lunes, noviembre 07, 2011

De muertos, mafias e indignados

Poco a poco sale a la luz pública lo que se le hizo al dictador Kadaffi. Muchas cosas pueden explicarse pero no justificarse. En una guerra todos los códigos morales se quiebran. La venganza se confunde con justicia, el cúmulo de opresiones mueve a una reacción inmediata y letal que intenta compensar tanto sufrimiento. Pero si el nacimiento de un nuevo régimen se bautiza con sodomización y ejecución poco o nada hay que lo pueda diferenciar de aquel otro tan detestable y asesino que asoló la región por tantos años. La brutalidad les hermana.

Lo que no puede pasar inadvertido es esta tendencia al asesinato de los que hoy desde Washington se califican de “malos”. Desde el juicio sumario a Hussein, pasando por el asesinato y desaparición de Osama Bin Laden, hasta esta detestable ejecución de Kadaffi como las declaraciones de que la CIA ayuda a asesinar narcos en nuestro país, lo que queda claro es la estrategia norteamericana de callar de manera inmediata a aquellos que en su momento fueron sus aliados o producto netamente norteamericano. Y es que vivos, “los malos” tendrían mucho qué contar, como lo demuestra el caso del “Vicentillo”. Muertos y en silencio son más útiles a este nuevo baño de santidad democrática que se dan desde la Casa Blanca. La justicia es una quimera. Lo terrible es dejar en manos de desamparados la ejecución “justiciera”. Desde el cómodo sillón del salón Oval la mano blanca deja a la mano negra hacer en su propio beneficio.

En abril de 2010 Julio Scherer entrevistó al Mayo Zambada. Entre otras cosas el líder del cartel de Sinaloa dijo que ese asunto del narcotráfico nadie lo terminará. Que los líderes de los cárteles renacerán una y otra vez. Sin hacerlo explícito Zambada estaba hablando de un asunto estructural. Lo mismo puede decirse con dictadores y tiranos. No es su maldad intrínseca la que los vuelve eso, sino la estructura misma del capital que los requiere. Su brutalidad, su violencia, su vida a menudo estrafalaria, suelen ser la única superficie visible para el resto de los mortales. Pero por debajo están los intereses particulares cuyos tentáculos vienen desde Wall Street y otras zonas en las que se edifican los modernos palacios llamados casas de bolsa.

La idea del renacimiento de los líderes de los cárteles, dictadores y tiranos alcanza también a los capitalistas que dentro de la legalidad explotan y también matan. Lo que Zambada dijo a Scherer se aplica sin mayor problema a los capitalistas como tales. A la caída de Jobs, de Slim, de Guzmán Loera, surgirá otro Jobs, otro Slim, otro Guzmán Loera. Es la acumulación, la explotación, la muerte, lo que les hermana. Los unos no son en verdad distintos de los otros. Todos se mueven como mafias. Sería un error suponer que los narcotraficantes no son capitalistas. Lo son, y a menudo, en su crueldad, ponen al desnudo el proceder netamente capitalista con que los “santos” del capital que hoy se veneran en todo el mundo, con su evangelio-Forbes en la diestra, se hacen ricos.

Por eso, precisamente por eso, duele e indigna encontrar el mismo comportamiento en partidos que se autodefinen de izquierda. Lejos están de comprender que no es con declaraciones (ayer al diablo las instituciones, hoy amor mucho amor) como se es diferente. Revisar los periódicos de hoy muestra a los partidos “de izquierda” corroídos desde su mismísimo interior por el proceder capitalista. Sea aquí o en Nicaragua.

Y los muertos, los muertos siempre los ponen otros.... Quizá por eso mismo los “indignados” llaman tan poderosamente la atención. No son la solución, pero sí abren la puerta para hallarla.