miércoles, julio 06, 2005

Manos de plata

La luna, aburrida de su trillado camino, tomó en sus manos un poco de plata y las hundió en el agua de la laguna. Ésta, vuelta espejo, le regresó su imagen. A la distancia, la luna encontró todo lo que de ella dicen los humanos en la tierra: el conejo que se esboza en su superficie, la hermana menor del sol que carece de luz propia, el astro menor por un acto de cobardía, el queso que hambre despierta, la incitadora de sueños entre enamorados. Las horas de la noche pasaron, y otros horizontes le llamaron. Muy a su pesar, la luna siguió su camino, perseguida a distancia prudente por el astro rey.

El sol, envidioso como todo rey, lanzó sus rayos de oro contra las aguas de la laguna. Pero la superficie del agua no quiso desprenderse de su tono plateado. Será que en la noche se operó un enamoramiento o quizá que los sueños melancólicos de la luna anidaron profundamente en la laguna, pero poco a poco, ese tono plateado subió a los cielos, tiñendo las nubes. Parecían nubes de mercurio. Sorprendido, el sol decidió esconderse tras ellas, sin ánimo de mostrar su rostro.

La laguna no dejó de ser plateada durante todo el día. Por la noche la luna tampoco apareció. Toda la superficie de la tierra no era mas que plata. Incluso los rayos parecían meros destellos plateados. Y entonces llegó la lluvia.

Incluso ahora, cuando esto escribo, se ignora si el día amanecerá de otro color. Nadie sabe el motivo de este día extraño...