Un tanto desconcertado leo en un foro virtual un largo ir y venir sobre la poligamia, la infidelidad, y el arte de los amantes. Mi desconcierto proviene del hecho de que tal debate tiene lugar en un foro que originalmente se pensó para discutir ideas políticas y no ansiedades y revelaciones personales. No obstante, esto de la poligamia, con sus “asuntos prácticos”, ha provocado numerosas opiniones. Se intuye que es un tema que "anda en el aire".
Me abstengo de participar. Creo que la discusión se puede saldar fácilmente con dos aforismos: uno de O’Gorman y otro de Oscar Wilde. Los traigo a cuento para los interesados.
Decía el sabio de O’Gorman: “el sexo débil ni tan débil y el sexo fuerte ni tan sexo”. Lo cual, imaginando una sabrosa charla que tiende puentes en el tiempo, podría ser rematado inobjetablemente por Wilde de la siguiente manera: “La fidelidad es simplemente una declaración de impotencia”.
Que cada quien saque sus conclusiones.
Dice Tabucchi: los libros de viaje "poseen la virtud de ofrecer un doquier teórico y plausible a nuestro donde imprescindible y rotundo". Hay muchos tipos de viajes: los internos, los externos, los marginales. Este blog quiere llenarse de estos viajes, e invita a que otros sean también, con sus viajes, un doquier para mi donde.
martes, enero 31, 2006
viernes, enero 27, 2006
Soledad
Así dijo llamarse, Soledad. Pensé que su nombre era redundante a esas horas y en esa calle. El escenario era de un vacío que se prendía a las entrañas. La noche, el suelo húmedo, las tímidas luces de la entrada de los edificios, el frío, el vaho de la respiración. Todo era en efecto soledad: ni autos pasando ni ruidos ni caminantes noctámbulos salvo nosotros dos.
–¿Fumas? –me preguntó al estar justo frente a mí.
–No, pero traigo cigarros –contesté. En efecto, horas antes me habían dado a guardar una cajetilla de cigarros que permaneció olvidada en la bolsa de mi abrigo. –El problema –le dije– es que no tengo encendedor ni cerillos.
Sonrió, encogió los hombros, y se quedó esperando frente a mí a que le proporcionara uno. Mis manos, torpes y entumidas, intentaron en vano sacar un cigarro de la cajetilla. Así que decidí regalársela. Con mano experta, sacó uno y lo puso en su boca. Miró en rededor de modo pensativo.
–¿Me acompañas a buscar un cerillo? –preguntó en un tono que no era invitación ni orden ni sugerencia.
–Claro –fue mi respuesta.
La búsqueda por supuesto resultó infructuosa por más que caminamos un buen trecho en silencio. No encontramos a quién pedirle lumbre. A un gesto suyo, nos sentamos en la entrada de un edificio.
–¿Cómo te llamas? –pregunté para sacudir el silencio que nos perseguía como mosca. En realidad quería irme de allí.
–Soledad –respondió, con el cigarro en la boca.
Habrá sido lo redundante que me pareció su nombre lo que me hizo quedarme en espera de su plática.
–¿Y qué haces tan solitaria en un lugar solitario Soledad?
Una ligera mueca, parecida a una sonrisa, se dibujó en su rostro.
–Pues eso, viviéndome a mí misma –respondió–. ¿Qué sabes tú de la soledad? –me espetó así, sin más.
–Que es la condición básica del ser humano –respondí sin muchas ganas de explicar mi respuesta. El tono de la plática me empezaba a incomodar.
Me miró largamente. Me sorprendió que en su rostro no hubiese una sola expresión. Su rostro parecía el vacío mismo. Jamás me había encontrado con un rostro que diera cuenta del vacío como el de ella.
–¿Y más allá de esa expresión filosófica que no me dice nada? –preguntó de manera retadora.
No dije una sola palabra. Deslicé la mirada por la calle, los autos estacionados, la basura acumulada en una esquina. Me faltaba el ánimo necesario para dar explicaciones. Solamente tenía ganas de meterme en mi cama y dormir.
–La soledad –dijo Soledad, segura de mi negativa a responder– no es ninguna “condición”. No. Es algo más íntimo que una condición, algo más profundo que una circunstancia. Es como la gruta de mi sexo, del sexo de cualquier mujer quiero decir. Por eso Sabina tiene algo de razón cuando dice que lleva nombre de mujer. La soledad es como el sexo de cualquier mujer: te atrae con sus labios y te devora en una gruta infinita cuya humedad acaba por exprimirte. Pero exprimiéndote crea vida y también muerte. De esas profundidades nacemos todos los seres humanos, y hoy, al igual que siempre, también desde esas profundidades nace la muerte: si antes era Sífilis hoy es Sida.
–Soy mujer –continuó con su voz agradable tras un breve silencio en el que mordió el cigarro para masticar el tabaco. –Y no me estoy declarando culpable de nada: no estoy diciendo que la propagación de las enfermedades de transmisión sexual sea culpa de la mujer. No. Ni tampoco que seamos culpables de la muerte. No. Quiero decir otra cosa más importante: la totalidad nace y muere en nosotras. Y esa totalidad se fragua en las profundidades de la soledad, de la húmeda soledad en la que se alberga el mundo. Por eso la soledad es algo más que una “condición” y que una “circunstancia”: ni se supera ni tampoco se gana mucho lamentándola o intentando en vano ahuyentarla. Somos en ella. Somos de ella. Somos con ella. Por eso el mundo es maravilloso: encontrarse en la soledad restituye su intensidad y nos da cuerpo, nos inyecta la eterna necesidad del otro –dijo, masticando en todo momento el tabaco que con experta paciencia sacaba del cigarro.
El silencio regresó a posarse entre nosotros. La suavidad de su voz parecía acariciar el vaho dejado por sus palabras. No supe qué decirle. De algún modo intuí que su decir tenía múltiples objeciones pero no pude argumentar una sola.
Ella acomodó su cabello, me miró, sonrió. Ahora su expresión lo era todo menos vacío. Se levantó y se fue caminando por su calle solitaria.
Soledad, dijo llamarse, y algo de ella se quedó en mí.
–¿Fumas? –me preguntó al estar justo frente a mí.
–No, pero traigo cigarros –contesté. En efecto, horas antes me habían dado a guardar una cajetilla de cigarros que permaneció olvidada en la bolsa de mi abrigo. –El problema –le dije– es que no tengo encendedor ni cerillos.
Sonrió, encogió los hombros, y se quedó esperando frente a mí a que le proporcionara uno. Mis manos, torpes y entumidas, intentaron en vano sacar un cigarro de la cajetilla. Así que decidí regalársela. Con mano experta, sacó uno y lo puso en su boca. Miró en rededor de modo pensativo.
–¿Me acompañas a buscar un cerillo? –preguntó en un tono que no era invitación ni orden ni sugerencia.
–Claro –fue mi respuesta.
La búsqueda por supuesto resultó infructuosa por más que caminamos un buen trecho en silencio. No encontramos a quién pedirle lumbre. A un gesto suyo, nos sentamos en la entrada de un edificio.
–¿Cómo te llamas? –pregunté para sacudir el silencio que nos perseguía como mosca. En realidad quería irme de allí.
–Soledad –respondió, con el cigarro en la boca.
Habrá sido lo redundante que me pareció su nombre lo que me hizo quedarme en espera de su plática.
–¿Y qué haces tan solitaria en un lugar solitario Soledad?
Una ligera mueca, parecida a una sonrisa, se dibujó en su rostro.
–Pues eso, viviéndome a mí misma –respondió–. ¿Qué sabes tú de la soledad? –me espetó así, sin más.
–Que es la condición básica del ser humano –respondí sin muchas ganas de explicar mi respuesta. El tono de la plática me empezaba a incomodar.
Me miró largamente. Me sorprendió que en su rostro no hubiese una sola expresión. Su rostro parecía el vacío mismo. Jamás me había encontrado con un rostro que diera cuenta del vacío como el de ella.
–¿Y más allá de esa expresión filosófica que no me dice nada? –preguntó de manera retadora.
No dije una sola palabra. Deslicé la mirada por la calle, los autos estacionados, la basura acumulada en una esquina. Me faltaba el ánimo necesario para dar explicaciones. Solamente tenía ganas de meterme en mi cama y dormir.
–La soledad –dijo Soledad, segura de mi negativa a responder– no es ninguna “condición”. No. Es algo más íntimo que una condición, algo más profundo que una circunstancia. Es como la gruta de mi sexo, del sexo de cualquier mujer quiero decir. Por eso Sabina tiene algo de razón cuando dice que lleva nombre de mujer. La soledad es como el sexo de cualquier mujer: te atrae con sus labios y te devora en una gruta infinita cuya humedad acaba por exprimirte. Pero exprimiéndote crea vida y también muerte. De esas profundidades nacemos todos los seres humanos, y hoy, al igual que siempre, también desde esas profundidades nace la muerte: si antes era Sífilis hoy es Sida.
–Soy mujer –continuó con su voz agradable tras un breve silencio en el que mordió el cigarro para masticar el tabaco. –Y no me estoy declarando culpable de nada: no estoy diciendo que la propagación de las enfermedades de transmisión sexual sea culpa de la mujer. No. Ni tampoco que seamos culpables de la muerte. No. Quiero decir otra cosa más importante: la totalidad nace y muere en nosotras. Y esa totalidad se fragua en las profundidades de la soledad, de la húmeda soledad en la que se alberga el mundo. Por eso la soledad es algo más que una “condición” y que una “circunstancia”: ni se supera ni tampoco se gana mucho lamentándola o intentando en vano ahuyentarla. Somos en ella. Somos de ella. Somos con ella. Por eso el mundo es maravilloso: encontrarse en la soledad restituye su intensidad y nos da cuerpo, nos inyecta la eterna necesidad del otro –dijo, masticando en todo momento el tabaco que con experta paciencia sacaba del cigarro.
El silencio regresó a posarse entre nosotros. La suavidad de su voz parecía acariciar el vaho dejado por sus palabras. No supe qué decirle. De algún modo intuí que su decir tenía múltiples objeciones pero no pude argumentar una sola.
Ella acomodó su cabello, me miró, sonrió. Ahora su expresión lo era todo menos vacío. Se levantó y se fue caminando por su calle solitaria.
Soledad, dijo llamarse, y algo de ella se quedó en mí.
domingo, enero 22, 2006
Tentación
Cientos de hojas juguetean en derredor de un centro invisible, diríase ausente. Suavemente bailan en círculo perfecto al compás del susurro del viento. Las más inquietas escalan con gran rapidez, llegan a la punta haciendo piruetas, dando brincos, corriendo de puntitas.
Eva mira fascinada ese remolino surgido de la nada, como todo en el paraíso. Siente unas ganas irresistibles de bailar con él. Le asombra que, como si la escuchara, el remolino se aproxime a ella, invitándola a ocupar su centro ausente.
Levanta las manos mientras cientos de hojas le acarician el cuerpo desnudo. Eva baila y sonríe presa de una infinita alegría. Se mueve al rimo del susurro que inspira al remolino. Ondulante, suave, casi de modo inconsciente, recorre las llanuras del paraíso.
Siente como si ella misma fuera el remolino y flotara sin ninguna restricción, sin permiso o prohibición alguna. Lo único que le habla de ella es esa piel acariciada por cientos de hojas que cual manos inquietas la esculpen en el aire.
El remolino cesa y Eva se descubre en medio del paraíso, sola y desnuda. Algo ha cambiado en ella. Los poros le duelen de tanta excitación. Va en busca de Adán para regalarle el prodigio de su piel recién descubierta.
No hubo manzanas ni serpientes.
Eva mira fascinada ese remolino surgido de la nada, como todo en el paraíso. Siente unas ganas irresistibles de bailar con él. Le asombra que, como si la escuchara, el remolino se aproxime a ella, invitándola a ocupar su centro ausente.
Levanta las manos mientras cientos de hojas le acarician el cuerpo desnudo. Eva baila y sonríe presa de una infinita alegría. Se mueve al rimo del susurro que inspira al remolino. Ondulante, suave, casi de modo inconsciente, recorre las llanuras del paraíso.
Siente como si ella misma fuera el remolino y flotara sin ninguna restricción, sin permiso o prohibición alguna. Lo único que le habla de ella es esa piel acariciada por cientos de hojas que cual manos inquietas la esculpen en el aire.
El remolino cesa y Eva se descubre en medio del paraíso, sola y desnuda. Algo ha cambiado en ella. Los poros le duelen de tanta excitación. Va en busca de Adán para regalarle el prodigio de su piel recién descubierta.
No hubo manzanas ni serpientes.
viernes, enero 20, 2006
Carta al PRD
Leonel Cota Montaño
Presidente Nacional del PRD
Martí Batres Guadarrama
Presidente Estatal del PRD-DF
Presente
Durante mucho tiempo, en la izquierda se creyó que la responsabilidad era una de sus cualidades fundamentales. Todavía habemos algunos que lo creemos. Para la derecha, acostumbrada a las exoneraciones en el confesionario, al arrepentimiento simulado y la expiación, la responsabilidad no es lo suyo, y por eso, entre otras cosas, es peligrosa, aun cuando diga tener “las manos limpias”. Pero para la izquierda la responsabilidad debe ser su exigencia, es más, parte de su misma naturaleza.
Tanto más cuanto la posibilidad de llegar a la silla presidencial es ya casi una probabilidad para un instituto político que se adscribe a la izquierda. Preocupa que sea precisamente a la luz de esta probabilidad cuando el PRD ofrece lamentables muestras de irresponsabilidad. Porque las violentas confrontaciones internas que han sucedido recientemente sólo hablan de una cosa: el enamoramiento material a los puestos y circos públicos en los que proyectos reales de izquierda se diluyen y huyen por la puerta trasera como desencantado espectador.
¿Dónde están las propuestas a discutir entre quienes se creen indispensables para la ciudad?, ¿en las camionetas quemadas, en golpes y patadas alevosos que hospitalizan a militantes?, ¿en amenazas veladas y directas sobre la balanza electoral?, ¿en descalificaciones y acusaciones de “desmemoria” cuando los mismos acusadores exigen a los ciudadanos de esta capital ser desmemoriados e ignorar quiénes son y qué han hecho?
Un buen camino para demostrar que son de izquierda sería aceptar la responsabilidad que ello implica, y que el PRD sea un instituto político preocupado y ocupado en transformar al país. A veces parece que en eso están; otras, parece que no. Ya sabemos que los otros, el PAN y el PRI, no van a ningún otro lugar que un penthouse o un rancho en las migajas tercermundistas de la globalización. Ojalá ustedes hagan de la responsabilidad su estandarte. Responsabilidad con la nación y sus ciudadanos, se entiende. De lo contrario, aquí estaremos muchos (militantes, simpatizantes, ciudadanos) para reclamárselos.
Isaac García Venegas
Presidente Nacional del PRD
Martí Batres Guadarrama
Presidente Estatal del PRD-DF
Presente
Durante mucho tiempo, en la izquierda se creyó que la responsabilidad era una de sus cualidades fundamentales. Todavía habemos algunos que lo creemos. Para la derecha, acostumbrada a las exoneraciones en el confesionario, al arrepentimiento simulado y la expiación, la responsabilidad no es lo suyo, y por eso, entre otras cosas, es peligrosa, aun cuando diga tener “las manos limpias”. Pero para la izquierda la responsabilidad debe ser su exigencia, es más, parte de su misma naturaleza.
Tanto más cuanto la posibilidad de llegar a la silla presidencial es ya casi una probabilidad para un instituto político que se adscribe a la izquierda. Preocupa que sea precisamente a la luz de esta probabilidad cuando el PRD ofrece lamentables muestras de irresponsabilidad. Porque las violentas confrontaciones internas que han sucedido recientemente sólo hablan de una cosa: el enamoramiento material a los puestos y circos públicos en los que proyectos reales de izquierda se diluyen y huyen por la puerta trasera como desencantado espectador.
¿Dónde están las propuestas a discutir entre quienes se creen indispensables para la ciudad?, ¿en las camionetas quemadas, en golpes y patadas alevosos que hospitalizan a militantes?, ¿en amenazas veladas y directas sobre la balanza electoral?, ¿en descalificaciones y acusaciones de “desmemoria” cuando los mismos acusadores exigen a los ciudadanos de esta capital ser desmemoriados e ignorar quiénes son y qué han hecho?
Un buen camino para demostrar que son de izquierda sería aceptar la responsabilidad que ello implica, y que el PRD sea un instituto político preocupado y ocupado en transformar al país. A veces parece que en eso están; otras, parece que no. Ya sabemos que los otros, el PAN y el PRI, no van a ningún otro lugar que un penthouse o un rancho en las migajas tercermundistas de la globalización. Ojalá ustedes hagan de la responsabilidad su estandarte. Responsabilidad con la nación y sus ciudadanos, se entiende. De lo contrario, aquí estaremos muchos (militantes, simpatizantes, ciudadanos) para reclamárselos.
Isaac García Venegas
sábado, enero 14, 2006
Tratado sobre la caricia
Me sobrecoge la Creación de Adán de Miguel Ángel Buonarroti, o mejor dicho, me sobrecoge el breve y ansioso contacto que allí se va insinuando entre Dios y Adán. Ese apenas tocarse con la punta de un dedo, para ser más preciso, con la yema de un dedo, cifra el significado y la eternidad de toda caricia. La pregunta no es qué pensaba o sintió Adán en ese contacto, sino qué sintió Dios mismo ante la sutil caricia de su creación. Seguramente asombro y dolor, pero un dolor amoroso, puesto que irremediablemente Lilit le venía a la cabeza, aquella su primera creación de la que se enamoró profunda y desesperadamente, y que por eso mismo encarna también la añoranza primera.
Y no obstante allí está Dios, aventurándose a un pequeño roce con su otra creación. Se le ve complacido, pleno. Ese rostro lo he visto repetido al infinito en la caricia de una madre a su hija, del padre a su hijo, de un hombre a una mujer, de una mujer a un hombre, de una mujer a otra, de un hombre a otro. Cada vez que me lo encuentro pienso obsesivamente en ese acto pequeño, casi ínfimo, pero milagroso: cuando la yema del dedo se posa tímida y tiernamente sobre la mejilla del ser amado, vibra inmemorial la eternidad de la primera caricia asombrada y dolorosa de Dios ante lo que él mismo creó. Precisamente por eso toda caricia se consume en sí misma, se acaba apenas la piel deja de arroparse en otra piel. Asombro y dolor amoroso es lo que hay en las caricias que prodigamos en la vida.
Y no obstante allí está Dios, aventurándose a un pequeño roce con su otra creación. Se le ve complacido, pleno. Ese rostro lo he visto repetido al infinito en la caricia de una madre a su hija, del padre a su hijo, de un hombre a una mujer, de una mujer a un hombre, de una mujer a otra, de un hombre a otro. Cada vez que me lo encuentro pienso obsesivamente en ese acto pequeño, casi ínfimo, pero milagroso: cuando la yema del dedo se posa tímida y tiernamente sobre la mejilla del ser amado, vibra inmemorial la eternidad de la primera caricia asombrada y dolorosa de Dios ante lo que él mismo creó. Precisamente por eso toda caricia se consume en sí misma, se acaba apenas la piel deja de arroparse en otra piel. Asombro y dolor amoroso es lo que hay en las caricias que prodigamos en la vida.
jueves, enero 12, 2006
Susurro de un fantasma digital
Por lo cielos vuela mi nombre en forma de onda y segundos después aparece en la pantalla de tu celular. Lo miras e inmediatamente múltiples sentimientos anidan en tu pecho. Quisieras pero tu voluntad te dice que no debes contestar. Dejas que mi nombre se diluya en los colores de la pantalla. Guardas tu celular, sigues caminando, pensando en lo que hubiese pasado de haber escuchado mi voz. Mi nombre, incapaz de aceptar semejante negativa, tan rotunda, tan dolorosa, e impaciente para las reflexiones a las que tú te entregas, decide por su cuenta y riesgo perderse en otra onda cualquiera. Va y viene, sube y baja, se para y merodea, mientras yo vivo cual fantasma sin alcanzar a ser nombrado por nadie…
lunes, enero 09, 2006
"Distanciamiento"
Me pides, incluso me exiges, que públicamente explique mi "distanciamiento" del partido. Me concedes más peso político del que en realidad tengo: a nadie en tu partido, mucho menos en cualquier otro, le preocupa mi cercanía o mi distanciamiento. Por eso tu petición es absurda. Quizá eres tú quien necesita explicaciones a raíz de tantas cosas que escuchas en la “política del rumor”. Te respondo por este medio que es tan público que suele pasar inadvertido.
I
¿Sabes? hay cosas que extraño. Por ejemplo, cuando soñar un mundo distinto significaba atreverse a volar, a mirar a la distancia, acuñar términos, rehacer el lenguaje. Extraño cuando se hablaba del “hombre nuevo” y de un mundo justo; cuando fervorosamente se hablaba de la necesidad de cambiar el sistema, de acabar con la explotación. Mi añoranza llega a extremos insospechados cuando escucho que la mejor propuesta no es acabar con la opresión y la explotación del hombre por el hombre, sino “moderar la opulencia”. Acabo totalmente sumido en la desesperanza cuando escucho que hay “riqueza bien habida”, producto del trabajo honesto. ¿De cuándo acá la explotación, en cualquiera de sus formas, por más sancionada que esté por el estado de derecho, resulta “honesta”? Es como decir que “honestamente” hay ricos y pobres, y que nada más se trata de que los primeros exploten de manera honesta a los segundos. Como si el hambre, la falta de vivienda y de vestido fueran más soportables con honestidad.
I
¿Sabes? hay cosas que extraño. Por ejemplo, cuando soñar un mundo distinto significaba atreverse a volar, a mirar a la distancia, acuñar términos, rehacer el lenguaje. Extraño cuando se hablaba del “hombre nuevo” y de un mundo justo; cuando fervorosamente se hablaba de la necesidad de cambiar el sistema, de acabar con la explotación. Mi añoranza llega a extremos insospechados cuando escucho que la mejor propuesta no es acabar con la opresión y la explotación del hombre por el hombre, sino “moderar la opulencia”. Acabo totalmente sumido en la desesperanza cuando escucho que hay “riqueza bien habida”, producto del trabajo honesto. ¿De cuándo acá la explotación, en cualquiera de sus formas, por más sancionada que esté por el estado de derecho, resulta “honesta”? Es como decir que “honestamente” hay ricos y pobres, y que nada más se trata de que los primeros exploten de manera honesta a los segundos. Como si el hambre, la falta de vivienda y de vestido fueran más soportables con honestidad.
Y en realidad no me puedes culpar de ello. Abre el periódico y dime lo que encuentras: que si un “sospechoso” de portafolio negro y ligas “palomea” candidaturas; que si los líderes de un partido acusan al otro de no allanar el camino a la alianza porque reconoce que no sabe con quién tratar después de tantos mensajeros que le llegan a ofrecer alianza; que las “tribus” se preocupan porque reconocen una falta de estructura electoral y no están seguros de si el efecto cascada les va a beneficiar; etcétera. Pero algo que signifique cambiar las cosas no. Claro que la retórica del cambio está presente, mas en nada de lo que dicen se ve por dónde.
El otro día escuché al mero mero decirlo: si hay que cambiar las cosas no es por “ideología” sino por un asunto práctico. ¿De verdad? Créeme que estoy totalmente de acuerdo con el apoyo a los de la tercera edad, con las becas a los estudiantes, con el apoyo a las madres solteras, vaya, con todo lo que implica y engobla aquello de que “por el bien de todos, primero los pobres”. ¿Quién se podría oponer a eso? Con todo para mí es claro que eso no define a la izquierda. Si lo ves bien, si te pones a hurgar, verás que son proyectos igualmente patrocinados por la derecha desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, dependiendo claro está de su necesidad de permanecer en el poder. Mira al presidente: ahora hasta apoya a los de la tercera edad. No estoy seguro que baste con reconocer el patrimonio de esa idea, como he oído en comentarios de radioescuchas.
Pero el pragmatismo –cuyos beneficios son de suyo evidentes– sin ideología no pasa de ser mera distensión social: evitar el estallido social. Bien visto pareciera que se trata de garantizar que Slim pueda andar por México sin chip de seguridad, aunque no todos puedan comer en Sanborn’s.
II
Dicen que harán una campaña austera, de contacto con la gente, sin presencia en los medios. Estoy de acuerdo en que se gasta mucho, e incluso hasta tengo simpatía por la estrategia (que resulte efectiva es otra cosa). Pero de nueva cuenta: a la par de eso habría que lanzar un proyecto y definer las estrategias que modifiquen de tajo la situación de los medios de comunicación masiva. Ya lo decía Benjamín: hay que liberar de su huella capitalista incluso a la tecnología. ¿Por qué no se llega ni siquiera a un proyecto tan ciudadano como la BBC de Londres (que no es izquierda pero es interesante aun en su propia limitación capitalista)? ¡Ah no! Pareciese que la premura electoral les impide pensar, realizar, articular.
“Pareciese” –escribo– porque tú y yo sabemos que el problema está en otro lado: la negativa a adherirse o manifestar una ideología permite y posibilita este pasarse viviendo y haciendo una política campechanamente, sin mayores debates que el de aquella diputada de tu partido que le espetó a otro diputado panista no tan inteligente: “jovencito, cuando usted hable conmigo y de mí tiene que lavarse la boca”.
Lo que yo veo es claudicación. Bajo el argumento de que las cosas no son un “asunto de ideología” se esconde un profundo desdén a las ideas, que también dan sustento a lo que se hace. Y lo que es peor: se gesta una lamentable actitud acomodaticia. No hay peor claudicación que asumir y acomodarse plácidamente bajo una de las banderas de la derecha: ¡viva el fin de las ideologías! (salvo la de Dios y la omnisapiencia del mercado capitalista, claro está). En vez de lanzarse al rescate de la ideología, ofrecerle otro sentido, otro contenido que el que prevaleció en el sigo XX, dando origen o avalando cosas tan lamentables como los estados totalitarios, mejor se suben al “carro de la historia” que interpreta y promueve la derecha. ¿En última instancia, qué acaso Fox no dice que mantener el equilibrio macroeconómico es un asunto práctico, sin ideología? ¿Qué no su decir sobre el gas boliviano (“que se lo coman o consuman si no nos lo venden”) no es también producto de un asunto práctico sin ideología?
III
Hasta hace unos días pensaba que la nominación de candidatos ajenos a tu partido bajo las siglas amarillas y negras era un asunto de pragmatismo. Ahora tus mismos dirigentes lo confirman: dicen que hay pendientes de los que la izquierda no se ha ocupado y por eso abren puertas a expriistas y expanistas. Es decir: en vez de trabajar desde la izquierda esos pendientes, mejor que sigan trabajando en esos pendientes los que siempre lo han hecho y que lo han hecho mal. Mira tú que siquiera pensar en postular al exgobernador de Chihuahua con el nimio "pendiente" de la muertas de Juárez huele a cinismo por decir lo menos.
III
Hasta hace unos días pensaba que la nominación de candidatos ajenos a tu partido bajo las siglas amarillas y negras era un asunto de pragmatismo. Ahora tus mismos dirigentes lo confirman: dicen que hay pendientes de los que la izquierda no se ha ocupado y por eso abren puertas a expriistas y expanistas. Es decir: en vez de trabajar desde la izquierda esos pendientes, mejor que sigan trabajando en esos pendientes los que siempre lo han hecho y que lo han hecho mal. Mira tú que siquiera pensar en postular al exgobernador de Chihuahua con el nimio "pendiente" de la muertas de Juárez huele a cinismo por decir lo menos.
Me dirás, con justa razón, que no todos en el partido son así, que también hay gente de izquierda. ¡Por supuesto que los hay! Los conozco. Pero son los menos en las cúpulas dirigentes de tu partido. A veces están completamente diluidos en la vorágine de expriistas metidos a la izquierda “electoral”, “moderada”, “moderna”, “contemporánea”. Ahora todos sacan su currículum de ideas compasivas y se tildan a sí mismos de izquierda. Pero como las ideologías no importan, da igual ser filántropo que ser de izquierda, ser priista de tendencia social que de izquierda, ser panista renegado de los “bárbaros del norte” que ser de izquierda.
IV
Ten cuidado en no malinterpretarme. Mi voto es para tu partido, pero es un voto consciente: no voto por la izquierda, sino por una moderación del capitalismo salvaje. Voto porque al “turbocapitalismo” se le quiten unas cuantas turbinas dada la desolación que deja a su paso. Pero de allí a que yo me asuma militante destacado de tu partido me lo impide mi propia idea de la izquierda (que no de las “izquierdas”, como escuché decir a unos comentaristas de radio, adalides de la democracia y jueces implacables que a la izquierda no le ven ninguna utilidad, pero sí a las izquierdas. Ya ves: este pluralismo que exalta las particularidades cegando toda perspectiva general).
IV
Ten cuidado en no malinterpretarme. Mi voto es para tu partido, pero es un voto consciente: no voto por la izquierda, sino por una moderación del capitalismo salvaje. Voto porque al “turbocapitalismo” se le quiten unas cuantas turbinas dada la desolación que deja a su paso. Pero de allí a que yo me asuma militante destacado de tu partido me lo impide mi propia idea de la izquierda (que no de las “izquierdas”, como escuché decir a unos comentaristas de radio, adalides de la democracia y jueces implacables que a la izquierda no le ven ninguna utilidad, pero sí a las izquierdas. Ya ves: este pluralismo que exalta las particularidades cegando toda perspectiva general).
Comprenderás entonces lo que tú llamas “distanciamiento”. Me aburre participar directamente en la carnicería que supone la lucha tribal de tu partido. Pero también hay desilusión. Hago recuento: ex porros, mitómanos, expriistas, expanistas, individuos de dudosa reputación, prácticos en la vieja política, cobradores de puestos, expertos en corporativismo, machos, y un largo etcétera metidos a políticos.
Me dirás, como me lo dicen muchos, que la política exige a veces estas concesiones. Con lo cual puedo estar de acuerdo con una sola condición: que no fueran así “abajo”. Pero resulta que son exactamente iguales “arriba” y “abajo”. El arte de la negociación, indudablemente necesaria en la política, se ha vuelto la práctica misma de la claudicación, simulación, y reivindicación de una práctica política deleznable. Por ejemplo, me sigo preguntando, como tú lo debieras de hacer, por qué siguen usando a las mujeres como edecanes, como instrumento de negociación, como pretexto y adorno del poder.
Pero basta. No tengo más que decir (en realidad sí, pero sería muy largo hacerlo).
miércoles, enero 04, 2006
Tratado sobre la mirada
El verbo o la acción, pero no la mirada. No deja de ser curioso que “en el principio” de la vida humana estén los dos primeros mas no el último. Quizá porque en los nebulosos orígenes únicamente prevalecía el caos como espectáculo; y el caos, se sabe, es de difícil aprehensión. La mirada tras el verbo o la acción: la apreciación después de la creación.
Los mitos tienen algo de razón: la mirada no se acostumbra ni se siente cómoda frente al vacío. ¿Cómo podría estar la mirada en los orígenes de todo? Incluso en el cristianismo parece saberse más del aliento, palabras y omnímodas decisiones divinas que de su mirada, porque ésta llegó después.
Pero allí está la mirada, y su instrumento. Tan sensibles como los labios son los ojos. No el balde tienen la figura geométrica más perfecta. Desde su curva superficie intentamos aprehender todo lo creado, buscamos hallar las esquinas de la vida. Por los ojos se vive, y a veces la vida en alguien es tan intensa, que sus ojos nos parecen perfectos, de una mirada tan profunda como los bosques frondosos que en el radio de su propio caminar llegó a visitar.
Los mitos tienen algo de razón: la mirada no se acostumbra ni se siente cómoda frente al vacío. ¿Cómo podría estar la mirada en los orígenes de todo? Incluso en el cristianismo parece saberse más del aliento, palabras y omnímodas decisiones divinas que de su mirada, porque ésta llegó después.
Pero allí está la mirada, y su instrumento. Tan sensibles como los labios son los ojos. No el balde tienen la figura geométrica más perfecta. Desde su curva superficie intentamos aprehender todo lo creado, buscamos hallar las esquinas de la vida. Por los ojos se vive, y a veces la vida en alguien es tan intensa, que sus ojos nos parecen perfectos, de una mirada tan profunda como los bosques frondosos que en el radio de su propio caminar llegó a visitar.
lunes, enero 02, 2006
Tratado sobre los labios
Por la boca muere el pez, dice el dicho, pero en realidad nosotros vivimos por los labios. En ellos, en su piel tersa, comienza todo. Porque tampoco vale aquello de que en pico cerrado no entran moscas: es así como más atractivos se presentan. Cuando el silencio es su única bandera, parecen invocar todas las promesas, sueños y utopías. Es un no decir que a veces se disfraza de sonrisa, otras de mueca. Pero ¿cómo no sucumbir a la tentación de robarse una u otra?, ¿cómo no intentar trocar ésta por aquella?, ¿incluso cómo sustraerse a la necesidad de impregnarse de una o de otra? Allí, en los labios, en su cercanía, se comprende que así empezó todo: por unos labios que prefiguraron un soplo de vida, como sucede cuando ellos dejan pasar el aire necesario para dar vibraciones a las cuerdas vocales. ¿Habría palabra hablada sin labios que les dieran paso? A las palabras les preceden los labios, a los labios nada, absolutamente nada. Por eso me gusta pensar que en el principio, un par de labios –femeninos o masculinos, según se vea o se quiera– abrieron paso al soplo de la vida. Habría que aprender a ver en el universo la forma de esos labios.
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