domingo, agosto 26, 2007

Dedología

Me sorprende encontrar de nueva cuenta el uso de ciertas expresiones de las manos para denotar estados de ánimo. Si antes era extraño hallar el uso del dedo pulgar hacia arriba en lugares que no fueran hangares o donde la comunicación a señas era indispensable, hoy este uso se extiende de manera natural. Lo he visto en EU y aquí en México. El caso me resulta curioso.

Cielo e infiernos
El dedo pulgar hacia arriba o hacia abajo definía vida o muerte. La seña, quizá trivializada por todas las historias que nos han contado sobre Nerón, particularmente en celuloide, muy probable implicaba algo más. Arriba y abajo son dos referentes culturales casi universales. Por eso no es extraño que la seña que otorgaba vida o que hoy designa algo “correcto”, apunte hacia arriba. Tampoco lo es que el signo de muerte apunte hacia abajo, hacia la tierra, hacia los infiernos, cualquiera que sea su designación particular. Época de dioses y demonios, cielos e infiernos, se traslada serpenteando por los tiempos, para llegar, truncada, como mero designio de que algo está bien.

Autoritarismo y rumbo
El dedo índice, en cambio, no aprueba ni desaprueba. Al señalar acusa; es propio del emperador o del juez que cree en la infalibilidad de su propia opinión. Por eso no deja de sorprender que aún se utilice en el salón de clase para otorgar la palabra. Símbolo del orden, resulta en cierto modo instrumento del autoritarismo. Pero no sólo. Señalando también sugiere derrotero o anuncia sorpresa. Lo primero es simplemente una modalidad de autoridad; lo segundo, en cambio, apunta al desconcierto. La paradoja es evidente: el índice señalando lo mismo presume de autoridad que de falta de ella.

Pergeñar la democracia
Mas el dedo índice cumple otra función cuando no señala sino hacia los cielos. Agitado, enfatizando el gesto mismo, hay quien hace uso del dedo índice señalando hacia arriba símbolo de adoctrinamiento. Enfatizar lo que se dice con este gesto parece ser un sustituto de la vara que antes fungía como amenaza para quien no aprendía. Blandir la vara y agitar el dedo son transformaciones de un mismo gesto. En cambio, el dedo sin agitar, con brazo estirado, es quizá el símbolo más concreto del proceso democratizador: no sólo es pedir la palabra a una autoridad que la otorga, sino es el reconocimiento mismo de la posibilidad de usar la palabra, y en ese sentido, reafirmar la presencia misma de uno en el mundo. Significativo resulta que sea también señalando al cielo como se procede: tal pareciese que la democracia se asocia con los cielos. ¿Será?

Isaac García Venegas