lunes, junio 25, 2012

Razones desesperadas

Me dices que ninguna de las razones esgrimidas te alcanza para votar por AMLO: ni el voto por convicción, ni el voto útil, ni el voto cívico que propongo. Lo comprendo. En los últimos días me he encontrado a muchas personas que afirman lo mismo. Personas sensatas para las que votar por el PRI o el PAN es impensable. Y AMLO no les convence. De Cuadrado ni hablar.

Me quedan dos razones por las que quizá puedas decidir tu voto en favor de AMLO. Son razones absurdas y desesperadas, quizá incluso irracionales. Pero creo que todos estos calificativos son irrelevantes dada la circunstancia electoral en la que nos encontramos.

La primera es tener la posibilidad de presenciar un fenómeno extraordianario y poco frecuente: la ironía del destino. Piénsalo: si llegase a ganar AMLO, el señor Calderón deberá entregar la banda presidencial a quien no sólo considera su enemigo acérrimo, sino contra quien hizo fraude, según una creencia muy extendida. Pero lo más irónico es que ese señor Calderón, que entró por la puerta trasera para tomar el poder, saldrá por la puerta delantera y grande al entregar el poder.

¿No te parece suficiente?

La segunda es más difícil porque exige gran disciplina. Consiste en aceptar a AMLO como idea solamente. Para ello hay que borrar todo cuanto se sepa sobre él. Sobre todo hay que evitar ir a sus cierres de campaña y leer o escuchar cuanta opinión docta o militante hay sobre él. En otras palabras, apagar radio, televisión e internet, evitar las reuniones sociales, no leer los periódicos, y ocuparse hasta lo imposible en cualquier cosa de aquí al 1o de Julio. Llegar a ese día con una saludable cabeza vacía, sin otra reflexión que un mantra: AMLO como idea es bueno.

¿Tampoco?

Si ninguna de estas razones desesperadas te convence, pues anula tu voto con la tranquilidad de quien hizo lo humanamente posible para convencerse a sí mismo de votar por uno de los actuales contendientes a la presidencia de la República.

domingo, junio 24, 2012

Cachitos de ciudad

Mientras espero, escucho a la gente mayor hablar de la elección. Todos a favor de Vázquez Mota. Nadie les objeta. Me sorprende que el respeto a la edad signifique condescendiente asunción de sus afirmaciones.
Una de estas personas me pregunta mi opinión. “Coincido con su análisis pero no con su punto de partida. Está equivocada. Eso sucede porque a menudo es mejor repetir, sacar el sentimiento a flote, que pensar. Lo primero, querida señora, es hacer a un lado la valoración de género. Lo segundo, las telenovelas. Lo tercero, sus frustraciones. Lo cuarto, ejercer algo parecido al sentido común que vuelve evidente el fangoso sustento de toda promesa electoral y de toda propaganda. Luego, vote”. Sonrío y sigo leyendo el Proceso. Estoy harto de este periodo y lógica electoral.

La fragilidad que somos

No hay “callada manera” en el interior. Allí siempre es bulla. Todos los pensamientos que puedo ser allí se juntan libremente. Hacia afuera llega, siempre, la versión disminuida de mí. La frágil versión de mí. Eso nos pasa a todos. Te pasa a ti, a ti, a ti y a mí también. La única diferencia es atreverse a ver esos pensamientos por más desconcertantes que sean. Es la única manera de conocer nuestras orillas, nuestros suburbios, nuestros horizontes desagradables, la nada que ocultamos. Nuestra fragilidad de afuera adquiere de allí su muy escasa consistencia.

lunes, junio 18, 2012

Y la duda cruzando por el camino...


Viajas y llegas a conclusiones en este momento “indecibles”. Regresas al ajetreo citadino, a las noticias, a la venta de análisis para cualquier gusto. Te reciben unas preguntas y unas encuestas. Te dices que es mejor no decir, pero sabes que lo dirás. Porque si la rabia ajena te orilla a guardar tu opinión, ello significaría una íntima derrota. Sabes que no estás dispuesto a eso. Por eso opinas.
Pongamos por caso, te dices, que las encuestas afirman en verdad algo: una disputa política entre tres candidatos. Te dices que lo sorprendente no es que un día y otro el segundo lugar sea para uno u otro candidato, sino que en el primer lugar siga el mismo candidato. Quizá por eso, como sin querer, le preguntaste inopinadamente a distintas personas sobre la realidad de aquel pueblo, de aquel estado, de aquel país que desde allí se ve. Las respuestas confirman la tendencia general de las encuestas.
Te dices, además, que lo que sospechabas parece cierto: las movilizaciones recientes han hecho visibles a quienes ya tenían una definición previa, a quienes al menos ya habían decidido votar en contra de alguien. Sabes que no te ganas buenas miradas cuando te refieres a la espuma de leche que hierve. Pero piensas que es cierto: no logra convencer sino a los ya convencidos. No articula ni convoca: la relación entre número de manifestantes y cantidad de quienes convocan arroja promedios ínfimos. Preguntas por aquí y por allá y recibes la misma respuesta: unos cuantos.
Piensas que es incorrecto partir del supuesto de la imbecilidad de la gente. Lo de la manipulación hay que repensarlo, meditas. A nadie preguntas por las razones de sus inclinaciones electorales. Pero insistentemente rebota en tu cabeza lo que dijo el artesano: “No es que negocien, la cosa es quién sabe y quién  no. Nuestra experiencia nos dice que los otros partidos no saben. Son como niños”. El guía, que lee a Benedetti, que es abierto, inteligente, que quiere estudiar filosofía apenas termine la preparatoria, lo reitera: “Aquí estamos tranquilos porque estamos cerca del Estado de México”. Es el tono con que lo dice lo que da cuenta de lo que piensa. No necesita guiñar el ojo ni justificarse.
Tienes ganas de creer, como los cientos, como los miles que creen. Pero algo en el fondo te dice que no, que aunque maravilloso, ese canto de sirena no ayuda. Traes la deuda pendiente que platicaste con la periodista antes de partir y antes de regresar: hay que prepararlos para después, hay que forjarlos “porque tú y yo sabemos lo que es una derrota de esas dimensiones”, dijo la periodista. Los años como aplanadora te pasan encima. Menudo referente, piensas.
Regreso. Me acosan preguntas y encuestas. Y este dudar si escribir o no.

jueves, junio 07, 2012

Acto cívico


Haciendo un esfuerzo supremo logré sentarme a ver por un rato el programa Tercer Grado. Debo decir que desde hace tiempo no veo los programas de Televisa ni de TV Azteca. Ninguno logra mantenerme atento más de 1 minuto. Pero ayer, ante la retahíla de mensajes en las redes sociales sobre la terrible dinámica del programa, y en buena medida gracias a que traía varias cervezas encima, me instalé cómodamente y sintonicé el programa.


Debo confesar que Maerker y Trujillo no me parecen tan estultos como "aparecen" en ese programa. No opino lo mismo de los demás. Creo que Gómez Leyva y Riva Palacio potencializan su enorme capacidad de ser anodinos, y que el resto son más entusiastas que inteligentes, más esforzados que sagaces. De aquí que el programa sea indigesto. Pero seamos justos: el programa no está hecho para generar ideas, mucho menos para informar. Lo que ese programa busca es "posicionar" a sus "periodistas" y a la televisora ante una audiencia que, atiborrada de discursos vacuos sobre la democracia, quiere creer en la seriedad de 8 periodistas que lanzan cualquier cantidad de lugares comunes disfrazados de preguntas.


Lo que alcancé a ver el día de ayer fue algo parecido a un circo. No había "toma y daca" sino interrupciones sin cesar, respuestas elusivas, posturas encontradas, rencores. Eso es lo que desató tanto mensaje en las redes sociales. Pero más allá de eso, lo que allí se vio fue a un candidato haciendo política. Sabía que la audiencia del programa es enorme y que era una oportunidad para, como él dice, "informar". En este sentido, pese a la tensión del encuentro, el candidato acabó usando a su modo ese espacio. Hábil hasta el tuétano, hizo con el programa lo que quiso. Probablemente los periodistas se dieron cuenta de ello y eso acrecentó su enojo. Después de todo no supieron jugar en su propia cancha. Su habilidad frente a cámaras se mostró inferior frente a un candidato que no respondía directamente las preguntas que se le hacían, que "informó" lo que quiso, que no perdió los estribos, y que hizo de la tautología núcleo de no pocas de sus afirmaciones (si gano reconozco el resultado).


Desde otra perspectiva, no cabe duda que este programa "posiciona" a la televisora ante un discurso vacuo sobre la democracia: promueve la discusión, informa, y permite que un candidato haga uso de su espacio como le venga en gana. Es decir, con programas como estos se cura en salud y sale al paso de las acusaciones que se le hacen sobre "parcialidad". De hecho, esta televisora ha hecho lo mismo tiempo ha: desde 1985 ha generado este tipo de espacios por los que han desfilado todas las oposicioines habidas y por haber. La televisora sabe que para ella todo suma. Suma el que venda una actitud a sus televidentes (periodistas que gracias a la magia del "look" se venden como "carne fresca" de la "inteligencia"); suma el que abra sus puertas a un "candidato" con el que no simpatiza; suma el que se exalten, se interrumpan, se digan cosas fuertes, cual Talk Show. Suma porque ya se aprobó la unión entre Iusacell y Televisa, según se rumora. Ellos están en lo suyo, el negocio, mismo que esperan doblegue a cualquier candidato que gane la elección presidencial este 1o. de julio.


Mucho se discute si el programa de ayer es parte de una estrategia de la televisora en contra de AMLO. Me parece que para discenir esto hay que tomar en cuenta la conjunción de varias actitudes que coinciden en refutar la honestidad de este candidato y que, adicionalmente, intentan contener el "respiro" que le ha dado la movilización del 132. Como se sabe, la política formal electoral se define en la articulación de datos duros y percepción. Al PRI le preocupa sobre todo el asunto de la percepción, en donde es evidente el crecimiento de AMLO y la caída de Peña Nieto. No deja de ser interesante que al PAN también le preocupe esta situación. La aparición de spots similares, tanto por parte del PRI como del PAN, indican en dónde se encuentra la percepción sobre AMLO. De aquí que efectivamente, lo de la televisora parece formar parte de una estrategia contra AMLO.


Sin embargo, no hay que incurrir en el error de suponer que los adversarios de AMLO son tan ingenuos. Es evidente que no esperan que los spots o los programas contengan su avance en cuanto a percepción se refiere. Lo que buscan, y creo que con efectivadad creciente, es potencializar el encono entre los seguidores de AMLO. Porque el encono facilita su filtración, su provocación. Basta ver la cantidad de mensajes que se mandan por las redes sociales para darse cuenta la efectividad de este proceso. Atacar, descalificar, etcétera, mina cualquier ejercicio reflexivo serio, cualquier argumento mínimamente razonable, y paulatinamente se va correspondiendo con confrontaciones verbales y físicas muy reales, como ya sucedió en Coyoacán, en la UAM, y en algunos estados de la República. Esto es lo que en realidad puede contribuir a destrozar cualquier percepción.


En cuanto a los datos duros no hay mucho qué decir. Las encuestas se han vuelto un tema controvertido. No sabremos nada hasta el día de la elección. A diferencia de lo que sucedió en 2006, lo único que puede volver reconocible el triunfo de tal o cual candidato será una diferencia de votos aceptable. De lo contrario, el país se verá inmerso en una situación complicada y riesgosa.


La circunstancia, que para muchos es angustiante, obliga a preguntarse por quién votar. En varios lados esucho esta inquietud. Encuentro a muchos que afirman anularán su voto. Otros muchos dicen que votarán en contra de Peña Nieto y Vázquez Mota, "por lo que representan". Otros muchos son convencidos partidarios de AMLO. Los que me preguntan, haciendo a un lado los votos por convicción (entre los que cuento anularán su voto) hablan sobre todo del voto de castigo o el voto útil (que por supuesto no están dentro de los votos por convicción). Me piden, a veces me exigen incluso, que les diga si no haré uso de alguno de estos votos.


Primero, me parece impensable un voto que no sea por convicción. Por tanto, desecho la posibilidad del voto útil o el voto de castigo. Segundo, aunque no lo parezca, hay una diferencia entre la cualidad de un voto y la cantidad que ese voto suma (+1). Por ejemplo, el voto útil supone cualitativamente votar en contra de Peña Nieto aunque cuantitativamente sea un voto en favor de algún otro candidato, digamos que de AMLO. Su valor cuantitativo no implica un apoyo convencido e incondicional a AMLO, sino un NO a Peña Nieto, que es en verdad su dimensión cualitativa.


Desde esta perspectiva, me parece que dadas las  circunstancias, puede hablarse de la necesidad de una actitud cívica más que de un voto útil o de castigo. Una actitud cívica que se funda en la idea de que el proceso democrático no puede ni debe cimentarse en la confabulación de los poderes fácticos que exigen al ciudadano definir su voto a partir de la provocación, la amenaza y el miedo. Un proceso democrático que para dar como resultado la elección de un candidato se basa en estas estrategias irracionales no sólo mutila al ciudadano sino que abjura de su propia calidad democrática. En este sentido, adquiere relevancia un movimiento apartidista que exije un voto razonado. El problema es que la coyuntura electoral allí está, no se puede soslayar. Por tanto, un acto cívico en este momento es votar en contra de quienes escamotean la democracia al promover irracionalmente la provocación, la amenaza y el miedo para definir una elección. En este momento, votar a favor de un candidato quiere decir poder ubicarlo como alguien que si no promueve grandes y espectaculares transformaciones, por lo menos, y esto ya es decisivo, no contribuye a que el proceso democrático muera por suicidio. Hay que decirlo claro: en este momento ese voto convertido en acto cívico sólo puede ser por AMLO.


Esto no significa en modo alguno confundir la dimensión cualitativa con la dimensión cuantitativa del voto. El +1 para AMLO no implica estar de acuerdo con él ni concederle lo que no tiene (basta su reticencia a aceptar y promover el aborto para dudar de su supuesta adscripción a la "izquierda"). Por más que sus adoradores se enojen, lo que AMLO ofrece es "detener" la caída libre en la que está el país. Eso, evidentemente, es mucho y muy valioso. Pero de allí a esperar un cambio fundamental es hacerse el ciego ante todas sus contradicciones, limitaciones, y demás cosas que, ya sé, de decirlas ahorita, se me acusaría de cualquier cantidad de sandeces. Por fortuna, desde hace muchos años las he señalado. Así que no tiene sentido enumerar de nueva cuenta.


En conclusión, la única razón por la que podría votar por AMLO sería por considerarlo un acto cívico. Pero aún falta mucho para la elección. Los escenarios electorales, por coyunturales, cambian con celeridad. Es probable que siga firme en mi idea de anular el voto como el único modo legal de rechazar a todos los partidos por su demostrada incapacidad para plantear y promover un cambio de sistema.


martes, junio 05, 2012

¡Al carajo!


Para Raquel.


En el calendario hay días que destilan punzadas de dolor. Hoy es uno de ellos. Pocas veces el correr de los días y las manecillas del reloj parecen confabular para conducir al callejón sin salida de la pérdida. Cierto es que el mundo en general está constituido por todas las pérdidas de todos los tiempos y de todas las personas. Sin embargo, eso no consuela. Porque de todo ese cúmulo infinito de pérdidas a cada uno nos corresponde alguna vital, alguna que nos dificulta el respirar, el ver, el escribir.


Hoy, exactamente igual que hace dos años, estuve nadando. Me gusta hacerlo; me subyugan las burbujas debajo del agua; me fascina el ritmo que supone desplazarse por la superficie del agua que a cambio prodiga la apacible caricia de quien pudiendo no es mortal. Pero hoy nadé con furia. La furia que cabe en un duelo nunca concluido; la furia de quien lamenta que los buenos estén desapareciendo con celeridad; la furia de la derrota.


Abajo del agua recordé parte de la última conversación personal que tuvimos. La ingenuidad que ve en el reformismo algún tipo de revolución. Las notables tendencias conservadoras de una parte importante de eso llamado pueblo. “La revolución tiene que ser de otra manera”, me dijo. Quedamos en seguir esa conversación en otro momento. Ya no hubo tiempo; tendrá que ser en otro mundo. Recordé también que aquel día, antes de recibir la funesta llamada, mientras nadaba, pasaba lista a la de cosas que debía comentarle: las lecturas hechas, el hallazgo de uno que otro artículo interesante sobre el nacionalsocialismo, y la propuesta de comenzar a grabar las entrevistas en cantina, recopilar sus materiales. Me vi sentado frente a mi computadora intentando escribir cuando aquella llamada me lanzó al abismo de la nada.


Desde entonces, y de manera intermitente, me duele la mano derecha de un modo peculiar. Hoy duele con mayor intensidad. Se me dificulta escribir, manejar la motocicleta. Es suicida pienso. Tanto lo uno como lo otro, pero sobre todo lo segundo. Sin embargo, sé que los dolores crónicos son, por paradójico que parezca, la contundente presencia de una ausencia. Como sucede con los mutilados. Mutilado estoy desde entonces.¿Hay que amedrentarse por eso?


Rumio en silencio este no hallarme. Como galletas con miel de factura materna. Escucho las noticias. Repaso los pendientes del día. Recibo y contesto mensajes. Pago deudas. Y escribo. Y leo. Evidentemente nada ahuyenta el dolor de la mano, del corazón, de la cabeza. No he dormido. Todo es irreal: los colores, las distancias, las personas. El mundo todo es irreal. Irreal esa mujer que de la nada me abrazó. Irreal esas llamadas provocadoras. Irreal ese árbol que cae bajo la ejecución de la sierra eléctrica.


Un amigo me dijo que debiera ir a terapia. Yo me digo que entre decirle a un desconocido no sé qué, mejor me digo a mí en papel las cosas que sí sé. Es más barato. Menos productivo. Pero por eso mismo más valioso. El día seguirá. Sus horas sucederán. Revisaré al azar algunas páginas de cualquiera de sus libros. Tomaré otra vez la pluma para escibir alguna ocurrencia. Mientras tanto, al son del dolor, me digo en ese tono prosaico que tanto le desagradaba: ¡al carajo con este pinche dolor! ¿De cuándo acá algún dolor es suficiente para no hacer? O como dijo el Che a su subordinado que dormía plácidamente: ¿Quién le ordenó descansar?

domingo, junio 03, 2012

De ciudadano a ciudadano. A propósito del voto informado y razonado

Estimados ciudadanos de los Estados Unidos Mexicanos.

Presente

Actualmente no cabe duda que la democracia es la mejor forma de gobierno. Mucha de la historia reciente del mundo y de este país ha sido la lucha por hacerla realidad. Aunque esto es así, lo paradójico es que, una vez conseguida, tenga que lucharse constantemente por defenderla. Pareciera que hay quien piensa que lo bueno y lo mejor no debe tener cabida en el mundo ni en nuestro país.

¿De qué hay que defender a la democracia? Hay que defenderla del autoritarismo. Antes era sencillo identificar a sus representantes y militantes. Solían usar coronas o condecoraciones militares. Negaban el rango de humano a quien no fuese de ellos o como ellos. Se empeñaban en hacer del mundo y del país uno a su imagen y semejanza: para pocos, sin libertad, sin la posibilidad de discrepar, concentrado la riqueza y los bienes para los suyos.

Si bien coronas y militares ya no gobiernan, el autoritarismo sigue vigente. Pero ahora sus representantes y militantes usan trajes y corbatas o zapatillas y accesorios muy caros. Ellos siguen en los mismo, intentando hacer un mundo a su imagen y semejanza: para pocos, sin libertad, sin la posibilidad de discrepar, concentrado la riqueza y los bienes para los suyos. Hoy utilizan la riqueza para negarse a aceptar como humanos a los que carecen de ella.

Sin embargo, a diferencia de sus predecesores, que se oponían a la democracia como forma de gobierno, estos autoritarios le ensalzan por un motivo inconfesable públicamente. Para ellos la democracia sirve en tanto que puede ser utilizada en su propio beneficio. Para ello se valen, entre otras cosas, de la mano de las coronas del entretenimiento y las condecoraciones militares obtenidas en guerras provocadas desde las muy elegantes oficinas y yates de estos autoritarios. En sus manos la democracia es una perversión.

De estas perversiones es de lo que hay que defender a la democracia, particularmente en nuestro país. Sus adversarios hoy están ocultos con máscaras que en automático hablan de la democracia. En realidad dicen una cosa pero piensan otra y actúan en consecuencia. La mayor tragedia que puede sucederle a cualquier democracia es que por la vía del voto se elija a quienes la desprecian profundamente, a quienes la pervierten, a quienes la traicionan, a quienes escondidos en ella sólo reconocen como iguales a los que acumulan riqueza a costa del trabajo de los demás.

Este 1o. de julio la democracia mexicana habrá de definirse una vez más. Ejerce tu voto de manera informada y responsable. Analiza las propuestas que los contendientes electorales tienen; evalúa el proceder de los candidatos y sus partidos, lo mismo ahora que antes; atiende a sus actos más que a sus discursos. No elijas a partir del miedo, la ignorancia o la desidia, ni en función de la creencia o de la fe. El norte del voto, de tu voto, está en la respuesta más concreta posible que puedas dar a cada una de las siguientes preguntas: ¿Cuál de los candidatos contribuye a afianzar el autoritarismo y cuál la democracia? ¿Cuál de las plataformas políticas de los partidos y sus candidatos ofrece la posibilidad de depurar de sus perversiones a la democracia? ¿Quién tiene el equipo de personas necesarias para sentar las bases de un país en el que tengan cabida todos y no solamente unos cuantos? Ejerce tu voto respondiendo estas tres preguntas. Seguro no te equivocarás. Confía en tu discernimiento. Confía en ti. Y después, no cejes en el empeño de tener un país mejor.

Atentamente

Un ciudadano mexicano.