jueves, agosto 16, 2012

Para masticar la añoranza de la ciudad de México

No sé a qué se deba, pero la mayoría de las conversaciones que sostengo me dejan pensando. No es que sostenga de modo recurrente conversaciones demasiado interesantes ni que a mí me importe hallar relevancia donde no la hay. Pero la mayoría de las conversaciones tienen la extraña virtud de lanzarme azarosamente por veredas sorprendentes.

Hoy en una breve conversación virtual alguien me hizo saber su añoranza por la ciudad de México. Con nostalgia dijo que regresaría en semana y media. Al concluir la conversación esa nostalgia se quedó rondando en mi cabeza convertida en la pregunta del por qué de esa añoranza.

Lo sorprendente es que esa pregunta me hizo recordar que no he escrito ni garabateado en papel alguno mi experiencia colombiana. Sin embargo, en algún lugar, expresé la sensación que me invadió el regresar y circular por las calles de la ciudad de México.

Fue gracias a este rebote caótico de mi modo de estar en el mundo que hallé en mí la respuesta que quizá a aquella persona le ayude a masticar su añoranza: la ciudad de México se extraña porque es un abrazo sin frontera y un íntimo beso caótico que siempre linda con la muerte.