martes, diciembre 11, 2018

La diatriba en torno a la Ley Federal de Remuneraciones

El Presidente de México sabe que mantener el apoyo popular y la movilización es difícil. Tarde o temprano disminuye, se desgasta. Administrará los golpes políticos para intentar mantenerlos, las encuestas serán eso a partir de hoy. Pero el presidente sabe más cosas. Tiene por ahora ese apoyo y esa movilización casi de manera incondicional. Es su bono. Por eso, con tino, decide enfrentar rápidamente problemas serios que de otro modo le hubiesen sido contraproducentes: la cancelación del aeropuerto en Texcoco, lo del Tren Maya, el tema de los salarios de los altos funcionarios y de los trabajadores. En este contexto, la rebelión de los integrantes del Poder Judicial tiene múltiples aristas que van más allá de la consigna política de la deshonestidad y demás.

Obviamente el tema económico es sensible, tanto para pobres como para ricos. Pero el tema de la “austeridad republicana” apunta directamente a la riqueza que viene dada de manera inadecuada por un servicio público. Por definición, el servicio público no debiera conducirse con los parámetros del “servicio privado”. Sin embargo, dado nuestro contexto, los valores, conductas, comportamientos y modos de ser de este sector han carcomido las bases de toda la vida social, incluidas las del “servicio público”. Por eso, los integrantes del Poder Judicial, y ahora uno de los Consejeros del Instituto Nacional Electoral, junto con otros que seguramente se sumarán a este amparo masivo ante la Ley Federal de Remuneraciones, piensan que se está atentado contra su bienestar, su trabajo. Viven y actúan como si el “servicio público” fuese “servicio privado”, por lo tanto les enfada y les preocupa que con una ley constitucional se les venga a decir que no es así.

El Presidente de México tiene razón: hay que hacer una distinción básica entre “servicio público” y “servicio privado”. Forma parte de su proyecto volverle a dar un papel protagónico al Estado y separar la política de la economía, los asuntos de gobierno de los asuntos del negocio. Por lo menos formalmente así lo plantea. Por supuesto, en su actuar, el presidente parece tomarse en serio esto, pero por otro se inclina más a una representación de ello, como sucedió con la cancelación del Aeropuerto en Texcoco, acto que si bien benefició al movimiento social que se opuso desde un principio a este proyecto, por el otro, terminó en una alianza un tanto extraña entre el presidente y asesores económicos bastante sospechosos e involucrados en aquel proyecto así como en el Tren Maya, al que por otro lado, otro movimiento social nada desdeñable se opone por las mismas razones que se opusieron los de Texcoco, pero que sospechosamente el presidente decide ignorar. Lo que allí vimos fue un magistral acto teatral que marcó el arranque de la distinción y separación aludida.

No hay modo que el gobierno actual pueda funcionar sin el apoyo empresarial. El presidente lo sabe, lo entiende. Cuando habla de cambio de régimen no se refiere por supuesto al proyecto neoliberal, sino a otra cosa: un ejercicio de saneamiento del gobierno para que tenga cierta independencia de actuación, estableciendo así una relación “debida” con las fuerzas económicas, y ya no más una “indebida” que hasta hoy, desde hace más de tres décadas, se ha mostrado como sumisa, obsequiosa con aquellas fuerzas.

La estrategia, con sus teatralidades, no es errónea. Está funcionando de maravilla. La gente está convencida de que algo está pasando, lo que ya en sí mismo un gran logro. Que por lo bajo también estén pasando cosas menos loables, como una inexistente separación y autonomía de poderes entre el Legislativo y el Ejecutivo es para la gente otro cantar. La idea de que para algo se “es mayoría” está presente en muchísimas de las personas que padecimos las otras mayorías, las del PRI solito, las del PRI, PAN, Verde, PRD juntas. Pero allí es en donde precisamente está construyendo su discurso la rebelión del Poder Judicial. Malo que lo haga para negarse a la separación entre “servicio público” y “servicio privado” que está llevando a cabo el Poder Ejecutivo, pero aún así, el tema de la separación y autonomía de poderes se mantiene como algo que debe ser pensado y analizado en este conflicto. Las amenazas provenientes del Poder Legislativo de destitución a los inconformes es delicada, porque no abona en eso que dicen creer, la democracia. ¿Puede un presidente arrollador como lo es el que tenemos contenerse para garantizar en verdad la separación y autonomía de los poderes del Estado?, ¿puede una mayoría envalentonada autocontenerse, concebirse independiente, autónoma de aquel al que le cantan las mañanitas en pleno salón de sesiones?, ¿puede el Poder Judicial asumir lo que se le exige y volverse en efecto un servicio público?

Si queremos llegar a algún lado, esta diatriba debe resolverse adecuadamente dentro del proyecto que encabeza el Presidente de México, pero también dentro del delicado equilibrio de la separación y autonomía de los poderes. De otro modo habrá un mal comienzo que puede derivar en algo bastante desagradable a lo largo del sexenio, incluso incontrolable. El presidente lo sabe.

jueves, septiembre 06, 2018

¿Y si estamos ante algo más grave?

Las redes sociales obligan. Incluso a los porros. Circulan en la Red los perfiles de varios de los que participaron en la trifulca, agrediendo y lesionando a estudiantes del CCH Azcapotzalco el pasado 3 de septiembre. En algunos de esos perfiles los susodichos dan explicaciones de lo que hicieron. Antaño, los porros no lo hacían, golpeaban y se iban. Grupos de choque creados por las propias autoridades universitarias, solapados por los diferentes titulares del extinto Departamento del Distrito Federal, no requerían dar explicación alguna. Hablaban elocuentemente a golpes. Su existencia era clara: amedrentar, desarticular la organización estudiantil, apoyar a ciertos grupos políticos para que se hicieran de direcciones, coordinaciones y demás puestos académicos-administrativos. Después de su paso como forajidos, algunos de ellos hicieron carrera universitaria, otros política, otros delincuencial. Pero las cosas parecen haber cambiado, ahora la compulsiva visibilidad de las redes sociales les obliga a explicar su proceder.

Uno de los porros en particular es elocuente en su decir. Reivindica su autonomía con respecto a las autoridades universitarias o del actual gobierno de la Ciudad de México. No son éstas las que los mandan, afirma. De donde es inevitable concluir que desde su perspectiva su actuar obedece a una discrepancia ideológica con los estudiantes que fueron agredidos. Los acusa de imposiciones "desde la izquierda" en su plantel, con paros y protestas. Así, justifica su proceder "porril" como resultado de un actuar legítimo en defensa de cierto tipo de educación y en contra de las "imposiciones" que están realizando esos estudiantes revoltosos a los que califica de "chairos".

Por supuesto, las cosas que afirma son dudosas, sin embargo, lo preocupante es la carga discriminatoria que hay en su decir. Durante el reciente proceso electoral, "chairo" se utilizó para calificar a quienes manifestaban su apoyo a López Obrador, pero también a todo aquel que osara criticar a los gobiernos mexicanos de corte neoliberal. Pariente lejana del "naco" y del "jodido", la palabra "chairo" tiene una indiscutible carga racial y socioeconómica. Que un porro la utilice para hablar con los que manifiestan su protesta por su actuar "porril", que las lesiones sufridas por varios estudiantes insinúe son merecidas por ser "chairos", que las presiones estudiantiles para mejorar las condiciones de estudio sean tildadas como imposiciones de "chairos", resulta peligroso porque, por un lado, quiere decir que la polarización electoral trasciende por mucho el momento electoral, y por el otro, que esparcido en la sociedad mexicana, particularmente en jóvenes, hay una tendencia "fascistoide" peligrosa que está manifestándose ya abiertamente.

No cabe duda que la "desestabilización" es uno de los objetivos centrales de esta agresión, pero quizá habría que verla como el resultado de una emergencia fascistoide que por ahora aparece combinada con una rancia práctica universitaria. Si llega a encontrar articulación en combinación con otros procesos de descomposición de nuestra sociedad pronto estaremos en el infierno.


sábado, julio 28, 2018

Por qué Lisboa

Me preguntan el motivo de mi fascinación por Lisboa. Creo que ella es la representación de un tipo de vida a la que me adscribí sin saberlo: laberíntica, llena de callejones aparentemente sin salida, inundada de terrazas en las que se vive el placer del gusto, de la mirada, del olfato; en la que escaleras sirven para subir y bajar, perderse, y en algún escalón hundirse en la mirada, los labios, el cuerpo de una mujer. De Lisboa, como de cierto tipo de vida, me gusta su majestuosidad marcada por la pátina del tiempo, sus heridas, los rastros de la decadencia, su voluntad imperial que lejos de ser presumible es un lastre oneroso que artistas gráficos intervienen, cuestionan, redefinen. De ella y de la vida me gusta su provocación persistente, su gana de reinventarse, su discreto recuerdo de la revolución, que no llega a ser un afiche y que parece estar de acuerdo con aquello de que un revolucionario no muere para colgar su imagen en la pared, como se dijo por estos lares en el 68. De Lisboa me gusta su sugerencia que allí, a las orillas del Tajo, y un poco más allá, en confluencia con el Atlántico, todo comienza y todo termina. Así la vida, la nuestra, la mía: hay un punto donde todo comienza y todo termina. Ojalá el mío fuese siempre tan bello como el Tajo.

domingo, julio 01, 2018

Seguiremos

Observo y pienso. Más de tres décadas luchando. Lo que hoy sucede no es la meta, es el inicio. Todos los recuerdos vienen: las madrizas, las marchas, las persecuciones, las descalificaciones, la tentación de las armas, los amigos que sí las tomaron y nunca regresaron, el mantenerse en la crítica pese a todo. Por eso, mañana seguiremos pugnado por un cambio profundo y real. Seguiremos siendo la mirada crítica, la presión, los que propondremos caminos. Y nos cansaremos. Pero esta victoria es nuestra.

sábado, junio 30, 2018

Votamos desde la memoria

Pertenezco a una generación cuya primera participación electoral se frustró con el fraude de 1988; que en 1994 vio al régimen asesinar a su propio candidato; que en el 2000 recibió con cierto escepticismo la victoria de Fox, quien se encargó de hundir cualquier idea democrática; que en el 2006 volvió a ser testigo de otro fraude electoral; que en el 2012 presenció impotente el dominio irrestricto de intereses económicos que hoy vuelven a jugar con el miedo, la amenaza. Para nosotros, el fraude no es una especulación, es una historia. Tenemos memoria. Esperamos que esta vez no haya fraude aunque hay indicios suficientes para pensar que lo habrá, quizá no en la elección presidencial, pero sí en el resto de los niveles. 

Pertenezco a una generación que se involucró en todas las luchas inspiradas por y en beneficio de la democracia. Hemos perdido más de lo ganado. Pero somos obstinados. Obviamente no nos convencen ni nos alarman los muy pedestres argumentos de los que estando en el poder o en derredor de él, recurren a la infantil estrategia del “coco” que viene. Sus argumentos hablan más de ellos que de la realidad. Lo que a través de ellos habla es su convicción autoritaria, la insuficiencia de su ciudadanía, su nulo involucramiento con algo más que no sea su beneficio propio. Ven en AMLO lo que traen profundamente interiorizado. Se ven en el espejo y les asusta. A nosotros lo que nos pesa es precisamente lo que ven, lo que cultivan, lo que les induce a actuar como actúan, no el rostro que lo porta. El autoritarismo es tan inaceptable en ellos como en AMLO o en quien sea. Y como lo hemos demostrado desde aquel 1988 e incluso antes, no estamos dispuestos a aceptarlo.

Tengo la impresión que para una gran parte de mi generación no se trata de votar en favor de AMLO, sino en contra de esa historia terrible con la que hemos crecido desde 1988. Si gana AMLO, seguiremos luchando, aunque las condiciones por supuesto serán distintas, quizá un poquito más amables. Pero estamos dispuestos a aceptar esa ventana que con su triunfo se abrirá. Con él seremos tan críticos como lo hemos sido hasta hoy con el poder. Porque el poder requiere eso: crítica, contención, exigencia, pero jamás un voto de confianza. Y si muchos de nosotros no estamos dispuestos a dar ciegamente esa confianza a AMLO, mucho menos estamos dispuestos a darla con conocimiento de causa a quienes llevan de una u otra manera en el poder más de tres décadas. Ellos sí están obstinados con el poder, pero sobre todo, son los responsables del desastre que es nuestro país. No hay números alegres que puedan ocultarlo.

Nuestro voto es por tanto el resultado de la memoria, la convicción, la lucha y el contexto. Estaremos, emplazados en la izquierda, luchando por la democracia, sean cualesquiera las condiciones que imperen mañana o pasado. Lo hemos hecho en las muy desfavorables condiciones de las últimas tres décadas. ¿Por qué habríamos de dejar de hacerlo?, ¿por vejez?

sábado, abril 14, 2018