sábado, abril 21, 2012

¿Qué es lo que en verdad está en juego? A propósito de la colección de libros promovida por Proceso y Grijalbo


Me precio de poder ver películas o leer libros desagradables sin respingo alguno. Ciertamente requiere de una actitud particular, de un “lavado de cerebro” personal, pero no necesito enfrascarme en eso por mucho tiempo; no gasto mucha energía ni tiempo en ello. Cuando vi que Proceso y Grijalbo sacarían una colección sobre el narcotráfico, me hice ese lavado y tomé la decisión de adquirir cada uno de los libros de esa colección que promete ayudar a “entender” la guerra contra el narcotráfico que vive nuestro país.
Confieso mis simpatías por la revista Proceso. Aunque me disgustan sus por momentos tonos cercanos al amarillismo, me gusta su “timing” político. Primero el libro de Scherer sobre Calderón; luego en portada los trapitos sucios de la Wallace; y esta colección sobre el narcotráfico que, si mis cálculos no fallan, terminará sus entregas por el mes de julio, el mes electoral.
La calidad de los libros es desigual, me refiero a su contenido y estilo. Sin embargo, al menos los tres que llevo, se me han revelado como indispensables para recomendar su lectura antes de las elecciones. En Confesión de un Sicario. El testimonio de Drago, lugarteniente de un Cártel mexicano, se afirma:
“Aunque no es ningún descubrimiento, la verdad es que en este negocio trabaja un chingo de gente del gobierno. Por eso lo que deben reconocer los presidentes es que ellos mismos no son sino seres gobernados por la industria del narcotráfico, que no sino sino gatos del mercado. Lo que deverían reconocer los presidentes de México es que nadie va a parar lo que el gobierno mismo trafica”. (p. 59)
Este libro como el otro, Los señores del narco (dividido en dos vólumenes para esta colección), es un rosario de denuncias sobre el respaldo que los gobiernos en turno, federal, estatales y locales, dan al narcotráfico. O mejor dicho, cómo el narcotráfico y el gobierno son una y la misma cosa. En el libro de Anabel Hernández, que es quizá el más delicado, se explica cómo se expandieron el narcotráfico y los Cárteles en México. Pero sobre todo muestra que los “señores del narco” no son los narcotraficantes más buscados, sino precisamente los políticos y empresarios que ponen presidentes y que a través de múltiples mediaciones definen la política y economía de este país. De aquí que la aparente contradicción entre las afirmaciones de Drago y las que hace la periodista Hernández no sea en verdad tal: si los presidentes en turno son “gatos del mercado” es porque hay quien lo crea y lo controla, y no son ellos. Sí, en efecto, se trata de una suerte de “chicago boys” a la mexicana que crean un mercado en el que el monopolio y las ganancias se hacen a costa de adicción, sangre y fuego. Todo en beneficio de la acumulación de dinero.
Es sorprendente (por inimaginable) la cantidad de dinero de la que se habla en ambos libros para el pago de protección. Pero esos pagos que se hacen a policías, militares, judiciales, son las migajas de las cantidades de capital que se generan desde el “poder” para el “poder” gracias al narco. De hecho, ni siquiera los millones de dólares con que cuentan los narcotraficantes más buscados es lo más suculento: eso sigue siendo una migaja de otro gran negocio. La riqueza que genera el narcotráfico, la acumulación de capital a que da lugar, en verdad sólo es una pieza del gran negocio que se juega en el mundo: quedarse con las riquezas de todos los países, excluir a la mayoría de la gente de ese cúmulo de riquezas, y vivir de la explotación de los millones de pobres que viven en el mundo. Sólo de necios puede ser el hecho de no ver la similitud entre las “barbaridades” del narcotráfico y las “barbaridades” legales del capitalismo.
En el libro de Anabel Hernández, Los señores del narco, se afirma que entre 1970 y 1982 el gobierno controló el narcotráfico, y que a partir de 1982 comenzó el proceso en el que los gobiernos en turno decidieron dejar a un lado el control para participar directamente en él. De hecho, en la transcripción de un testimonio de quien al parecer estuvo dentro de este cambio, se dice que Sergio García Ramírez, a la sazón Procurador General de la República del gobierno de Miguel de la Madrid, tuvo un papel preponderante en este cambio:
“El pago de impuestos por parte de los narcotraficantes comenzó a transformarse en dinero directo para los políticos y funcionarios mexicanos. Se crearon fortunas y se financiaron proyectos políticos, pero comenzó a perderse el mando sobre los narcotraficantes. García Ramírez metió a su gente de confianza no para controlar a los narcotraficantes sino para sustituirlos. Los coordinadores regionales de la PJF dejaron de ser policías y se convirtieron en narcotraficantes, y usaban a los narcotraficantes de profesión para sus propósitos”. (volumen 1, p. 117).
La credibilidad de este testimonio no está en la “sospecha” permanente que el ciudadano común y corriente tiene con respecto a los gobiernos, ni tampoco en la cantidad de rumores que circulan en novelas y telenovelas, cuentos y chismes, sino en otro lado, que es muy difícil de negar: el patrón de comportamiento propio del capitalismo en su versión neoliberal. Que haya sido precisamente en el gobierno del recién finado de la Madrid cuando el patrón de comportamiento de los gobiernos mexicanos cambió con respecto al narcotráfico del “cobro de un impuesto” a la participación directa en él para hacerse de riquezas inverosímiles, es el mismo comportamiento que siguieron con el país: vender cuanto se pudiera para hacerse ellos de riquezas inverosímiles. Ese comportamiento que ve a un país como un coto privado desde el cual y con el cual se puede hacer jugosos negocios es el mismo que ve en el narcotráfico “una industria”, según palabras de Drago. De hecho, este sicario parece quejarse al afirmar que los políticos son insaciables en sus exigencias de dinero, lo mismo que los empresarios, que suelen perderse entre el lujo de la violencia y la violencia que desata el lujo.
La lectura de esos libros obligan la pregunta de qué es lo que en verdad está en juego en este proceso electoral. ¿Cuáles “señores” están jugando el juego electoral? ¿Acaso hay en verdad un “pequeño paraíso”, un breve “resquicio”, un “islote” inmune a su acción bárbara propia del capitalismo? Se estaría tentado a contestar que sí, pero cuando se revisan las listas de nombres que se citan en estos libros y que aparecen vinculados a esta lógica neoliberal del narcotráfico, esa tentación se evapora. Hay que leer esos libros para descubrir que la situación es peor de lo que las propias campañas electorales dejan suponer.