martes, diciembre 08, 2009

Obra de arte en la ciudad

Hay cosas que no se pueden saber, pensaba. ¿Cómo es posible que sienta un brazo de sol ciñéndome por la cintura?, se preguntaba. Entre tú y el horizonte hay un extraño parentesco, decía una voz dentro de su cabeza. Amanecer o atardecer en ti, es el único milagro que me interesa, declaró en silencio. Escojo, se dijo, esta manera de morir: quemada, quemada, quemada. Este sol que me asa, que me hace, que me incendia, que me arrasa, no deja oxígeno qué respirar, intentó musitar. Y tras el horizonte sólo queda tu mar, que proceloso me hunde y me ahoga, intenta gritar pero sólo alcanza a gemir sílabas y más sílabas.

Aislados por el bendito vapor que se adhiere a las ventanas de ese auto, obsequiaron un bello cuadro para una urbe contrahecha.