Escribe Nietzsche que la serpiente del árbol de la sabiduría es dios mismo descansando. “El diablo —escribe— es meramente el ocio de Dios cada séptimo día”. Así es como me entero que esa serpiente que en mi interior serpentea, muerde, se agita, es mi yo mismo después de haber rozado la belleza, la perfección, el amor.
Envuelto en esa linda nube propia de la confianza abro puertas y ventanas, sacudo la mirada, y muestro el interior sin preocuparme por quién pueda entrar. Pero nada en el paraíso es lo que parece. Así, abierto de par en par, lo que llega es el rumor del mundo real en donde no prevalece ni siquiera la locura. Un mundo real que es simplemente bárbaro y destructivo.
Tardo en cerrar todo de nuevo. Adentro algo de esa realidad se queda. Y allí aparece esa serpiente que soy yo, haciendo estragos. Antes solía correr en busca de ayuda para lidiar con esto. Ahora tan sólo observo en silencio esa mi serpiente que también soy. El diablo en mí que suelo ser.
Como aquella tentación originaria, todo esto terminará alguna vez en expulsión. No estoy seguro de lo que prevalecerá. Lo único que en este momento sé es que en esta ocasión estoy muy cansado y triste.
Dice Tabucchi: los libros de viaje "poseen la virtud de ofrecer un doquier teórico y plausible a nuestro donde imprescindible y rotundo". Hay muchos tipos de viajes: los internos, los externos, los marginales. Este blog quiere llenarse de estos viajes, e invita a que otros sean también, con sus viajes, un doquier para mi donde.