1.- De perfección a perfección. La idea no es mía pero me convence: el PRI pasó de la dictadura perfecta a la máquina electoral perfecta. Sin haber sido partido político hoy se comporta como tal. Su triunfo hace patente el éxito de su transformación.
2.- De la desaparición de los políticos. Visto de conjunto, lo que parece desterrado es el político. La quintaesencia de ellos, representada por AMLO y por Beatriz Paredes, sucumbe ante los “nuevos” representantes: los perfumados, los juniors, los copetones, producto de los poderes fácticos y de la “envoltura” de toda mercancía. Lo que se observa es una peligrosa vinculación entre éstos nuevos representantes y los integrantes de ciertas movilizaciones sociales. En forma hablan el mismo lenguaje, aunque en contenido haya distancia. Pero hoy, al parecer, eso es irrelevante.
3.- Del voto de castigo. Entender la elección como un voto de castigo al PAN implica reconocer el fracaso y la ineptitud de los últimos dos gobiernos mexicanos. Inflación, desempleo, muerte, desigualdad, elitismo, racismo, etcétera, son su legado. En este sentido, habría que reconocer una peculiar conciencia en el electorado mexicano. Ni modo de descalificar a quienes votaron por EPN. Siempre y cuando, claro, se esté convencido de que lo que ayer sucedió fue un voto de castigo.
4.- De la incapacidad de articulación. Hay un conjunto de elementos que no pueden desestimarse: el voto de castigo no lo capitaliza un “político” ni una “opción” que se proclama como cambio verdadero. En buena medida ello se debe a la incapacidad de articulación de lo que podría llamarse un “frente opositor”. Razones sobran. El puritanismo de un movimiento que no supo asumir en su dimensión adecuada la coyuntura electoral. Un candidato que pese a haber recibido respiración de boca a boca por una creciente inconformidad no pudo contener sus oscilaciones ni desatinos. El entusiasmo de los partidarios confinados a burbujas de iguales. Y un largo etcétera.
5.- Del nuevo absolutismo. Según se mire puede intuirse que el voto de castigo es en cierto sentido un voto a favor de los “poderes absolutos” dentro de la “democracia” mexicana. El DF y el Estado de México son síntomas particulares. Al parecer los electores desestiman las discrepancias. No tanto porque entorpezcan los procesos sino porque la razón de ser y meta de esas discrepancias es el beneficio particular de quien está en el poder. Quizá los electores mexicanos hicieron un cálculo: el robo y el reparto es más útil que el robo sin reparto. La preocupación por el interés particular y el entorno inmediato tuvieron un peso decisivo en la reciente elección.
6.- De la inoperancia democrática en el capitalismo. Por debajo de los colores y el ruido lo que sucede es la reiteración formal y legal del capitalismo más voraz y menos productivo. Voto por voto y casilla por casilla triunfan el entretenimiento, las finanzas, la apertura al capital extranjero, el tráfico de drogas, etcétera. El elector interioriza esto. Ya le es imposible imaginarse como un ciudadano no capitalista y opta por vivir como mercancía: venderse al mejor postor, venderse en cuanto pueda y en el precio que sea. Quiere gozar de las migajas que ofrece el sistema. Hace con su escasa voluntad un signo de dólar para ir a voz de cuello ofreciéndose y solicitando un poquito de beneficio. Su conservadurismo es atroz porque lo que intenta es conservarse como cosa en un sistema de cosas que otorga a las cosas el dominio de la escasa vida humana que le queda.
7.- De la necesidad de repensar la democracia. ¿Y si lo que no sirve es la democracia dentro de y en el capitalismo?