sábado, noviembre 27, 2010

La carta (Texto escrito para su presentación el 25 del presente en el CIESAS)

Peregrina sin posada
Isaac García Venegas
Laboratorio Audiovisual
CIESAS
En 2005 se dio a conocer La batalla de las cruces. Protesta social y acciones colectivas en torno a la violencia sexual en Ciudad Juárez, documental realizado por Rafael Bonilla, basado en las investigaciones que desde agosto de 2001 realiza Patricia Ravelo, investigadora del CIESAS-DF, sobre el feminicidio en aquella ciudad y las respuestas ciudadanas que se han gestado para detener este flagelo que afecta, severa y trágicamente, a mujeres de cierta edad y condición social así como a sus familias. Ahora, cinco años después, ofrecen al público en general La carta, un documental que si bien puede verse como la continuidad de La batalla de las cruces, es distinto porque, por un lado, a diferencia de lo que se hace en aquel, se presenta un caso particular, diríase emblemático, que sintetiza la problemática del feminicidio, y por otro, porque aborda aspectos que quizá de manera menos evidente pero igualmente corrosiva se padecen en todo el país.

La carta cuenta la historia de un doloroso despertar que lejos de ahuyentar lo que podría pensarse y quererse como una pesadilla, en realidad la confirma como condición de vida. Paula Flores, la protagonista de este documental, ha padecido severos reveses desde que migró con su esposo y siete hijos a Lomas de Poleo, en Ciudad Juárez, Chihuahua, en la década de los noventa del siglo pasado. En 1998 enfrentó el secuestro, la violación y el asesinato de la cuarta de sus hijas, María Sagrario González Flores, de 17 años, trabajadora de la maquiladora CAPCON. El nuevo siglo le trajo más agravios y dolores: la usurpación por parte de magnates gaseros de la región de los predios en los que ella y otras tantas familias hicieron su vida y que pacientemente dotaron de los servicios indispensables para vivir decorosamente. Por oponerse a este acto de despojo, en 2003 fue encarcelada y liberada tras pagar una fianza de más de 400 pesos. Y tres años después de eso, sufrió el extraño suicidio de su esposo, Jesús González Flores.

La sola enumeración de estos reveses eriza la piel. Verlos lo hace aún más. No obstante, vale la pena destacar la manufactura de este documental, que los aborda sin incurrir en un tratamiento amarillista ni ofrecerlo como el resultado de un informe de investigación en el que una voz en off abunda sobre lo tratado, como en cierto modo sucedió en La batalla de las cruces. Al dejar que la protagonista cuente su propia historia de vida, me parece que el tratamiento es adecuado, lo mismo que el manejo de cámara (salvo algunas escenas en las que resulta inexplicable la aparición en cuadro de un camarógrafo con su operador de boom) y la fotografía. El ritmo que posee facilita verlo sin salir corriendo de la sala de exhibición. No es vertiginoso pero la brutalidad de los temas tratados cala tan profundamente que si no fuera por las escenas de la vida cotidiana, tanto de lo que queda de la familia de Paula Flores (seis integrantes) como de Ciudad Juárez en general, incluida su vida nocturna, y del paisaje, como el desierto y los atardeceres, el espectador fácilmente podría irse a pique o poner distancia con quien narra sus tragedias.

La propia Paula Flores ayuda en mucho a que el espectador no se sature del dolor que ella cuenta. Aunque no lo oculta (las lágrimas y la voz entrecortada se presentan de manera recurrente), paradójicamente ante cuadro ofrece una extraña sensación de sosiego. Resulta sorprendente que pese a todo lo que cuenta no tenga un rostro endurecido, una actitud resignada, de derrota, de abandono o profundamente religiosa. La canción que la gente de Casa Talavera le hizo y que se escucha en diversos momentos del documental es sin duda certera: ella es una mujer de amor, valiente, guerrera. Es esa imagen la que prevalece ante el espectador.

¿De dónde le viene todo eso si la vida se ha ensañado con ella? Le viene precisamente de ese despertar doloroso merced de las tragedias que la agobian. Su pesadilla no la constituye solamente la sucesión de éstas sino la realidad institucional que se ve obligada a enfrentar a partir de ellas. Su sosiego es el de una ciudadana que descubre semejante realidad y que entonces asume la responsabilidad de moldear su entorno. Para Paula Flores el Estado, la oligarquía y la delincuencia se confabulan en contra de la población pobre, siendo ella uno de los blancos más visibles. Las instituciones gubernamentales, estatales, no sólo no le responden como debieran sino que la atacan cuando no la ignoran. Y ella a su vez responde, primero, de manera intuitiva, con actos simbólicos, como pintar cruces negras en los postes, para posteriormente fundar una organización ciudadana (Voces sin eco) dedicada a buscar mujeres desaparecidas y a apoyar a las familias que padecen lo mismo que ella. Así mismo se obliga a incursionar en el lenguaje jurídico y judicial para encontrar justicia, esa peregrina sin posada en el Estado mexicano. Su persistencia llevó a la cárcel a uno de los responsables de la muerte de su hija, pero como ella dice, el caso aún no se resuelve porque el resto está libre. El despertar doloroso ante una realidad brutal le llevó a fundar, junto con otras madres, un jardín de niños en su entorno completamente desfavorecido para educar a los niños sin violencia, con la esperanza de contener la reproducción del círculo vicioso que culmina en el feminicidio. En suma, Paula Flores, por de la tragedia, se conviritió en ciudadana plena en un país a cuyo gobierno poco le interesa que esto sea así.

En mi opinión, y esta es solamente mi opinión, lo que este caso muestra es que nos encontramos no tanto ante un Estado fallido, como suele decirse, sino ante la razón de ser del Estado burgués: garantizar el funcionamiento de una economía de mercado que vela por la acumulación de capital a costa de quienes solamente poseen su fuerza de trabajo. Si en este país existe una guerra se trata de la que el capital emprende en contra de la fuerza de trabajo, a la que, en virtud de los avances tecnológicos y su desaforada productividad, concibe ya desechable. Gracias al Estado esta guerra se pretende legal, aunque como lo demuestra la vida de Paula Flores en la última década, es a todas luces ilegítima e injusta.

Pero Paula Flores lucha contra su pesadilla también de otras maneras. Sobre todo a través de la escritura. Ella le escribe a sus muertos. Le importa recordar y decir, preguntar y añorar, quiere esclarecer y esclarecerse. No se trata de un diario ni de una relación de agravios, sino de lo que en soledad se puede decir con sinceridad a quienes han dejado de existir por la brutal dinámica de un sistema y de una sociedad abandonada a su suerte. Podría decirse que este documental, de alguna manera, es una carta visual de remitente conocido con múltiples destinatarios. En este sentido, creo se procedió con acierto. La carta nos interpela.  Valdría la pena no haceerse los sordos o los analfabetas funcionales.

Quiero decir, para finalizar, que percibo cierto desequilibrio en el documental. Si el hilo conductor fundamental es la muerte de María Sagario González Flores y cómo esto transformó la vida de Paula Flores, sus dos derivaciones, el conflicto de los terreos en Lomas de Poleo y el suicidio de Jesús González Flores no son tratados con la misma claridad. El último tema queda registrado pero sin mayor explicación. En algunos artículos que se han escrito sobre este ya laureado documental se afirma que el suicidio se debió a que ya no pudo soportar el dolor de la pérdida de su hija. En realidad, el contexto y la forma del sucidio cuestionan esta explicación. Probablemente por motivos éticos o de respeto a la propia protagonista, los realizadores optaron por solamente insinuar que tras el suicidio hay algo más complejo y delicado. Si esta fue la razón, resulta comprensible, lo cual, no obstante, en términos formales da una sensación de desequilibrio en el documental.

Sea como fuere, me parece que, como ya lo demostró su reciente premiación, este documental será bien acogido en diversos circuitos académicos y comerciales. No me resta sino felicitar a Rafael Bonilla, Patricia Ravelo y el productor..... por haber hecho este documental.