lunes, septiembre 28, 2009

Carta a "Juanito"

Muy a su pesar, señor “Juanito”, representa usted el paso del ser ocurrente al personaje político. Sólo una ceguera muy acentuada puede hacerle ver este tránsito como resultado de mérito propio. Antes de doña Clara Brugada y don Andrés Manuel López Obrador usted no era otra cosa que un ciudadano entusiasta, cuyos tinos, e incluso desatinos, podían y debían ser vistos con simpatía. Pero desde junio, desde que usted apareció al lado de la doña y el don, pasó a formar parte de los “estelares” de la clase política. Y allí, las simpatías y rencores crecen de manera exponencial, señor “Juanito”.

A mí, señor “Juanito”, su historia me divierte mucho. A diferencia de lo que piensan algunos, digamos demasiados, a usted no le atribuyo responsabilidad alguna en la debacle que vive la democracia formal de nuestro país. Usted señor “Juanito” es tan sólo un personaje de circunstancias, ciertamente pésimas pero innegables.

Si algún signo hay que atribuirle a usted como personaje político, el único relevante es ser hijo de don y ser ahijado de doña. Y es que este don, señor Juanito, le da por sobreestimarse: se entiende a sí mismo tan poderoso que supone, de manera muy gratuita, que sin un puesto político importante puede controlar y someter a “personajes políticos” que cualquier meditación serena indicaría no apoyar ni impulsar: por ejemplo el actual gobernador de Chiapas; por ejemplo, los políticos salinistas hoy encumbrados gracias a su apoyo y decisión; por ejemplo, el Lázaro de ligas desaparecidas; por ejemplo, usted.

Esa misma meditación serena, con el tiempo, indicará cuánto debemos a ese don el retorno del PRI y el secuestro de la izquierda, que si bien antes languidecía en interminables debates internos, hoy como concepto ha perdido toda cualidad, por no hablar ya de credibilidad si de posturas políticas se trata. Allí está ese otro producto del don para probar lo que le digo: el carnal Marcelo. Los que hoy son de izquierda se pelaron al monte, porque entre derechas y dones, entre caciquies y doñas, no les dejaron espacio o bandera con qué actuar (lo cual también indica una responsabilidad interna, pero no se apure, sobre eso ya hay mucha discusión, aunque seguramente desconocida para usted y otros como usted).

Lo más curioso, señor “Juanito”, es cómo la idea del “enroque” prevalece entre la clase política: ponte tú para salir elegido yo. A mí la democracia formal me importa un comino señor “Juanito”. Hasta hoy la había considerado simplemente como un endeble salvavidas para no ahogarse entre fascismos y autoritarismos de toda clase. Pero como están las cosas, al parecer, ella misma desfallece ante los embates de las “enrocadas” (perdóneme señor “Juanito” que invente palabras, pero bueno, sé bien que quien admira a Rambo en combinación con Karate Kid me puede perdonar estas ligerezas), y ya sólo es un salvavidas “ponchado”, que se desinfla a paso apresurado.

Mírese usted, señor “Juanito”: anda ya naufragando, y por más orillas que busca no deja de ser usted un títere de fuerzas que le trascienden: que si el PAN, que si el PRI, que si los Chuchos, que si el don, quien declaró haberse ocupado de usted para salvar al PT de una embestida “oscura”. La democracia formal no aparece por ningún lado: sólo escuchamos su chiflido moribundo que usted, señor “Juanito”, adorna con bandas en la cabeza, partidos de futbol, y expresiones coloquiales. Por supuesto, usted no es el único que lo hace. Pero por desgracia para todos los que se dan cuenta de esto, usted es hoy el más notorio. Los demás, que andan en traje y utilizan una verborrea anquilosada para explicar cómo joder más a los pobres y a los otros, andan felices de que usted sea el que siempre sale en la foto del velorio de la democracia formal.

En fin, “señor “Juanito”, veremos pronto los nuevos episodios de este show que no es gratuito. No me malinterprete usted. No es “gratuito” porque está en juego el financiamiento de muchos movimientos del don y la doña. Y como usted sabe bien, cuando hay dinero de por medio, las cosas se pueden poner feas. Hace bien en ponerse a resguardo de las oficinas delegaciones que son escenario de telenovela.