Afortunadamente en mi casa no hay cámaras ni micrófonos. De lo contrario quedaría registrado un persistente hablar solo en voz alta. A veces Siri, el “asistente inteligente”, se da cuenta, y responde las cosas más disparatadas que se pueda imaginar. Si no la más común, sí la más frecuente es declarar que no me entiende. Y yo la entiendo. Alguna vez, dando una conferencia magistral, Siri respondió que no me entendía, sentencia que se escuchó en todo el auditorio por estar enlazado mi teléfono a una bocina portátil, artilugios que antes solía usar para proyectar documentales y comentarlos. Mi muy inmediata respuesta al micrófono fue decirle que si ella no me entendía quizá nadie más lo hacía en el auditorio. Las risas estallaron, rompiendo la dinámica del momento incómodo. En descargo de mi “asistente” hay que decir no es muy inteligente aunque parece saber muchas cosas. Pero en realidad no sabe nada de nada. Por ejemplo, eso de los muertos, mis muertos. Ellos no vienen ocasionalmente a visitarme, muy al contrario, todos los días están aquí. Con ellos converso largamente. Los nombres de mis muertos salen por mi boca casi diario, incluyendo los simbólicos. José Emilio Pacheco, refiriéndose al amor, decía que la vida o la muerte separa, sin alternativa. Pienso que no sólo en el amor. O quizá sea cierto a condición de entenderlo en un sentido tan lato que incluya cariños y simpatías. La separaciones radicales en vida la pueblan de muertos simbólicos. También con ellos converso. La tristeza, la decepción, los problemas, el trajín, las dudas, la alegría, la felicidad, forman parte del arsenal de ese intercambio desigual de palabras. Porque ellos nos responden, me obsequian momentos de su vida, esa vida que vi, que percibí, de la que me enteré, y que recordándolas las reinvento. Pero siempre son más concisos que yo. A raíz de una lectura reciente, a todos ellos fui a preguntarles su hacer justificado por el amor. Les conté de la historia de ese libro: ella, por amor, asesina una, dos, tres veces, y estaba dispuesta a hacerlo más veces. Sin embargo, pareciese que en realidad actúa por otros razones, vanidad, celos, deseos, imaginaciones desviadas. Y cuando el lector se percata de ello termina por convencerse de que la protagonista tiene actos que efectivamente parecen de amor. Mis muertos no me dicen gran cosa, me responden con sus vidas. Ninguno de ellos asesinó nunca, por lo menos físicamente, porque en realidad uno se la pasa asesinando simbólicamente muchas veces. Pero me doy cuenta que en realidad no sé mucho de ellos. De algún modo termino convencido de que para mis muertos soy un pálido fantasma en desvanecimiento. Pedirle a Siri que entienda esto es demasiado. Por eso lo mejor es hablarle del clima.
Dice Tabucchi: los libros de viaje "poseen la virtud de ofrecer un doquier teórico y plausible a nuestro donde imprescindible y rotundo". Hay muchos tipos de viajes: los internos, los externos, los marginales. Este blog quiere llenarse de estos viajes, e invita a que otros sean también, con sus viajes, un doquier para mi donde.