jueves, junio 07, 2012

Acto cívico


Haciendo un esfuerzo supremo logré sentarme a ver por un rato el programa Tercer Grado. Debo decir que desde hace tiempo no veo los programas de Televisa ni de TV Azteca. Ninguno logra mantenerme atento más de 1 minuto. Pero ayer, ante la retahíla de mensajes en las redes sociales sobre la terrible dinámica del programa, y en buena medida gracias a que traía varias cervezas encima, me instalé cómodamente y sintonicé el programa.


Debo confesar que Maerker y Trujillo no me parecen tan estultos como "aparecen" en ese programa. No opino lo mismo de los demás. Creo que Gómez Leyva y Riva Palacio potencializan su enorme capacidad de ser anodinos, y que el resto son más entusiastas que inteligentes, más esforzados que sagaces. De aquí que el programa sea indigesto. Pero seamos justos: el programa no está hecho para generar ideas, mucho menos para informar. Lo que ese programa busca es "posicionar" a sus "periodistas" y a la televisora ante una audiencia que, atiborrada de discursos vacuos sobre la democracia, quiere creer en la seriedad de 8 periodistas que lanzan cualquier cantidad de lugares comunes disfrazados de preguntas.


Lo que alcancé a ver el día de ayer fue algo parecido a un circo. No había "toma y daca" sino interrupciones sin cesar, respuestas elusivas, posturas encontradas, rencores. Eso es lo que desató tanto mensaje en las redes sociales. Pero más allá de eso, lo que allí se vio fue a un candidato haciendo política. Sabía que la audiencia del programa es enorme y que era una oportunidad para, como él dice, "informar". En este sentido, pese a la tensión del encuentro, el candidato acabó usando a su modo ese espacio. Hábil hasta el tuétano, hizo con el programa lo que quiso. Probablemente los periodistas se dieron cuenta de ello y eso acrecentó su enojo. Después de todo no supieron jugar en su propia cancha. Su habilidad frente a cámaras se mostró inferior frente a un candidato que no respondía directamente las preguntas que se le hacían, que "informó" lo que quiso, que no perdió los estribos, y que hizo de la tautología núcleo de no pocas de sus afirmaciones (si gano reconozco el resultado).


Desde otra perspectiva, no cabe duda que este programa "posiciona" a la televisora ante un discurso vacuo sobre la democracia: promueve la discusión, informa, y permite que un candidato haga uso de su espacio como le venga en gana. Es decir, con programas como estos se cura en salud y sale al paso de las acusaciones que se le hacen sobre "parcialidad". De hecho, esta televisora ha hecho lo mismo tiempo ha: desde 1985 ha generado este tipo de espacios por los que han desfilado todas las oposicioines habidas y por haber. La televisora sabe que para ella todo suma. Suma el que venda una actitud a sus televidentes (periodistas que gracias a la magia del "look" se venden como "carne fresca" de la "inteligencia"); suma el que abra sus puertas a un "candidato" con el que no simpatiza; suma el que se exalten, se interrumpan, se digan cosas fuertes, cual Talk Show. Suma porque ya se aprobó la unión entre Iusacell y Televisa, según se rumora. Ellos están en lo suyo, el negocio, mismo que esperan doblegue a cualquier candidato que gane la elección presidencial este 1o. de julio.


Mucho se discute si el programa de ayer es parte de una estrategia de la televisora en contra de AMLO. Me parece que para discenir esto hay que tomar en cuenta la conjunción de varias actitudes que coinciden en refutar la honestidad de este candidato y que, adicionalmente, intentan contener el "respiro" que le ha dado la movilización del 132. Como se sabe, la política formal electoral se define en la articulación de datos duros y percepción. Al PRI le preocupa sobre todo el asunto de la percepción, en donde es evidente el crecimiento de AMLO y la caída de Peña Nieto. No deja de ser interesante que al PAN también le preocupe esta situación. La aparición de spots similares, tanto por parte del PRI como del PAN, indican en dónde se encuentra la percepción sobre AMLO. De aquí que efectivamente, lo de la televisora parece formar parte de una estrategia contra AMLO.


Sin embargo, no hay que incurrir en el error de suponer que los adversarios de AMLO son tan ingenuos. Es evidente que no esperan que los spots o los programas contengan su avance en cuanto a percepción se refiere. Lo que buscan, y creo que con efectivadad creciente, es potencializar el encono entre los seguidores de AMLO. Porque el encono facilita su filtración, su provocación. Basta ver la cantidad de mensajes que se mandan por las redes sociales para darse cuenta la efectividad de este proceso. Atacar, descalificar, etcétera, mina cualquier ejercicio reflexivo serio, cualquier argumento mínimamente razonable, y paulatinamente se va correspondiendo con confrontaciones verbales y físicas muy reales, como ya sucedió en Coyoacán, en la UAM, y en algunos estados de la República. Esto es lo que en realidad puede contribuir a destrozar cualquier percepción.


En cuanto a los datos duros no hay mucho qué decir. Las encuestas se han vuelto un tema controvertido. No sabremos nada hasta el día de la elección. A diferencia de lo que sucedió en 2006, lo único que puede volver reconocible el triunfo de tal o cual candidato será una diferencia de votos aceptable. De lo contrario, el país se verá inmerso en una situación complicada y riesgosa.


La circunstancia, que para muchos es angustiante, obliga a preguntarse por quién votar. En varios lados esucho esta inquietud. Encuentro a muchos que afirman anularán su voto. Otros muchos dicen que votarán en contra de Peña Nieto y Vázquez Mota, "por lo que representan". Otros muchos son convencidos partidarios de AMLO. Los que me preguntan, haciendo a un lado los votos por convicción (entre los que cuento anularán su voto) hablan sobre todo del voto de castigo o el voto útil (que por supuesto no están dentro de los votos por convicción). Me piden, a veces me exigen incluso, que les diga si no haré uso de alguno de estos votos.


Primero, me parece impensable un voto que no sea por convicción. Por tanto, desecho la posibilidad del voto útil o el voto de castigo. Segundo, aunque no lo parezca, hay una diferencia entre la cualidad de un voto y la cantidad que ese voto suma (+1). Por ejemplo, el voto útil supone cualitativamente votar en contra de Peña Nieto aunque cuantitativamente sea un voto en favor de algún otro candidato, digamos que de AMLO. Su valor cuantitativo no implica un apoyo convencido e incondicional a AMLO, sino un NO a Peña Nieto, que es en verdad su dimensión cualitativa.


Desde esta perspectiva, me parece que dadas las  circunstancias, puede hablarse de la necesidad de una actitud cívica más que de un voto útil o de castigo. Una actitud cívica que se funda en la idea de que el proceso democrático no puede ni debe cimentarse en la confabulación de los poderes fácticos que exigen al ciudadano definir su voto a partir de la provocación, la amenaza y el miedo. Un proceso democrático que para dar como resultado la elección de un candidato se basa en estas estrategias irracionales no sólo mutila al ciudadano sino que abjura de su propia calidad democrática. En este sentido, adquiere relevancia un movimiento apartidista que exije un voto razonado. El problema es que la coyuntura electoral allí está, no se puede soslayar. Por tanto, un acto cívico en este momento es votar en contra de quienes escamotean la democracia al promover irracionalmente la provocación, la amenaza y el miedo para definir una elección. En este momento, votar a favor de un candidato quiere decir poder ubicarlo como alguien que si no promueve grandes y espectaculares transformaciones, por lo menos, y esto ya es decisivo, no contribuye a que el proceso democrático muera por suicidio. Hay que decirlo claro: en este momento ese voto convertido en acto cívico sólo puede ser por AMLO.


Esto no significa en modo alguno confundir la dimensión cualitativa con la dimensión cuantitativa del voto. El +1 para AMLO no implica estar de acuerdo con él ni concederle lo que no tiene (basta su reticencia a aceptar y promover el aborto para dudar de su supuesta adscripción a la "izquierda"). Por más que sus adoradores se enojen, lo que AMLO ofrece es "detener" la caída libre en la que está el país. Eso, evidentemente, es mucho y muy valioso. Pero de allí a esperar un cambio fundamental es hacerse el ciego ante todas sus contradicciones, limitaciones, y demás cosas que, ya sé, de decirlas ahorita, se me acusaría de cualquier cantidad de sandeces. Por fortuna, desde hace muchos años las he señalado. Así que no tiene sentido enumerar de nueva cuenta.


En conclusión, la única razón por la que podría votar por AMLO sería por considerarlo un acto cívico. Pero aún falta mucho para la elección. Los escenarios electorales, por coyunturales, cambian con celeridad. Es probable que siga firme en mi idea de anular el voto como el único modo legal de rechazar a todos los partidos por su demostrada incapacidad para plantear y promover un cambio de sistema.