lunes, mayo 17, 2010

El Jefe

Dicen que el ex novio celoso de la novia jovencita y guapérrima del susodicho decidió cobrarse a la mala sus celos. Aunque yo pienso que se trató más bien de resarcir la dignidad lesionada. Sea cual fuere el motivo cierto, la que primero perdió fue la razón: pocas cosas obnubilan más que los celos o la dignidad arrastrada por el fango. Así que en plena sinrazón el ex decidió algo descabellado: chingarse al intocable precisamente porque a nadie en su sano juicio se le habría ocurrido chingárselo. Como se ve, la lógica del argumento es al más puro estilo Matrix (la primera). Recordó entonces lo que en plática dolorosa y final le dijo su ex: “Tiene lana, hartos bienes inmuebles, no es bueno en la cama pero tiene una casita de campo poca madre allá en Querétaro a la que llegan un expresidente poderoso y otros. El puro y los pelos son soportables. Ofrece futuro, en cambio tú me das un presente jodidamente aspiracional”. Además, sobrada, remató: “Es un lugar que se sabe no hay que tocar; sólo algunos privilegiados podemos”. Entonces el novio, lleno de ira, se dijo a sí mismo: "chinguesu" y se lanzó en busca de su presa. Como buen católico se dijo: “Yo, como Job, a chingarme al Leviatán”.

Recorrió la zona con calma, como tusita. Preguntó por acá, por allá. La ñora de las quesadillas le dijo dónde es porque “no es un secreto para nadie”. El ex se fue entonces a inspeccionar el lugar. Ronda, vigila, aguarda. Los días pasan y de pronto encuentra la oportunidad: ve la camioneta del Jefe. Con más audacia que inteligencia, se le para enfrente, solicitando auxilio. Se dice perdido. Se lo dice a sí mismo en un destello racional y se lo dice en voz alta al Jefe para dar una explicación relativamente creíble de su presencia en lugar. El Jefe escucha. Decide ayudarlo porque ¿quién podría tocarlo? Además, nunca se sabe, en la cadena de favores, todos son útiles (se dice a sí mismo el Jefe, recordando al expresidente, al diputado, el empresario, al payaso). Sube al extraño. Éste, sin más, le da un putazo, bien dado, entre ceja, oreja y madre. Luego, otro vergazo. En la desesperación se da cuenta que no tiene arma alguna, pero allí, a la mano, están unas tijeras que el Jefe usa para cortar su puro. Las toma. En plena locura se las mete en un costado al pobre Jefe cuyas barbas se remojan en sangre. Piensa que se siente blandito. Avienta las tijeras al asiento trastero, sin poder evitar una mueca de asco. El ex toma el control de la camioneta. Avanza hasta que encuentra un burro atado a un árbol. Se detiene, baja al motivo de su locura, lo sube al burro y piensa “cómo apesta este cabrón a puro”. Inmediatamente en juego de palabras agrega para sus adentros: “Puro cabrón, cabrón puro, pinche puto”. Caminan. El Jefe se queja. Él le da otro madrazo para que se calle. Se internan en el campo. El ex piensa: “Si seré pendejo, ahora con qué le corto los güevos a este puto cabrón?”…