Si usted despierta y se sorprende porque no encuentra los rayos de sol de los que siempre le hablaron cuando niño, no se asuste, usted amaneció en México: un país que cual elote se desgrana acelaradamente. Tómelo con calma. Busque en algún lugar de usted el valor necesario para levantarse, prender la radio, leer los periódicos. Si las malas noticias hacen mella en usted, no se tire a la depresión. Salga a la calle, observe a la gente, y dígase, con confianza, un día más. Quizá la tristeza se le suba al alma y el frío le cale hasta las huesos; quizá cada paso le duela y cada sonrisa le cueste sangre. Pero créame, nadie le juzgará, a menos que sea un hipócrita o un ciego...