domingo, mayo 10, 2009

Viejas palabras. Palabras dirigidas a estudiantes de secundaria por su participación en la revista Universidad de México. Octubre 2003

Para los alumnos de la secundaria “Antonio José de Sucre”

Es para nosotros, los que hacemos la revista Universidad de México, un verdadero placer estar aquí, con ustedes, alumnos, familiares, maestros y autoridades de la escuela secundaria “Antonio José de Sucre”. Conocer gente nueva siempre es un placer. Sin embargo, este placer aumenta cuando con esa gente –en este caso, los alumnos del Taller de Artes Plásticas impartido por Miriam Aguirre– se ha compartido una viaje tan valioso como el que nosotros hemos hecho en el número de la revista que hoy nos reúne.

Sé que son inteligentes y se preguntarán ya, desde ahora, cómo es posible hacer un viaje sin conocerse con anterioridad. Pues bien, he allí la magia del arte y la palabra. Porque cada trazo, cada color, cada palabra, cada frase, tiene un mensaje que busca los ojos, los oídos, la atención de los demás. No es lo mismo el dibujo que se queda en el closet ni el cuento que se guarda en los cajones del escritorio que el dibujo que otros aprecian y el cuento que otros leen y festejan. Lo que hacemos tan sólo tiene sentido cuando llega a otros, y más cuando esos otros no son únicamente los que están con nosotros: la familia, los amigos, las novias o los novios. También son los que viven en otros lugares, incluso en otras épocas, con inquietudes, preguntas y gustos muy distintos a los nuestros.

Por eso, cuando ustedes leen un libro o una revista, cuando ven un pintura, un grabado, una escultura; cuando escuchan una melodía o presencian una danza, es decir, cuando ponen atención a lo que otros les quieren decir, comparten sus experiencias, sus deseos y frustraciones, sus alegrías y dolores. De este modo viajan con ellos por los mares de su vida creativa, y si me permiten decirlo, al hacerlo ustedes mismos se vuelven mejores personas, más listas, más sensibles.

Esto es lo que ha pasado entre nosotros. Las ilustraciones que están plasmadas en esta revista, correspondiente al mes de octubre, son producto de su creatividad. Vistas con atención dicen muchas cosas. Lo mismo sucede con los que escribieron los ensayos, cuentos y poemas para este número. También ellos enfrentaron con valentía y creatividad las hojas en blanco en las que después plasmaron sus palabras. Mejor ustedes que nadie saben lo que es eso: pararse frente a una hoja en blanco que hay que llenar de colores y formas. Lo más valioso de todo es que de este diálogo entre desconocidos surgió un bello número.

Ahora otros más, que no son ni ustedes ni los que escribieron ni los que hicimos este número, encontrarán en él mensajes distintos que les ayudarán a pensar y gozar mejor su vida. Porque ésta es, entre otras cosas, la función de una revista. Por lo menos es la función de nuestra revista que desde hace 73 años alimenta el espíritu de quienes la consultan. En efecto, desde antes que ustedes y sus padres nacieran, tal vez desde antes que sus abuelos nacieran, la revista Universidad de México existe. Apareció por primera vez en un lejano noviembre de 1930 y desde entonces ha publicado 628 números. Si pudiesen revisar las páginas de todos esos números encontrarían que en ellas han escrito los intelectuales más importantes de este país e incluso del extranjero. También se darían cuenta que las imágenes han sido hechas por grandes dibujantes, escultores, grabadores, pintores, diseñadores de arte.

Ahora ustedes comparten con esa historia de 73 años la experiencia creativa de dar forma a sus páginas y, en esa medida, un mensaje a muchas personas cuyo rostro jamás verán. No sabemos si con el tiempo alguno de ustedes será un artista reconocido, pero lo que sí sabemos es que para tres mil personas, que es el tiraje de esta revista, ustedes, con sus trazos, les han vuelto la vida más bella. Eso debiera de ser, como lo es para nosotros, motivo de alegría. Alegría y placer que esperamos compartan sus familiares, maestros y autoridades de su escuela. Sabemos que eso puede suceder porque su maestra, Miriam Aguirre, no cabe en sí misma de tanta alegría al ver el esfuerzo que realizaron. Por eso, por el viaje compartido, por el mensaje contenido en sus dibujos: felicidades, y muchas gracias.

Isaac García Venegas