Pertenezco a una generación cuya primera participación electoral se frustró con el fraude de 1988; que en 1994 vio al régimen asesinar a su propio candidato; que en el 2000 recibió con cierto escepticismo la victoria de Fox, quien se encargó de hundir cualquier idea democrática; que en el 2006 volvió a ser testigo de otro fraude electoral; que en el 2012 presenció impotente el dominio irrestricto de intereses económicos que hoy vuelven a jugar con el miedo, la amenaza. Para nosotros, el fraude no es una especulación, es una historia. Tenemos memoria. Esperamos que esta vez no haya fraude aunque hay indicios suficientes para pensar que lo habrá, quizá no en la elección presidencial, pero sí en el resto de los niveles.
Pertenezco a una generación que se involucró en todas las luchas inspiradas por y en beneficio de la democracia. Hemos perdido más de lo ganado. Pero somos obstinados. Obviamente no nos convencen ni nos alarman los muy pedestres argumentos de los que estando en el poder o en derredor de él, recurren a la infantil estrategia del “coco” que viene. Sus argumentos hablan más de ellos que de la realidad. Lo que a través de ellos habla es su convicción autoritaria, la insuficiencia de su ciudadanía, su nulo involucramiento con algo más que no sea su beneficio propio. Ven en AMLO lo que traen profundamente interiorizado. Se ven en el espejo y les asusta. A nosotros lo que nos pesa es precisamente lo que ven, lo que cultivan, lo que les induce a actuar como actúan, no el rostro que lo porta. El autoritarismo es tan inaceptable en ellos como en AMLO o en quien sea. Y como lo hemos demostrado desde aquel 1988 e incluso antes, no estamos dispuestos a aceptarlo.
Tengo la impresión que para una gran parte de mi generación no se trata de votar en favor de AMLO, sino en contra de esa historia terrible con la que hemos crecido desde 1988. Si gana AMLO, seguiremos luchando, aunque las condiciones por supuesto serán distintas, quizá un poquito más amables. Pero estamos dispuestos a aceptar esa ventana que con su triunfo se abrirá. Con él seremos tan críticos como lo hemos sido hasta hoy con el poder. Porque el poder requiere eso: crítica, contención, exigencia, pero jamás un voto de confianza. Y si muchos de nosotros no estamos dispuestos a dar ciegamente esa confianza a AMLO, mucho menos estamos dispuestos a darla con conocimiento de causa a quienes llevan de una u otra manera en el poder más de tres décadas. Ellos sí están obstinados con el poder, pero sobre todo, son los responsables del desastre que es nuestro país. No hay números alegres que puedan ocultarlo.
Nuestro voto es por tanto el resultado de la memoria, la convicción, la lucha y el contexto. Estaremos, emplazados en la izquierda, luchando por la democracia, sean cualesquiera las condiciones que imperen mañana o pasado. Lo hemos hecho en las muy desfavorables condiciones de las últimas tres décadas. ¿Por qué habríamos de dejar de hacerlo?, ¿por vejez?