Las redes sociales obligan. Incluso a los porros. Circulan en la Red los perfiles de varios de los que participaron en la trifulca, agrediendo y lesionando a estudiantes del CCH Azcapotzalco el pasado 3 de septiembre. En algunos de esos perfiles los susodichos dan explicaciones de lo que hicieron. Antaño, los porros no lo hacían, golpeaban y se iban. Grupos de choque creados por las propias autoridades universitarias, solapados por los diferentes titulares del extinto Departamento del Distrito Federal, no requerían dar explicación alguna. Hablaban elocuentemente a golpes. Su existencia era clara: amedrentar, desarticular la organización estudiantil, apoyar a ciertos grupos políticos para que se hicieran de direcciones, coordinaciones y demás puestos académicos-administrativos. Después de su paso como forajidos, algunos de ellos hicieron carrera universitaria, otros política, otros delincuencial. Pero las cosas parecen haber cambiado, ahora la compulsiva visibilidad de las redes sociales les obliga a explicar su proceder.
Uno de los porros en particular es elocuente en su decir. Reivindica su autonomía con respecto a las autoridades universitarias o del actual gobierno de la Ciudad de México. No son éstas las que los mandan, afirma. De donde es inevitable concluir que desde su perspectiva su actuar obedece a una discrepancia ideológica con los estudiantes que fueron agredidos. Los acusa de imposiciones "desde la izquierda" en su plantel, con paros y protestas. Así, justifica su proceder "porril" como resultado de un actuar legítimo en defensa de cierto tipo de educación y en contra de las "imposiciones" que están realizando esos estudiantes revoltosos a los que califica de "chairos".
Por supuesto, las cosas que afirma son dudosas, sin embargo, lo preocupante es la carga discriminatoria que hay en su decir. Durante el reciente proceso electoral, "chairo" se utilizó para calificar a quienes manifestaban su apoyo a López Obrador, pero también a todo aquel que osara criticar a los gobiernos mexicanos de corte neoliberal. Pariente lejana del "naco" y del "jodido", la palabra "chairo" tiene una indiscutible carga racial y socioeconómica. Que un porro la utilice para hablar con los que manifiestan su protesta por su actuar "porril", que las lesiones sufridas por varios estudiantes insinúe son merecidas por ser "chairos", que las presiones estudiantiles para mejorar las condiciones de estudio sean tildadas como imposiciones de "chairos", resulta peligroso porque, por un lado, quiere decir que la polarización electoral trasciende por mucho el momento electoral, y por el otro, que esparcido en la sociedad mexicana, particularmente en jóvenes, hay una tendencia "fascistoide" peligrosa que está manifestándose ya abiertamente.
No cabe duda que la "desestabilización" es uno de los objetivos centrales de esta agresión, pero quizá habría que verla como el resultado de una emergencia fascistoide que por ahora aparece combinada con una rancia práctica universitaria. Si llega a encontrar articulación en combinación con otros procesos de descomposición de nuestra sociedad pronto estaremos en el infierno.