lunes, septiembre 21, 2009

El viento golpea mi cuerpo. No obstante estar bien abrigado ráfagas pequeñas se cuelan por diversas partes de mi ropa; una mano fría me acaricia a momentos, provocándome escalofríos. Pienso en el símil que existe con esa caricia de muerto que es el dolor tentándonos el alma.

Los autos llevan cerradas las ventanas. Mientras espero el siga observo a los conductores. Cada quien su mundo. En la esquina dos mudos platican. Utilizan ese lenguaje que siempre me ha fascinado pero que desconozco.

Al verlos entiendo la virtud implícita en su decir: se tienen que mirar al hablar. Es decir, poseen la certeza de que allí está el otro, de que hay receptor para el mensaje. Pareciera que no hay lugar entre ellos para el soliloquio. ¿Por qué no siento así cuando hablo contigo?

Súbitamente me veo rodeado de fantasmas. Poco hay que decirles. De mi boca, de mis manos, ya casi no salen palabras. Por lo visto tu elección del silencio redunda en esta permanente huida de mis palabras. Y las únicas que quedan son aquellas que dicen:

Hey you, out there in the cold
Getting lonely, getting old
Can you feel me?

Hey you, standing in the aisles
With itchy feet and fading smiles
Can you feel me?