domingo, agosto 26, 2012

Colapso

Con un excandidato que prometió irse a la chingada si el pueblo seguía en su masoquismo, y un candidato presuntamente ganador de la elección presidencial que, ese sí, debiera irse a la chingada por todas las irregularidades cometidas para hacerse del poder, la mismísima chingada ha dejado de tener sentido y la palabra se ha quedado sin contenido alguno. Demasiado lejos están las elucubraciones pacianas sobre la chingada, lo mismo que el uso corriente que ante la ofensa y el enojo recomendaba al causante irse directo y sin escalas a la chingada. Ésta, la chingada, tampoco es ya ese lugar al que heroicamente uno se exilia cuando el hartazgo, la decepción o la tristeza ejercen su impune dominio sobre la realidad, ni mucho menos es sinónimo de “echarse” lo mismo una cerveza que un polvo. Proclamemos entonces un sentido réquiem por la chingada: lugar al que ya nadie va, lugar al que ya nadie puede ir. Lugar inexistente y palabra vacua, o peor aún, modo de decir: me quedaré donde estoy porque las palabras ya no significan nada y todas las utopías han muerto.