Leo los dimes y diretes sobre el voto en blanco. Llego a una conclusión obvia: se puede actuar de la misma manera pero por razones distintas. Un empresario utiliza el voto en blanco como reverso de un cheque en blanco: como si los “compromisos” ante notario fueran razón suficiente para que un político cumpla. “Fírmenle y yo voto”.
Un intelectual habla del voto en blanco para “deslegitimar” al sistema. Como si el sistema tuviera ahora gran legitimidad. Como si de lo que se tratara fuera quitársela porque de una u otra forma la posee. En verdad se trata de lo contrario: porque no la tiene es que se puede votar en blanco. “Entre más palabras imprecisas use en mejor posición me encuentro ante la opinión pública para abanderar este movimiento cívico”.
Yo creo otra cosa: ya estoy cansado de tener que padecer la crisis superlativa en que se halla este país. Y creo sinceramente que gran parte de esta crisis se la debemos a la burocracia política, cuyos desatinos son en verdad inclasificables (basta con ver las muy ingeniosas propuestas de AMLO para Iztapalapa). Así que en vez de padecerla pienso que debemos asumirla: que la crisis también corra por nuestra cuenta. El voto en blanco que yo concibo es éste y no el que surge del amago o del cándido mundo al revés.