sábado, abril 24, 2010

Cambiando túnicas

–¿No te parece pedir demasiado? –me preguntó–. Si yo no me conozco a mí mismo, ¿cómo habrían de hacerlo los demás?, ¿tú, ella, él?
–Pero ¿no dice Sócrates que hay que conocerse a uno mismo? –respondí en tono de provocación.
–Sócrates era un loco. Su afán inquisitorial me enerva –me dijo en ese tono indefinible que le conozco tan bien.

Desde ese día me pongo a pensar en eso del “conócete a ti mismo”. Confieso que no he llegado a punto alguno, pero no deja de ser hilarante imaginarme a Sócrates como inquisidor, sacando información valiosa de quien siguiendo su máxima acudía a él en búsqueda de consejo. No he llegado al punto de imaginármelo torturando al prójimo, pero sí como un incisivo chismoso que de la información ajena obtenía la satisfacción de una obsesión. Y aunque todo esto sea un disparate, no me queda otro remedio que agradecer a aquel filósofo al que tanto le enerva el afán socrático las carcajadas que me provoca el poder intercambiarle túnicas a mi querido Sócrates gracias a su decir.