viernes, julio 24, 2020

La Pausa

Recuperar a la falsa Mafalda que no demerita a la verdadera. Querer bajarse del mundo. Ponerse a uno mismo en modo pausa con el fin de pensar con claridad. El vértigo no ayuda, la velocidad tampoco. Comparsas del sentimiento antes que de las ideas. La Montaña Rusa nos hace sentir pero en el momento escasamente ayuda a pensar. Lo mismo sucede con las redes sociales, lugar en el que hoy se disputan las efímeras y acomodaticias verdades de nuestras sociedades. Los medios tradicionales de comunicación masiva, descolocados, andan a la zaga. Por eso pretenden replicar la dinámica de esas redes, convirtiéndose en esbozos fallidos para una humanidad desbocada, urgida de verdades al mayoreo, practicante de una fe ingenua y una militancia simple, superflua, ahogada en contradicciones. Por este mismo derrotero equívoco inducen a la educación. Carece de sentido extenderse más en ejemplos. En pocas palabras, el mundo actual no nos da respiro para pensar. Querer bajarse de su dinámica, ponerse en pausa, tomarse el tiempo y la actitud necesarias para pensar quizá sea una apuesta absurda. Quizá no.


Craso error suponer que poner pausa es querer alejarse, distanciarse. Se trata, por el contrario, de asumir otro ritmo. El ritmo propio de la compañía y de la conversación. Un ritmo distinto del de la ciega soledad que impera en el vértigo y la velocidad, esa que se llama virtualidad. En ella no hay conversaciones, mucho menos compañías; hay avisos, notificaciones, gustos y disgustos, caritas, gestos, conteos. En ella, el tercero excluido, propio de los genuinos encuentros con los otros, es definitivamente expulsado a fuerza de economía de palabras. Conversar, acompañarse, encontrarse, probablemente sea actualmente el deseo más dinosáurico e insano que existe. Pero es un deseo necesario para quien ansía pensar. Porque pensar sucede con otros, es a través de su ejercicio que nace el tercero excluido. Se piensa conversando con otros, estando con otros. Su resultado es siempre inesperado, no el de la negociación, del adoctrinamiento, de la urgencia por convencer, de la construcción de las arenosas verdades que imperan en las redes sociales.


Ponerse en pausa para pensar, encontrarse con otros para pensar, conversar con otros para pensar. Ojalá que cuando el mundo despierte, este dinosáurico deseo siga estando aquí.