–De tierra eres, y además, cardinal –dijo la maga, después haberme echado las cartas y visto con detenimiento las palmas de mis manos–. No eres de los que sueñan –continuó tras breve pausa–, pero sí de los que caminan. Sabes claramente cuál es tu punto de partida y el de llegada. Por eso te da igual si caminas en línea recta o curva –concluyó.
Yo guardé silencio. Me dieron ganas de decirle que estaba equivocada. Y es que no lo supo, pero allí estás tú, que eres de agua. Eres esa fuente permanente en la que yo me vuelvo barro. En ti toda certeza terrestre se inunda, se ahoga; y es que sueles ser lluvia, otras huracán, las más de las veces ciclón. En ti y dentro de ti no hay referencia cardinal que valga, de la cual pueda asirme; en ti y dentro de ti floto, diluyéndome un poco más cada vez para renacer con la figura que tú imaginas, que me otorgas. Una figura que de momento no deja de mi otra cosa que un suspiro y una ligera añoranza de aquel ser de tierra y cardinal que fallidamente describió la bruja por unas cuantas monedas.