En la CDMX parece existir un ordenamiento urbano en el que se indica que, en cualquier avenida, es obligación ocupar sus aceras o carriles extremos con cualquier objeto, que puede ser desde una cubeta con cemento hasta negocios informales y formales. Claramente el objetivo de dicho ordenamiento es que el usuario de la ciudad se sienta estrechado, acogido, cobijado. Por eso, los chilangos se saben muy queridos.