sábado, noviembre 15, 2014

Defender a los 43 es hoy, también, defender el último reducto de lo público que nos queda: la educación.

Lo dicho: el conflicto en el IPN y la agresión a los normalistas de Ayotzinapa fueron la señal para la última ofensiva de este gobierno: acabar con la educación pública, que es lo que queda con este carácter y cierto vigor en el Estado mexicano. Lo reservaron para el último, porque sabían que habría más resistencia. Lo sucedido hoy en la UNAM revela el verdadero carácter de lo que viene sucediendo en estos meses: terminar de una vez por todas con los escasos reductos de crítica y pensamiento que quedan en el país. Hoy, exigir la aparición de los 43 normalistas desaparecidos, justicia para los asesinados y arrestados arbitrariamente, significa también la defensa de la educación pública, esto es, la defensa de las normales rurales, del IPN, de la UNAM, de la UAM, de Chapingo, de todas las universidades públicas autónomas del país, a las que se acusa, insidiosamente, de ser inoperantes y no enseñar nada. Esta defensa no puede confundirse con la defensa de infiltrados y de grupos que al amparo de todo lo mejor de la educación pública hacen todo por convertirla en un foco decadente que secuestrar. Esta historia, es antigua en la UNAM. Esta historia, la conocemos. Lo novedoso es la amplitud de la ofensiva en contra de nosotros. Lo que no es tanto, es la ineptitud de sus autoridades. Pero quedamos nosotros. Por fortuna.