Llegó a mi correo electrónico un artículo del secretario de Desarrollo Social del Gobierno del Distrito Federal. Se me pide, como a otros tantos, que “lo difunda”. Por el tono, es de suponerse que el equipo del secretario no espera que emita opinión alguna y que solamente lo difunda entre mis conocidos. Esto no lo puedo hacer. Así que procedo a opinar al respecto.
Los políticos suelen moverse bien en las superficies. Proceden convencidos de que forma es fondo. Martí Batres no es la excepción. En su columna, “Objeciones de la memoria” (17 de diciembre de 2009), responde a Joaquín López Dóriga de un modo “político”, es decir, poniendo énfasis en obviedadades y haciendo caso omiso de las cosas de fondo, sacando a relucir currículum y enviando mensajes a por lo menos un actor político de importancia.
El motivo de la respuesta del secretario es la reiterada insistencia del periodista en su renuncia al puesto que califica de poderoso. Martí Batres aclara a Joaquín López Dóriga que el presupuesto que su secretaría maneja no es de 12 mil millones como afirma en uno de sus artículos, sino de “apenas” mil 300 millones de pesos. La exageración salta a la vista. No obstante, deja intacto el hecho de que efectivamente la secretaría de Desarrollo Social es sumamente poderosa por su incidencia y el modo en que se maneja la distribución de sus recursos.
Luego el secretario pierde piso. Argumenta que la ley, claramente manifiesta en la firma de su nombramiento por parte del Jefe de Gobierno, “no aparece que los conductores de televisión tengan facultad para poner o quitar funcionarios de gobierno alguno”. Perogrullo haciendo gala de su lógica. No, evidentemente no “aparece” ni “estipula” ley alguna semejante cosa.
Joaquín López Dóriga es solamente un periodista, o como dice el secretario, un “comentarista de televisión”. En este país ser tal cosa no implica necesariamente voluntad informativa ni compromiso alguno con la veracidad. Pero tampoco supone necesariamente una postura personal. Guste o no, López Dóriga es parte de eso que suelen llamar “opinión pública”. En México ésta es, sobre todo, el decir de ciertos poderes económicos que monopolizan los medios de información masiva, particularmente la televisión.
Por lo anterior, el secretario se equivoca cuando hace el diagnóstico del por qué es objeto de ataques de aquel “comentarista de televisión”. Supone de manera muy gratuita que esto se debe a la labor que la secretaría de Desarrollo Social lleva a cabo. Sin descanso, dice el secretario, los que la integran siempre están en contacto “con la población menos favorecida económicamente”. Y concluye que “Tal vez eso es lo que inquieta y pone nerviosa a una derecha intolerante y delirante que hoy me quiere sacar del Gobierno de la Ciudad”. No, a esos poderes no les inquieta en lo más mínimo que estén “siempre en contacto” con esa población. De hecho, hasta lo ven con simpatía. Los poderes económicos, particularmente los que monopolizan los medios de comunicación masiva, hacen exactamente lo mismo que muchos de los programas del gobierno de la ciudad. Y la derecha intolerante a la que alude el secretario, es católica. La caridad, que supone también estar en contacto con los menos favorecidos, es virtud teologal. Ergo, la practican porque en ella va la salvación del alma. Así que difícilmente podrán objetar el acto de “estar en contacto” con los menos favorecidos.
El ataque del que el secretario es objeto se debe a algo menos noble que lo sostenido en su alegato. Se trata ni más ni menos del 2012. La sucesión presidencial sí inquieta a los poderes económicos de este país. Por ello van tejiendo su estrategia para imponerse de una vez por todas: desde la televisión y el espectáculo crean un candidato, impulsan una reforma electoral que garantice el bipartidismo, y buscan cómo sortear el escollo del Distrito Federal. Aquí la opción era “Juanito”, pero se cebó. Así, pues, los ataques al secretario de Desarrollo Social están insertos en plena estrategia electoral.
Con el 2012 en el horizonte, esos poderes económicos consideran indispensable sacudirse al señor López de manera definitiva. Como es sabido, el secretario Batres basa parte de su proyección política en su lealtad incondicional a López Obrador. Incluso del proceder de éste quiso hacer teoría política (Las claves de AMLO). Y es que el secretario de Desarrollo Social está metido de lleno en la carrera electoral para ser, por lo menos, candidato a Jefe de Gobierno del Distrito Federal. Lo cual lo coloca ante un triple adversario: los poderes económicos, los partidos políticos, y su propio partido (Quizá por ello López Dóriga atribuye la salida de Martí Batres como parte de un debate interno del Partido de la Revolución Democrática).
A Martí Batres le molesta que López Dóriga haga alusiones a los conflictos del PRD. Con una frase que pretende ser lapidaria (“Joaquín me corre alegando un debate interno de un partido al que no pertenece”) se desbarranca por segunda vez. ¿No podría objetársele lo mismo?, por ejemplo, ¿cómo habla de una derecha intolerante a la que no pertenece?. Para Martí Batres, al parecer, la pertenencia define la comprensión. Lo cual todo lo vuelve necesariamente “exclusivo”.
Así, asido a esta lógica endeble (no perteneces-no comprendes-entonces no opines), saca a relucir currículum. Escribe: “En cambio yo sí soy del PRD y como presidente capitalino del mismo defendí y garanticé el derecho de Marcelo Ebrard a participar en una elección interna de la que querían sacarlo para que ni siquiera pudiera contender. Trabajé intensamente para contribuir en su triunfo en 2006. Soy parte del proyecto de izquierda en la ciudad. En cambio, Joaquín trabajó para otro, y lo sigue haciendo”. El párrafo en su conjunto contrasta con el título mismo de su columna: “Objeciones de la memoria”. Supongo que ésta se trata de “recordar”. Y hasta donde es posible hacerlo, don Marcelo Ebrard no es una persona de izquierda. En aras de un discurso político no habría que olvidar aquella reunión en la que tras perder el registro de su partido en ciernes, Camacho Solís y Marcelo Ebrard llegaron a la conclusión de que era mejor apoderarse del PRD que seguir en el intento fútil de fundar otro partido. Y así lo hicieron. Pero eso no los hizo de izquierda ni a uno ni a otro. Son priistas y son camaleones.
Sin duda Martí Batres es de izquierda (de cierto tipo de izquierda). Una larga tradición familiar se lo exige y sus convicciones son profundas. Pero de allí a concluir que en la ciudad de México hay un proyecto de izquierda existe una distancia considerable. Mucho de lo que se hace en esta ciudad tiene un sesgo cristiano. Pasa en otros lugares del mundo, como en Nicaragua. Es la nueva tendencia de la "izquierda". Por eso es que muchos de los proyectos de esta "izquierda" son cordialmente aceptados por la derecha. Muy pocas cosas que se han hecho en esta ciudad, como lo del aborto, como lo de la recién aprobada ley de adopción para parejas del mismo sexo, son en verdad imposibles de asumir para la derecha. Y tal vez ese sea un signo de izquierda. Pero es muy poco. Y de lo poco que hay de cierto tipo de izquierda, está el secretario de Desarrollo Social, que no obstante, tampoco ha podido sacudirse todas las inercias de una tradición política corporativa que impera en nuestro país.
Pero los decires de Joaquín van más allá. Llegan hasta los oídos del Jefe de Gobierno. Éste tarde o temprano habrá de enfrentarse a López Obrador por la candidatura y los acomodos dentro del Distrito Federal de la “izquierda electoral”. Algo le están diciendo los poderes económicos al Jefe de Gobierno. Probablemente que le ven con más simpatía que a López Obrador. Seguramente que prefieren a alguien de su gente en la jefatura de gobierno que a alguien cercano al tabasqueño. Se trata de mensajes políticos, no de ataques a políticas sociales de un gobierno de dudosa tendencia de izquierda. Y muy en el fondo Martí Batres lo sabe. De otra manera su alusión al importantísimo papel que jugó como presidente del PRD-DF para que Marcelo Ebrard fuese candidato, y por consiguiente, Jefe de Gobierno, sería una mera “chiripa”, inconcebible para un político que aspira a los puestos más altos de la ciudad y de la república. Como quien no quiere la cosa, el actual secretario le recuerda al Jefe de Gobierno ciertas deudas. Esperemos que al menos lo haya hecho concientemente.
No aspiro a que los políticos sean más de lo que actualmente son. He perdido toda esperanza de ello. Sin embargo, a nadie se le exige someterse a lo que ellos son. Por eso me parece importante opinar en este espacio. Lo hago sin miramiento ni simpatías (aunque las tengo).