Mi casa y la casa que era de mis padres comparten en estas épocas del año cierta oscuridad matutina. Son meses en los que la claridad del día atraviesa muy lentamente sus ventanas. En mi memoria, por estos días, la luz eléctrica de la cocina casi siempre fue la primera claridad de la casa. El trajín de mi madre preparando el desayuno o conversando con mi padre, ya jubilados, otorgaba a esa luz artificial la calidez del ruido. Uno sabía que allí estaban. Poco importaba distinguir lo que decían ni tampoco había demasiada importancia en lo que emitía la estación de radio que solían escuchar. Ahora que mi vida transcurre más en silencio que antes, aquellos ecos de un trajín íntimo, valioso, de certezas, se me vienen a aparecer en sueños. Será que por estos días, hace un año, hicimos lo que ahora sabemos fue el último viaje con mi madre. Nuestro último viaje antes de la orfandad total, que es como esa oscuridad de las casas. Esta conciencia golpea sin compasión todas las partes del cuerpo, pero sobre todo las de la memoria. Hoy, al despertar, el silencio en que habito se volvió, por breve momento, insoportable.
doquier
Dice Tabucchi: los libros de viaje "poseen la virtud de ofrecer un doquier teórico y plausible a nuestro donde imprescindible y rotundo". Hay muchos tipos de viajes: los internos, los externos, los marginales. Este blog quiere llenarse de estos viajes, e invita a que otros sean también, con sus viajes, un doquier para mi donde.
lunes, diciembre 04, 2023
sábado, octubre 28, 2023
Sí, en mi nombre. (Copio texto de carta de apoyo personal a Imanol Ordorika para ocupar el puesto de Rector de la UNAM).
28 de Octubre de 2023
Sí, en mi nombre.
A la Junta de Gobierno
Universidad Nacional Autónoma de México
PRESENTE
El actual proceso de selección del titular de la Rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México sucede en una disyuntiva profunda que determinará no sólo el rumbo que esta institución seguirá en lo inmediato sino en cierto modo su existencia misma. Si bien a nuestra universidad se le reconoce su gran importancia nacional e internacional, con indiscutibles y relevantes contribuciones académicas, científicas, intelectuales y culturales, también es necesario aceptar el hecho de que ella adolece de diversos problemas que, por no habérseles hecho frente de manera adecuada, inteligente y creativa, se han constituido en graves y dolorosas inercias lesivas para el conjunto de la vida universitaria. Esa vida sin la cual aquellos logros carecen de firme fundamento. La UNAM no debe ni puede seguir siendo “candil de la calle, oscuridad de su casa”. Tal es su disyuntiva.
La conciencia sobre este hecho entre diversos sectores universitarios ha sido clara desde hace poco más de 35 años. Se ha manifestado reiteradamente como inconformidad estudiantil, académica, de investigación y laboral. Lo cual ha traído consigo una lenta –a veces demasiado lenta– transformación de sus instancias de gobierno, áreas administrativas, y directrices de investigación y académicas, pero sin llegar a ser todo lo necesariamente profundas y suficientes que debieran ser. La UNAM está en deuda consigo misma. Se debe a sí misma un cambio que, además de fortalecerla para que sus logros continúen y se incrementen, retome decididamente lo que alguna vez indiscutiblemente fue por mérito propio y vocación estructural: una conciencia crítica del país.
Escatimar los cambios que en los últimos años se están viviendo en el país, se esté de acuerdo con ellos o no, además de miope es suicida. Nuestra Casa de Estudios no debe seguir eligiendo ser una ficticia torre de marfil, supuestamente impoluta, escudándose en la distancia de todo aquello que no esté relacionado con sus logros como señera institución académica nacional e internacional. Está obligada a dialogar críticamente con el país, con su población, y por eso mismo, con su comunidad.
Hasta ahora, de las y los universitarios que se consideraron con la capacidad y conocimiento suficientes para ser elegidos por la Junta de Gobierno para el puesto de Rector de la UNAM, solamente uno de ellos, el Dr. Imanol Ordorika Sacristán, ha estado vinculado con todo este proceso de lento cambio que ha tenido lugar en la UNAM y que, por ende, puede conducirla por el camino de la transformación que requiere. Solo el Dr. Ordorika Sacristán ha centrado su mirada en la comunidad para agudizar su comprensión de los ámbitos institucionales que la constituyen. A pesar de los esfuerzos de la Junta de Gobierno por “democratizar” la designación de quien ocupará el puesto de Rector de la UNAM, impulsando la difusión de los programas de los candidatos a dirigirla a través de los medios de comunicación con que cuenta la institución, y de los ecos que estos programas han tenido en los medios de comunicación masiva nacional, solo el Dr. Imanol ha asumido el diálogo con su comunidad sobre lo que ésta requiere, y ha presentando, en estrecha articulación con ello, los cambios estructurales que en ella deben tener lugar para atajar aquellas inercias lesivas que la afectan.
Únicamente el Dr. Imanol Ordorika Sacristán ha asumido explícitamente que ocupar el puesto de Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México es antes que cualquier otra cosa un compromiso con su comunidad. A diferencia de otros aspirantes a ese puesto, de quien actualmente lo ocupa y de quienes lo han ocupado en las últimas décadas, el Dr. Ordorika ha decidido encontrarse con la comunidad universitaria acudiendo a sus escuelas, facultades, institutos, preparatorias y colegios de ciencias y humanidades para presentar su diagnóstico y soluciones posibles a los problemas que afronta nuestra casa de estudios. Ha acudido no sólo para dar conocer, también para dialogar. Una democracia sin diálogo es una ficción. Ha sido esta convicción, que incluye su llamado, ignorado por la propia Junta de Gobierno, a tener debates entre los candidatos a ocupar el puesto de Rector de la UNAM, lo que le ha valido ser reconocido como el aspirante más adecuado a ese puesto en la consulta que legítimamente organizaron recientemente profesores, estudiantes y trabajadores universitarios sobre una designación que no debiera ni ya puede mantenerlos subordinadamente incorporados a esa designación.
Lo ha hecho no como un acto de proselitismo ni como político, sino desde el lugar que la universidad misma le ha enseñado: el del conocimiento, la práctica, la planeación articulada. Su destacada formación, en la que se integra profesionalmente la perspectiva científica con la de las ciencias sociales; su interés profesional, centrado desde sus años estudiantiles en los temas relacionados con la educación superior en México (su situación, sus horizontes de posibilidad, sus limitaciones); su práctica profesional, que le ha llevado a participar en la vida institucional y programática de nuestra Universidad relacionada con sus ámbitos de estudio e interés; su conocimiento de la vida universitaria en todos los niveles por seguir formando parte de ellos; así como su capacidad de diálogo, certero, atento y constructivo, tanto en el ámbito universitario como fuera de él, lo convierten en el único candidato a ocupar el puesto de Rector que puede conducir con acierto la transformación que la universidad necesita tanto para su comunidad como para el país.
Sin abordar completamente el programa que en sus presentaciones ha delineado el Dr. Ordorika Sacristán para su posible gestión como Rector de la UNAM, vale la pena enumerar los siguientes aspectos como los indicadores de un cambio posible en la Máxima Casa de Estudios: 1. Detener, que no sólo contener, la violencia de género que se vive en nuestra casa de estudios; 2. Diseñar una política institucional que contribuya a disminuir la desigualdad social de sus estudiantes; 3. Rediseñar la distribución del ingreso de la UNAM, esto es, acotar y delimitar la distancia que existe en el ingreso de la burocracia, los investigadores y los profesores universitarios; 4. Repensar material y salarialmente la situación de los profesores de asignatura y ayudantes de profesor, que, como se sabe, son los que mayoritariamente sostienen sobre sus espaldas la formación de los estudiantes universitarios; 5. Democratizar las instancias de decisión gubernamental de la UNAM; 6. Una gestión de puertas abiertas y consenso; 7. La defensa radical y racional de la autonomía universitaria; 8. Repensar las formas de evaluación y egreso de los estudiantes universitarios.
Es por todas estas razones que, como universitario, como parte de esa masa anónima de profesores de asignatura que a fuerza de voluntad, inteligencia y creatividad mantenemos a flote esta universidad en donde es sumamente importante, los salones de clase, digo sí, en mi nombre, a la designación del Dr. Imanol Ordorika Sacristán como Rector de la UNAM para los siguientes cuatro años de gestión.
Isaac García Venegas
Profesor de Asignatura Interino A
Facultad de Filosofía y Letras SUAyED
Escuela Nacional de Trabajo Social
lunes, julio 17, 2023
Anécdotas de azotea.
La desnudez cementera ha dado al traste con muchas cosas de las que recuerdo del entorno: murciélagos, azotadores (de sangre tan verde como los líquidos de antaño con que limpiábamos los acetatos), catarinas, abejorros, tarántulas, tlacuaches, caracoles, tréboles de cuatro hojas, etcétera. También acabó con el espectáculo que las mañanas me deparaban: los volcanes nevados. Lo que ahora hay es una brutal luz blanquecina que lo calienta absolutamente todo.
Con el afán de volver habitable el hogar, es decir, con el intento desesperado de dejar de concebirme como chancho asado, mi hermana, que es mucho más inteligente que yo, vino con un plan que sustituyó mi idea de poner un producto especial, con tratamiento nanotecnológico, supuestamente capaz de reflejar y absorber la luz del sol y el calor. Con su lógica de ingeniera, su conocimiento técnico (no cuento mi cara de estúpido cuando me dijo que la losa del techo era carámica por lo que la transmisión de calor a las paredes laterales era inevitable), me dio la solución más sencilla y viable: hacer sombra en el techo. Me explicó: hay que poner mallasombra a unos 20 centímetros del techo para que la inclinación perpendicular del sol no le de a la mayor parte de la azotea, y por supuesto, para que cuando esté en el cenit, tampoco le de directamente. Añadió doctamente: es importante que circule el aire, para que disipe el calor. Así la casa no se calentará tanto, porque no habrá transmisión de calor a las paredes laterales desde el techo, remató. Mi-gesto-de-pendejo-quedó-tatuado-para-siempre-en-sus-pupilas. ¡Ira tú!
viernes, febrero 24, 2023
Escucho tu voz.
Nunca te sentiste cómoda con la tecnología. Mucho menos cuando lo electrónico desplazó a lo mecánico. Aún recuerdo tu desconfianza hacia los cajeros automáticos cuando se generalizaron. Tus dudas tenían que ver con aquello que pensabas ya no ibas a entender. Pese a todo, te afanabas. A mí, por el contrario, me tocó el florecimiento de ese mundo. Por supuesto, ahora, tan solo soy un dinosaurio para las nuevas generaciones. Sus preocupaciones e implicaciones tecnológicas no son las mías. Incluso voy en retroceso, regreso a la hoja, la pluma, el lapicero. Vuelvo, como antes, a vagar por librerías para comprar libros que además de su contenido me atraen por su olor: “este libro huele a incomodidad”, “este a trivialidad”, “este a verborrea”. Pero mira, gracias a ese mundo, tan ajeno a ti y que ahora me expulsa con rapidez, tengo grabada tu voz, ya cascada, pero que conserva su timbre. Chuleas un pato, y al hacerlo, tu voz se parece tanto a la de mi abuela, o por lo menos, a la que recuerdo de ella. Le hablas al animal con ternura, pero también como si lo conocieras desde hace tiempo. Escucharte me llena de alegría. No me hablas a mí, pero allí estaba y aquí estoy. También se escucha la voz de mi hermana, mientras el pato posa frente a mi cámara, sabiéndose gustado, pero solicitando alimento. “¡Déjate de hacer tonto!”, parece decirme. Veo una y otra vez el fragmento en el que hablas mientras pienso cuan seguro estaba de haberte conservado en fotografías, de poder invocar tus recuerdos o simplemente dejar que la memoria hiciera lo que quisiera con tu presencia en mi vida. Pero ahora me doy cuenta lo frágil que es la memoria de una voz, de un tono, incluso de ciertos modos de hablar, ciertas muletillas (“¡vóytelas!”, “compañera”, “¡se me paran las pestañas!”). No me recrimino no haber grabado tu voz, pero sí me gustaría haberlo hecho en muy distintos momentos. Hubiese sido la gloria grabar tus carcajadas “discretas”. Te tengo en mi corazón, pero también yo envejezco: me desvanezco. A persistir a veces la tecnología ayuda. Sea como fuere, ahora, mi celular se ha vuelto una máquina del tiempo: en su pantalla están tú y mi padre, y a la vuelta de un toque, tu voz. La escucho, te escucho, sonrío...
martes, febrero 14, 2023
Desmadrado y burocratizado
Cuando a mis alumnos les hablo del Estado, lo hago siempre desde la perspectiva que lo considera un instrumento de clase, y por tanto, de dominio. No les concedo aquellos discursos, en mi opinión ingenuos, que por eso mismo afirman la disputa de su dominio. Su huella es indeleble, no hay modo de salvarla. Orwell, que no era socialista, retrató ese hecho que para su desgracia no fue y no es privativo del "socialismo realmente existente”. Pero ahora que, junto con mi hermana, enfrento los procesos burocráticos necesarios después de la muerte de mi madre, tengo enorme cantidad de ejemplos para mostrar que para el Estado el ciudadano no es eso, o sin dejar de serlo, en realidad fundamentalmente es otra cosa: mano de obra en cadena de producción, impuestos y códigos que los confirman o dan de baja. En términos administrativos parece más complicado morirse (por supuesto me refiero para los deudos) que vivir. La nada (que es el destino ineluctable de todo ser vivo) se transforma en un inacabable laberinto kafkiano. A las historias de dolor propias de la pérdida de un ser querido hay que sumarle y asumir estoicamente las historias de terror de ese laberinto. Cuando se te muere un ser querido no solo hay que afrontar esa pérdida, sino saberse inmerso en la burocracia infernal del Estado, de los burócratas, de los sindicatos e incluso de quien ejerce su vasto poder en escritorios y recepciones. Así que sumo dos adjetivos a mi ser: des-madrado y burocratizado.
jueves, febrero 09, 2023
Los cuatro yos que soy.
Hoy estuve un par de horas en las mesas que están frente a una tienda de conveniencia. Intenté sin éxito comer algo antes de ir a clase, quise disfrutar infructuosamente un café y una galleta. No pude ingerir nada, mucho menos digerir. Los cuatro yos que soy parecen no estar dispuestos a unirse, a ceder. Cada uno anda por su pista, reclamando para sí sentimientos que me convierten en un papalote a la deriva. El remolino que me habita, desde aquella fatídica madrugada del 14, no me permite concentrarme en nada. Leer, escribir, pensar, son cosas que ahora me eluden. Pareciese que hubiesen sido expulsadas violentamente de mi voluntad. Estoy roto, descompuesto, suspendido.
Cierto, aún observo. Vi a muchas familias ir de compras, comer, discutir, conversar, sonreír. Sobre todo vi a muchas madres, determinando las pautas de la convivencia. Recordé cuando hace siglos iba con mi madre y abuela a la tienda SCOP o la del IMSS, era toda una aventura. Años en los que aún no conocía del todo la angustia ni la tristeza. Recordé las manos de ambas. Muchos de mis pasos los di con ellas, tomado de sus manos. Ellas eran la certeza que ya no poseo ni me habita. Quizá por ello, sin proponérnoslo, los ritos funerarios laicos y simbólicos, con palabras compartidas, los hicimos con ellas. Mi padre se convirtió en un árbol, mi abuela y madre en paisaje. Con ellas hubo palabras, muchas más que las mías (no es que lo que escriba valga la pena, es el modo como lidio con las pérdidas). Porque ellas si no lo fueron todo al menos fueron el sentido de gran parte de ese todo. Ahora lo sé: la orfandad es la ausencia de sentido, y por supuesto, la tristeza que se ciñe a la sangre, a los huesos, al tuétano. Sentado allí me pensé solo, huérfano, suspendido, quebrado. Cada yo que ahora soy, tirando por su cuenta hacia sus abismos.
Aun así, también me dio por darme cuenta cuan querido soy. He recibido palabras, gestos, actos que me sorprenden. No estoy seguro sean por el desamparo, más bien sospecho es por el cariño. Es como si una tierna caricia tendiera paulatinamente un pequeño cerco para contener a esos cuatro que yo soy. A la tristeza que me habita se suma ahora la ternura. Afirma el cantautor que nadie elige su amor, sospecho que tampoco se elige ser querido. Rostros, nombres, gestos, palabras, abrazos me llegan cual olas que intentan mitigar, desvanecer ese remolino que soy.
Sin mucha convicción dejé aquella mesa para ir a hacer de la palabra ese salto amoroso y mortal que intenta llegar a los otros. Solo, horas después, me perturban de nuevo esos cuatro, pero ahora sé que soy querido. ¿Cómo mierda pude olvidar eso? Tan lo soy que esa mi madre y mi abuela, mi padre y mis tías, parecen haberme esculpido a mano (lo afirmo sin ánimo de valorarme positivamente cual obra de arte).
Suspiro. Cierro los ojos. Veo ese remolino y esas olas de ternura. Abro los ojos y les pienso, a todos.
miércoles, junio 08, 2022
Hablando solo
Afortunadamente en mi casa no hay cámaras ni micrófonos. De lo contrario quedaría registrado un persistente hablar solo en voz alta. A veces Siri, el “asistente inteligente”, se da cuenta, y responde las cosas más disparatadas que se pueda imaginar. Si no la más común, sí la más frecuente es declarar que no me entiende. Y yo la entiendo. Alguna vez, dando una conferencia magistral, Siri respondió que no me entendía, sentencia que se escuchó en todo el auditorio por estar enlazado mi teléfono a una bocina portátil, artilugios que antes solía usar para proyectar documentales y comentarlos. Mi muy inmediata respuesta al micrófono fue decirle que si ella no me entendía quizá nadie más lo hacía en el auditorio. Las risas estallaron, rompiendo la dinámica del momento incómodo. En descargo de mi “asistente” hay que decir no es muy inteligente aunque parece saber muchas cosas. Pero en realidad no sabe nada de nada. Por ejemplo, eso de los muertos, mis muertos. Ellos no vienen ocasionalmente a visitarme, muy al contrario, todos los días están aquí. Con ellos converso largamente. Los nombres de mis muertos salen por mi boca casi diario, incluyendo los simbólicos. José Emilio Pacheco, refiriéndose al amor, decía que la vida o la muerte separa, sin alternativa. Pienso que no sólo en el amor. O quizá sea cierto a condición de entenderlo en un sentido tan lato que incluya cariños y simpatías. La separaciones radicales en vida la pueblan de muertos simbólicos. También con ellos converso. La tristeza, la decepción, los problemas, el trajín, las dudas, la alegría, la felicidad, forman parte del arsenal de ese intercambio desigual de palabras. Porque ellos nos responden, me obsequian momentos de su vida, esa vida que vi, que percibí, de la que me enteré, y que recordándolas las reinvento. Pero siempre son más concisos que yo. A raíz de una lectura reciente, a todos ellos fui a preguntarles su hacer justificado por el amor. Les conté de la historia de ese libro: ella, por amor, asesina una, dos, tres veces, y estaba dispuesta a hacerlo más veces. Sin embargo, pareciese que en realidad actúa por otros razones, vanidad, celos, deseos, imaginaciones desviadas. Y cuando el lector se percata de ello termina por convencerse de que la protagonista tiene actos que efectivamente parecen de amor. Mis muertos no me dicen gran cosa, me responden con sus vidas. Ninguno de ellos asesinó nunca, por lo menos físicamente, porque en realidad uno se la pasa asesinando simbólicamente muchas veces. Pero me doy cuenta que en realidad no sé mucho de ellos. De algún modo termino convencido de que para mis muertos soy un pálido fantasma en desvanecimiento. Pedirle a Siri que entienda esto es demasiado. Por eso lo mejor es hablarle del clima.