jueves, septiembre 15, 2005

Una fecha cívica más

Himno nacional, banderas tricolores, juegos artificiales, sopes, quesadillas, pambazos, elotes, esquites y pozole. Al “México lindo y querido” seguirá el “Son de la negra” acompañados con los sacrosantos vapores del tequila para finalizar, eso sí, con José Alfredo Jiménez. Este nacionalismo incurable que, como bien dice Zaid, es más matriotero que patriotero. ¡Uf! La tragedia de hurgar en el pasado es precisamente darse cuenta de lo convenientemente selectiva que resulta la memoria de las fechas cívicas. Y aunque se puede argumentar que esto siempre es así (de hecho es una característica fundamental de la historia el no ser un Fulnes el memorioso), debe tenerse presente desde dónde se recuerda. Mis recuerdos, por fortuna, no surgen al ritmo marcial del hijo vuelto soldado según la discrecionalidad divina, ni tampoco al cobijo de casas de gobierno ni monumentos. Tampoco tiemblan de emoción en la concentración masiva que desesperadamente grita "!Viva México!". Mucho menos se fascinan con los juegos artificiales que iluminan los cielos. Y de plano huyen cuando llega el grito laudatorio que aumenta y disminuye a los héroes nacionales según el capricho del presidente en turno.

¿Cómo no agradecerte JEP el tino de tu pluma, más estos días?

Alta traición

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques, desiertos, fortalezas,
una ciudad deshecha, gris, monstruosa,
varias figuras de su historia, montañas
–y tres o cuatro ríos.