miércoles, noviembre 30, 2011

Deshacerse de lo que no sirve


El asesinato de Nepomuceno Moreno Muñoz ha levantado gran indignación en diversos sectores sociales mexicanos. Lo cual es un signo de que al menos una parte de este país todavía se inconforma ante la “naturalidad” (“daños colaterales”) con que el gobierno quiere presentar los costos de su estrategia fallida ante todo, no sólo contra el narcotráfico y la delincuencia organizada. Cierto es que hay que indignarse por este y por todos y cada uno de los asesinatos que tienen lugar en nuestro país y en el mundo. Pero el caso de Nepomuceno parece condensar y convocar toda esa indignación que de otra manera, por su número, estaría dispersa y carecería de efecto.


Algunos actores, entre ellos Héctor Bonilla, han hecho una breve cápsula (“Soy Nepomuceno Moreno”) para manifestar su indignación. Allí se dice: “Busco lo que no puede darme el Estado: Justicia, Consuelo, Respeto”. La frase me asombra. No hace referencia al gobierno en turno sino al Estado. A menos que exista en ellos la ya casi inveterada tradición de confundir una cosa con la otra, están señalando algo que, para el actual gobierno, que también suele confundirse a sí mismo con el Estado (nada más porque estamos en el siglo XXI el señor Calderón no afirma “el Estado soy yo” aunque lo piense), es motivo de descalificación y represión. Me parece que es necesario darle el beneficio de la duda a estos actores y asumir que con conocimiento de causa quieren decir exactamente lo que dicen: es el Estado el que no sirve, el que ya no puede ofrecer justicia, consuelo, respeto.


Las declaraciones de la PGJ del Estado de Sonora sobre Nepomuceno (investigo pero tengo un juicio a priori: era un delincuente y su hijo obtuvo lo que se merecía) son declaraciones programáticas de un gobierno autoritario y de un Estado que no sirve. Este sentido es claro también en las declaraciones que hizo el poder ejecutivo en el sentido de proceder legalmente contra quienes le imputan responsabilidades penales ante la Corte Internacional de Justicia la Haya. El catálogo de gobiernos locales e instancias federales que proceden de esta forma es largo y no se reduce a este sexenio. Sin embargo, en este sexenio, actos que no prohijó adquieren un sesgo particular por la preeminencia que en la vida pública están teniendo los cuerpos represivos civiles y militares.


Si grave es el asesinato en general, más lo es que suceda entre quienes hacen señalamientos críticos al gobierno y advierten de la ineficacia del Estado. Los “desencantados” de la transición democrática, como suele llamárseles en tono desdeñoso, no son únicamente aquellos que reclaman justicia para sus seres queridos o quienes intentan obligar a un cambio de rumbo con actos razonables (indignados, por ejemplo), sino también los que haciendo uso de las ideas apuntan, señalan, argumentan. El gobierno actual parece tolerar que a todos estos “desencantados” se les persiga, amenace, hostigue, mate. Pero sobre todo, tolera estas actitudes pervirtiendo de manera superlativa lo que que queda de un ya por sí pervertido Estado.


Por eso me parece sintomático lo que dicen los actores en su cápsula: si se acepta que hablan con conocimiento de causa, habremos de convenir en que el Estado ya no puede dar lo más mínimo de aquello para lo que fue creado. Y es que el Estado se constituyó con ideales muy altos pero tareas concretas y objetivas no tan loables: dígase lo que se quiera del Estado, con toda la ideología propia de los pensadores burgueses y liberales, lo cierto es que organiza la explotación, racionaliza la desigualdad y facilita la acumulación de capital. De aquí que su existencia misma sea perversa. Pero actualmente se le despoja incluso de sus inalcanzables utopías pervirtiendo lo que está allí para disimular su verdadera naturaleza, lo que está allí para ofrecer una creíble fachada que vuelva aceptable su perversidad.


Afirmar que el Estado no da lo que ofrece es tan sólo un paso necesario para llegar a la conclusión obvia: hay que desaparecer al Estado. Porque no se trata de cambiar de gestores del Estado, sino de desaparecerlo por completo y construir otra cosa. Sé bien que este decir suena trasnochado. De hecho es lo primero que suelen argumentar burgueses, liberales y de izquierda electoral. Sin embargo, allí está la frase: solicito lo que el Estado no me puede dar. ¿Por qué habría que sostenerse algo que parece estar allí para intereses diferentes de los que el ciudadano solicita? Eso parecen querer decir ambos actores que, francamente, ni son comunistas ni nada remotamente cercano. ¿Por qué?

viernes, noviembre 11, 2011

La seguridad de los funcionarios

La trágica muerte de Blake enseña que en este gobierno los funcionarios mueren por su trabajo pero sobre todo en su trabajo. Lo cual habla de su terrible ineficiencia. Si yo fuese funcionario federal comenzaría por exigir que las condiciones de mi trabajo fuesen adecuadas, es decir, que los aviones y helicópteros funcionen, y que fuesen cualesquiera mis deberes, el realizarlos no pusiese en riesgo mi vida por el solo hecho de trasladarme a cumplirlos. Es muy distinto "morir en el deber" que "morir en el intento de cumplir con el deber".

lunes, noviembre 07, 2011

De muertos, mafias e indignados

Poco a poco sale a la luz pública lo que se le hizo al dictador Kadaffi. Muchas cosas pueden explicarse pero no justificarse. En una guerra todos los códigos morales se quiebran. La venganza se confunde con justicia, el cúmulo de opresiones mueve a una reacción inmediata y letal que intenta compensar tanto sufrimiento. Pero si el nacimiento de un nuevo régimen se bautiza con sodomización y ejecución poco o nada hay que lo pueda diferenciar de aquel otro tan detestable y asesino que asoló la región por tantos años. La brutalidad les hermana.

Lo que no puede pasar inadvertido es esta tendencia al asesinato de los que hoy desde Washington se califican de “malos”. Desde el juicio sumario a Hussein, pasando por el asesinato y desaparición de Osama Bin Laden, hasta esta detestable ejecución de Kadaffi como las declaraciones de que la CIA ayuda a asesinar narcos en nuestro país, lo que queda claro es la estrategia norteamericana de callar de manera inmediata a aquellos que en su momento fueron sus aliados o producto netamente norteamericano. Y es que vivos, “los malos” tendrían mucho qué contar, como lo demuestra el caso del “Vicentillo”. Muertos y en silencio son más útiles a este nuevo baño de santidad democrática que se dan desde la Casa Blanca. La justicia es una quimera. Lo terrible es dejar en manos de desamparados la ejecución “justiciera”. Desde el cómodo sillón del salón Oval la mano blanca deja a la mano negra hacer en su propio beneficio.

En abril de 2010 Julio Scherer entrevistó al Mayo Zambada. Entre otras cosas el líder del cartel de Sinaloa dijo que ese asunto del narcotráfico nadie lo terminará. Que los líderes de los cárteles renacerán una y otra vez. Sin hacerlo explícito Zambada estaba hablando de un asunto estructural. Lo mismo puede decirse con dictadores y tiranos. No es su maldad intrínseca la que los vuelve eso, sino la estructura misma del capital que los requiere. Su brutalidad, su violencia, su vida a menudo estrafalaria, suelen ser la única superficie visible para el resto de los mortales. Pero por debajo están los intereses particulares cuyos tentáculos vienen desde Wall Street y otras zonas en las que se edifican los modernos palacios llamados casas de bolsa.

La idea del renacimiento de los líderes de los cárteles, dictadores y tiranos alcanza también a los capitalistas que dentro de la legalidad explotan y también matan. Lo que Zambada dijo a Scherer se aplica sin mayor problema a los capitalistas como tales. A la caída de Jobs, de Slim, de Guzmán Loera, surgirá otro Jobs, otro Slim, otro Guzmán Loera. Es la acumulación, la explotación, la muerte, lo que les hermana. Los unos no son en verdad distintos de los otros. Todos se mueven como mafias. Sería un error suponer que los narcotraficantes no son capitalistas. Lo son, y a menudo, en su crueldad, ponen al desnudo el proceder netamente capitalista con que los “santos” del capital que hoy se veneran en todo el mundo, con su evangelio-Forbes en la diestra, se hacen ricos.

Por eso, precisamente por eso, duele e indigna encontrar el mismo comportamiento en partidos que se autodefinen de izquierda. Lejos están de comprender que no es con declaraciones (ayer al diablo las instituciones, hoy amor mucho amor) como se es diferente. Revisar los periódicos de hoy muestra a los partidos “de izquierda” corroídos desde su mismísimo interior por el proceder capitalista. Sea aquí o en Nicaragua.

Y los muertos, los muertos siempre los ponen otros.... Quizá por eso mismo los “indignados” llaman tan poderosamente la atención. No son la solución, pero sí abren la puerta para hallarla.

domingo, noviembre 06, 2011

Sobre la violencia

Aquí un texto reciente para provocar la reflexión.

La Miseria de La Violencia y La Violencia de La Miseria