Bienvenidos radioescuchas a nuestra tradicional mesa de debate político, que el día de hoy tiene como tema central las precandidaturas perredistas al gobierno de la ciudad de México. Como siempre, nuestros invitados nos ayudarán sabiamente a pensar la situación. Y comienzo así, con una pregunta abierta: ¿hay dados cargados a favor de Marcelo?
X –Claro que los hay...
Y –Sí, por supuesto...
Z –¿La pregunta es en serio?
X –A mí me gustaría empezar con otro punto: desde el nombre. A mí me parece sospechoso, qué digo sospechoso, criticable, esa familiaridad con la que se habla de él y en general de los políticos más destacados del país: Andrés Manuel, Santiago, Vicente, Marcelo, Pablo, Porfirio...
Z –...estoy de acuerdo, Marcelo es en el mejor de los casos pseudónimo de comandante guerrillero (claro no zapatista, entre los que hay Blue Demon y cosas por el estilo), y en el peor, nombre de jefe de la mafia...
Y –O de futbolista...
X –...pero me refiero sobre todo a esa familiaridad. Digo, los políticos no están allí para ser queridos, y en mi opinión esa familiaridad denota precisamente eso: que hay una relación afectiva con ellos que evidentemente no facilita una relación ciudadana ni política.
Y: –Sí, como que hace falta una “sana distancia”, para utilizar el fino concepto zedillista...
Z: –Bueno, si eso es cierto, están en mucho mejor posición “la maestra” Gordillo y “el profe” Bejarano... como quiera los títulos distancian...
Y: –Bueno, tampoco...
Z: –Pssst... ¿por fin?
X: –Me refiero a ese “cariño” que se le tiene a los políticos.
Y: –Y a los profesores...
Z: –Stá bien.. cariño, política premoderna... pero bueno, eso no es patrimonio del PRD, aquí se mencionó gente del PRI y del PAN.
Locutor: –Sí, bueno, pero entonces ¿qué piensan? ¿Qué el señor Ebrard será el candidato perredista a la jefatura de gobierno del DF? Y más aún, ¿qué será el próximo jefe de gobierno?
Z: –¿Es en serio la pregunta?
X: –Claro...
Y: –Sí, evidentemente
Z: –¿Claro que la pregunta es en serio o evidentemente Ebrard será candidato y jefe de gobierno? Ya me perdí...
X: –Lo segundo.
Y: –No, lo primero.
Z: –Ahhh...
Locutor: –¿Ustedes creen que la competencia interna es desigual?
Y: –Sí, claro. Es muy desigual. Ebrard ha utilizado su puesto para promoverse...
X: –Es que no es lo mismo ser secretario que diputado o senador. En efecto, hay desigualdades.
Z: –¿Cuál competencia interna? Porque ni siquiera ha sido Ebrard promotor de su propia candidatura; en ese sentido el gobierno de la ciudad ha sido más una agencia de viajes con un solo promotor que se llama Andrés Manuel López Obrador. O peor aún: como el padre de Mozart que lo llevaba del tingo al tango “mostrando” al mejor postor sus cualidades. “Claro”, la comparación sólo tiene sentido si aceptamos sin conceder que Ebrard tiene alguna cualidad siquiera lejanamente equiparable a la menos desarrollada de Mozart....
X: –No estoy de acuerdo. Sí hay competencia interna: allí está Pablo que llenó El Metropólitan.
Y: –Y que fue duramente cuestionado en la UNAM...
X: –Y los otros, que han querido aplicarle la misma lógica del desafuero. Nada de eso sería posible si no hubiese competencia interna.
Z: –Chin, me retracto. Perdón. La razón les asiste. Ciertamente también allí están los espectaculares de Ortega y los carteles de Quintero... Sí, está claro que hay competencia interna. Lástima que el criterio definitivo para elegir candidato a la jefatura de gobierno del DF no esté dentro del PRD sino fuera de él.
Locutor: –Eso es interesante. ¿Podrías ampliarlo?
Z: –Sí, como no. Pues verás, el padre de Mozart...
Locutor: –No, eso no, por favor. Lo otro, lo del criterio de elección...
Z: –Ah. Perdón. Sí. Bueno, mira, este... sucede que AMLO cree en las virtudes potenciales del voto corporativo. Aunque algunos dentro del PRD se opongan a la candidatura de Ebrard se ve difícil que vayan a apoyar a un candidato de otro partido. El voto duro es el voto duro. El asunto fundamental es que AMLO quiere algo más que el voto duro. Sabe que lo necesita. En ese sentido, ninguno de los otros precandidatos garantiza un voto que no sea el duro. Solamente Ebrard.
Y: –Pero el costo político de sostener a Ebrard puede ser muy alto para AMLO.
X: –De hecho ya lo es. Las encuestas demuestran que si se fundamenta más la acusación de uso de recursos públicos en contra de Ebrard más del 50 por ciento de la población del DF no votaría por él.
Z: –Ajá, las encuestas de Televisa, ¿no? Además el costo político inicial no es para AMLO sino para el PRD-DF... pero lo importante, o lo que yo quiero decir, es que Ebrard tiene dos... eh... ¿cómo las llamaré?... virtudes no... cualidades tampoco... características... bueno, dos rasgos útilísimos para AMLO: primero, su imagen de Dick Tracy...
X: –¿Dick Tracy?
Y: –¿Por lo de la gabardina?
Z: –Y por ser el paladín de la justicia... y...
Y: –Pero allí te equivocas. La inseguridad crece, o por lo menos aumenta la sensación de inseguridad. En eso no triunfó Ebrard, pese a la costosa asesoría de Guiliani. Tláhuac lo hundió, de allí que se fuera a desarrollo social.
X: –Así es. Las encuestas demuestran que la seguridad es quizá el tema más sensible para la ciudadanía. Y en ello ningún gobierno ha tenido éxito hasta ahora, pero mucho menos el de AMLO cuando estaba Ebrard al frente de la seguridad.
Z: –Pero bueno, ¿acaso Dick Tracy acabó con todos los delincuentes? Ningún héroe los acaba por completo. Todos los héroes sólo terminan (y siempre hay que esperar su terrible retorno) con algunos malosos. Lo verdaderamente importante de un superhéroe es que está allí para combatir al mal, no para erradicarlo. Nadie se imagina un Superman desempleado o un Spiderman jubilado. Tal fue la tragedia de Mr. Increíble, según Pixar...
Locutor: –Pero la realidad no se trata de una película.
Y: –¡Exacto! No entiendo la comparación.
X: –Yo tampoco. ¿Cuál es el punto?
Z: –Yo menos. Lo que quiero decir es que uno de los rasgos de Ebrard, que ejemplifico con Dick Tracy, es su decida apuesta por la seguridad. Eso: la seguridad es uno de los temas y discursos más atractivos para las clases acomodadas. Ebrard logró acuñar un discurso de seguridad (y una actitud y una imagen) bastante persuasivo que gusta a las clases acomodadas, tan preocupadas por la propiedad privada...
Y: –¡Y tienen razón! ¡A nadie le gusta que se metan con las cosas que tanto trabajo le ha costado adquirir!
Z: –Por eso mismo, ante una sociedad tan preocupada por su propiedad privada, nada mejor que un personaje que apela a la seguridad de esa propiedad privada. He allí su atractivo.
X: –Que poco tiene que ver con la izquierda en verdad...
Z: –Bueno, eso es otra cosa, pero aquí nadie está discutiendo que Ebrard sea de izquierda, ¿o sí? ¿Ya me perdí otra vez?
Y: –Pero ciertamente ese es un punto que hay que...
Locutor: –Un momento, ahora pasamos a ese otro tema, pero hablabas de dos rasgos de Ebrard...
Z: –¿Eh? ¡Ah sí! Está la otra parte: todo el contacto que mantuvo con las áreas conflictivas de la ciudad (mercados, peseros, taxis, porros) cuando estuvo con Camacho en la administración capitalina. Es otro voto duro que cuenta y al que poco a poco parte del PRD se acostumbra.
Y: –En eso sí estoy de acuerdo. El pasado salinista de Ebrard no se soluciona con renegar del expresidente. ¿Se imaginan la de cosas que el PRI le está reservando a Ebrard para cuando ya sea el candidato oficial?
X: –¡Y lo que Ebrard le sabe al PRI!. Tampoco hay que olvidarse de eso.
Z: –Alacranes picando a alacranes. Es que como diría la fábula, está en su naturaleza.
Locutor: –Entonces sí, Ebrard será el candidato del PRD, pésele a quien le pese. Tenemos un minuto para concluir el programa. ¿Alguna opinión final?
Z: –Será candidato, lo cual no quiere decir necesariamente que gane. Y si sucede, habría que pensar en lo que eso significa: un talento extraordinario por parte de AMLO, y por otro, una sociedad dividida en dos grandes rubros: uno corporativo y otro feliz de que se le garantice la seguridad de su propiedad privada.
X: –Sí, Ebrard será candidato. No por las razones que mi estimado colega aduce. Más bien porque el aparato partidario es bastante débil y obedece aún a los impulsos caudillistas de AMLO.
Y: –De acuerdo. La pregunta es ¿votaremos por él?
X: –El voto es secreto...
Z: –Si soy coherente con mis preferencias políticas, debiera votar por quien va a perder... siempre voto por quien pierde. Así que tal vez votaré por el peor candidato para no perderme la oportunidad de pensar: a la otra, será a la otra...