miércoles, noviembre 20, 2013

Habría que usar un moño negro este día

Hay que aceptar que “volver a pasar por el corazón” no es suficiente. Aunque recordar cuando prevalece el olvido es en sí mismo un acto valioso, es insuficiente. Además, el acto se empobrece notablemente cuando se convierte en un evento institucional que se fija cual ritual cívico carente de significado o se le deja al garete del capricho “político”. Nada de eso es suficiente.

Quizá lo primero que es necesario aceptar es el asesinato de la Revolución mexicana. Sí, asesinato y no muerte. Porque no es que haya muerto de “muerte natural”, como Octavio Paz decía de la revolución, así, a secas, para referirse al “socialismo realmente existente”, sino que la asesinaron los que gracias a ella se instituyeron como gobierno. Después, la volvieron a asesinar los gobiernos panistas, con su embestida contra cualquier aspecto laico de la vida social y política. Y ahora, un gobierno carente de perfil alguno, el que sea, la vuelve a asesinar con sus ciegas convicciones neoliberales.

Asesinada, desmembrada, cremada, esparcidas sus cenizas, parece haber una voluntad institucional de olvidar que este país, en muchos de sus mejores aspectos, es el resultado de aquella revolución de principios del siglo XX. Y no tanto por gana de los vencedores, sino por esfuerzo de la bola, de los de abajo y los varios proyectos que lograron consolidarse y constituirse como vida corriente en este país. Si los actos conmemorativos y académicos no recuerdan esto, se quedarán en lo que son: misas que yerran en lo fundamental.

Tal vez lo segundo que habría que aceptar es que urge simbolizar una lucha en contra de este olvido total o la administración del “volver a pasar por el corazón” institucional. No estoy seguro que sea a través de historias escritas ni de conferencias ni de películas. Seamos honestos: eso no pasa de los sectores medios ilustrados que, por supuesto, se sienten una comunidad. Muy probablemente en cierto modo hace falta aquello que en su momento Roger Bartra exigía al gobierno panista y a la centro-derecha: nuevos mitos. Probablemente nos falte simbolizar esa lucha, crear los símbolos que se vuelvan mitos y/o que refuercen los otros mitos muy nuestros: Zapata, Villa, la bola.

Debiéramos ponernos hoy un moño negro con las siglas 20N o algo parecido. Reconocer  que hay una víctima, mostrar con ello nuestro luto y también nuestra gana de dar esa lucha contra el olvido o la administración del recuerdo institucional. Ese moño nos ayudaría a reconocernos como comunidad y nos obligaría a ejercer la memoria y encender en nosotros la llama casi extinta de la idea de la revolución. Un moño negro nos ayudaría a tener presente el “instante de peligro” en el que estamos y quizá nos ayudaría a simbolizar lo que sucede en el país. Además, de alguna manera, otorgaría una identidad a estos pequeños incendios que se ven por todo el territorio nacional.


Por lo pronto, hago mi moño negro. Falta el logo propiamente dicho del 20N, pero andando el tiempo aparecerá el diseñador que lo haga. Tenemos muchos 20N por delante.