Esta gana de hacerse bolas es lo que mina la escasa confianza que puedo tener en “la izquierda” electoral. El pragmatismo de esta izquierda le lleva a desdeñar el sentido que ciertos ciudadanos le damos a la anulación del voto. Para nosotros no se trata de votar por el menos peor para que pierdan los verdaderamente malos. En cambio, lo que se hace anulando el voto es manifestar una objeción, la única objeción que el proceso electoral permite (el ciudadano responsable vota), sobre los plataformas, los perfiles, y las implicaciones no dichas de candidatos y partidos políticos. Es un acto de conciencia y de ciudadanía. Es también manifestar de manera concreta las dudas que se tienen sobre la supuesta diferencia entre los “proyectos de nación” que cada uno de los candidatos dice representar. Hasta hoy no ha existido autoritarismo alguno que no desdeñe la duda y la objeción. Es lo que hace actualmente el partido en el poder, y lo que otrora hizo el otro partido que estuvo al frente del poder ejecutivo por décadas. En la democracia la duda y la objeción han de respetarse como toma de postura tan válida y valiosa como la que toman los que sin dudar ejercen su voto en favor de tal o cual partido y candidato.
Pero a diferencia de quienes piensan desde el pragmatismo electoral, uno reconoce que, efectivamente, visto desde cierta perspectiva, uno de los candidatos es el menos peor que el resto. Y también puede hallar motivos de simpatía ocasionales para ese mismo candidato que, por cierto, postula un grupo de partidos que no son ni el PRI ni el PVEM ni el PAN ni el PANAL. De hecho, hoy, en entrevista con Carmen Aristegui, ese candidato lo hizo muy bien. Para algunos que tenemos considerada la posibilidad de anular el voto, el desdén hacia ese candidato es impensable: se le escucha y se pondera lo que afirma. Y precisamente por ello lo que uno quisiera es encontrar en el decir de este candidato, en su actuar, en su equipo, en sus asesores, las razones para votar por un motivo más enaltecedor que el pragmatismo y menos ofensivo que escoger al menos peor. Sicilia tiene razón cuando afirma que elegir de ese modo es algo que, dadas las circunstancias actuales, no nos merecemos en este país. Pero lo que se encuentra es desdén constante, desdén por parte de candidatos, por parte de instituciones, por parte de partidos, por parte de amigos, compañeros y conocidos.
Quizá si ese candidato con los partidos aliados que los postulan tuvieran el talento de reconocer la perspectiva de quienes pensamos anular el voto, se podría construir un elemento mínimo de confianza que influya en ejercer un voto a su favor. Pero lo que aparece por aquí y por allá también, es pura consigna que ve a los “indecisos”, a los que anularán su voto, a los que ejercerán el voto en blanco, a los que no votarán, como irresponsables, como ciudadanos inconscientes que no se dan cuenta de la “coyuntura histórica” en la que el país se encuentra. Cuando escucho esto no puedo sino esbozar una sonrisa porque me parece estar oyendo a fieles en misa.