Explicando la influencia árabe sobre España, Lugones la encuentra incluso en las expresiones interjectivas. Según su decir, el “ojalá” castellano se corresponde con el “In xa Alá” de los sarracenos.
Aceptando sin conceder que esto sea así, no deja de ser interesante lo que ambas expresiones en realidad suponen. El In xa Alá, que literalmente quiere decir "¡si Dios quiere!", denota una voluntad superior que define todas las cosas: la voluntad divina, que a fin de cuentas acaba por expropiar todo acto volitivo propiamente humano. Si Dios quiere, las cosas suceden, independientemente de lo que el ser humano desee o quiera. Indudablemente hay algo de peón en ese actuar humano. En este sentido, bien se puede imaginar a Judas Iscariote, a quien Dios quiso traidor para cumplir un plan divino.
En cambio, el “ojalá” nuestro, es más humano que la voluntad divina. Cuando usamos el “ojalá”, expresamos, como lo dice el diccionario de la Real Academia, un vivo deseo de que suceda algo, esto o aquello, pero que suceda. Este deseo parece ser más abierto que la certeza de la voluntad divina, pues da cobijo lo mismo a los imponderables del trancurrir que a lo que los actos volitivos humanos pueden lograr. En nuestro “ojalá” hay algo de azar, que evidentemente es mucho menos explicable y asible que la voluntad de Dios. ¡Por fortuna!