Con respecto a la decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, afirma López Orador: “voy a decir por ahora una sola cosa: ese tribunal electoral está controlado por la mafia de la política. Eso es lo único que voy a decir”. La declaración, con todo lo cierta que pueda ser, suena a berrinche, a enojo, a molestia. Lo que AMLO tendría que explicar es por qué una decisión justa tendría, necesariamente, que favorecer a Encinas. Porque el problema es que precisamente por el tono de su declaración, pareciera que justicia es equivalente a la venia del susodicho. Lo cual es lo que supone se halla en el fondo de aquella mafia que tanto combate: que toman decisiones acorde con su voluntad e interés particular.
Pero si esto es así, y si la raíz de una mafia está en tomar decisiones sin otra consideración que el interés particular, entonces habría que convenir que tanto en el “no” como la “oposición” también hay mafias. Y que AMLO es el capo de una de ellas. Pareciese que la oposición, real y verdadera, únicamente se halla de su lado, y que aquellas que dicen serlo pero que marcan distancia de sus planteamientos, tan sólo son comparsas de la “mafia de la política”.
Con esto no quiero decir que Nueva Izquierda, encabezada por los chuchos, sean oposición alguna. El pragmatismo e instinto acomodaticio de esta corriente perredista son proverbiales. Echaron mano a todo para quedarse con el partido. Actuaron efectivamente como una mafia, cuyo proceder, hay que decirlo, tampoco está ausente en las filas lopezobradoristas. Son en buena medida una pésima calca de la derecha. En el fondo, lo que sucede al interior del PRD puede ser visto como una disputa de mafias en torno a un tema redituable (por incorporable y económicamente compensatorio): la oposición.
Queda por ver si efectivamente AMLO fundará su nuevo partido. La reaparición de Bejarano con su movimiento nacional por la esperanza es un indicio claro, aunque es un pésimo augurio de las bases con las que contará el nuevo partido. Ciertamente en todas las corrientes, como en todos los partidos políticos, hay gente que importa, luchadora, honesta, convencida. Sin embargo, esas personas, no son regla ni toman decisiones dentro de las mafias de cualquier índole. Al contrario, languidecen en la terrible decisión de tener optar, siempre, por lo menos “pior”.