya a los de la tercera edad. No estoy seguro que baste con reconocer el patrimonio de esa idea, como he oído en comentarios de radioescuchas.

Pero el pragmatismo –cuyos beneficios son de suyo evidentes– sin ideología no pasa de ser mera distensión social: evitar el estallido social. Bien visto pareciera que se trata de garantizar que Slim pueda andar por México sin chip de seguridad, aunque no todos puedan comer en Sanborn’s.

II
Dicen que harán una campaña austera, de contacto con la gente, sin presencia en los medios. Estoy de acuerdo en que se gasta mucho, e incluso hasta tengo simpatía por la estrategia (que resulte efectiva es otra cosa). Pero de nueva cuenta: a la par de eso habría que lanzar un proyecto y definer las estrategias que modifiquen de tajo la situación de los medios de comunicación masiva. Ya lo decía Benjamín: hay que liberar de su huella capitalista incluso a la tecnología. ¿Por qué no se llega ni siquiera a un proyecto tan ciudadano como la BBC de Londres (que no es izquierda pero es interesante aun en su propia limitación capitalista)? ¡Ah no! Pareciese que la premura electoral les impide pensar, realizar, articular.
“Pareciese” –escribo– porque tú y yo sabemos que el problema está en otro lado: la negativa a adherirse o manifestar una ideología permite y posibilita este pasarse viviendo y haciendo una política campechanamente, sin mayores debates que el de aquella diputada de tu partido que le espetó a otro diputado panista no tan inteligente: “jovencito, cuando usted hable conmigo y de mí tiene que lavarse la boca”.
Lo que yo veo es claudicación. Bajo el argumento de que las cosas no son un “asunto de ideología” se esconde un profundo desdén a las ideas, que también dan sustento a lo que se hace. Y lo que es peor: se gesta una lamentable actitud acomodaticia. No hay peor claudicación que asumir y acomodarse plácidamente bajo una de las banderas de la derecha: ¡viva el fin de las ideologías! (salvo la de Dios y la omnisapiencia del mercado capitalista, claro está). En vez de lanzarse al rescate de la ideología, ofrecerle otro sentido, otro contenido que el que prevaleció en el sigo XX, dando origen o avalando cosas tan lamentables como los estados totalitarios, mejor se suben al “carro de la historia” que interpreta y promueve la derecha. ¿En última instancia, qué acaso Fox no dice que mantener el equilibrio macroeconómico es un asunto práctico, sin ideología? ¿Qué no su decir sobre el gas boliviano (“que se lo coman o consuman si no nos lo venden”) no es también producto de un asunto práctico sin ideología?

III
Hasta hace unos días pensaba que la nominación de candidatos ajenos a tu partido bajo las siglas amarillas y negras era un asunto de pragmatismo. Ahora tus mismos dirigentes lo confirman: dicen que hay pendientes de los que la izquierda no se ha ocupado y por eso abren puertas a expriistas y expanistas. Es decir: en vez de trabajar desde la izquierda esos pendientes, mejor que sigan trabajando en esos pendientes los que siempre lo han hecho y que lo han hecho mal. Mira tú que siquiera pensar en postular al exgobernador de Chihuahua con el nimio "pendiente" de la muertas de Juárez huele a cinismo por decir lo menos.
Me dirás, con justa razón, que no todos en el partido son así, que también hay gente de izquierda. ¡Por supuesto que los hay! Los conozco. Pero son los menos en las cúpulas dirigentes de tu partido. A veces están completamente diluidos en la vorágine de expriistas metidos a la izquierda “electoral”, “moderada”, “moderna”, “contemporánea”. Ahora todos sacan su currículum de ideas compasivas y se tildan a sí mismos de izquierda. Pero como las ideologías no importan, da igual ser filántropo que ser de izquierda, ser priista de tendencia social que de izquierda, ser panista renegado de los “bárbaros del norte” que ser de izquierda.

IV
Ten cuidado en no malinterpretarme. Mi voto es para tu partido, pero es un voto consciente: no voto por la izquierda, sino por una moderación del capitalismo salvaje. Voto porque al “turbocapitalismo” se le quiten unas cuantas turbinas dada la desolación que deja a su paso. Pero de allí a que yo me asuma militante destacado de tu partido me lo impide mi propia idea de la izquierda (que no de las “izquierdas”, como escuché decir a unos comentaristas de radio, adalides de la democracia y jueces implacables que a la izquierda no le ven ninguna utilidad, pero sí a las izquierdas. Ya ves: este pluralismo que exalta las particularidades cegando toda perspectiva general).

Comprenderás entonces lo que tú llamas “distanciamiento”. Me aburre participar directamente en la carnicería que supone la lucha tribal de tu partido. Pero también hay desilusión. Hago recuento: ex porros, mitómanos, expriistas, expanistas, individuos de dudosa reputación, prácticos en la vieja política, cobradores de puestos, expertos en corporativismo, machos, y un largo etcétera metidos a políticos.

Me dirás, como me lo dicen muchos, que la política exige a veces estas concesiones. Con lo cual puedo estar de acuerdo con una sola condición: que no fueran así “abajo”. Pero resulta que son exactamente iguales “arriba” y “abajo”. El arte de la negociación, indudablemente necesaria en la política, se ha vuelto la práctica misma de la claudicación, simulación, y reivindicación de una práctica política deleznable. Por ejemplo, me sigo preguntando, como tú lo debieras de hacer, por qué siguen usando a las mujeres como edecanes, como instrumento de negociación, como pretexto y adorno del poder.
Pero basta. No tengo más que decir (en realidad sí, pero sería muy largo hacerlo).