domingo, febrero 03, 2008

Pieza de museo (Tercera parte)


Centro del mundo
De estos secretos el del hombre como centro del mundo es el más interesante. Se trata de un antropocentrismo que es posible ver como una pretensión exagerada inexistente en épocas anteriores. No obstante, si resulta familiar, es porque se trata de un aspecto propio del pensamiento moderno. Este antropocentrismo se encuentra ya en un texto que precede en más de 300 años a las ideas expresadas por Paine: Discurso sobre la dignidad del hombre de Giovanni Pico della Mirandola.

Pico della Mirandola (1463-1494) fue un clásico erudito italiano renacentista que desde los 14 años estudió teología, filosofía, griego, latín, hebreo, árabe y sirio. En su vida tuvo contacto estrecho con gente que marcó el rumbo de la vida italiana como Girolamo Savonarola, aquel monje dominico que caló hondo con sus hogueras de vanidad y sus radicales críticas al lujo, el beneficio personal, y la depravación de los poderosos y la Iglesia, y Marsilio Ficino, el filósofo florentino que hizo renacer el neoplatonismo. Uno fue su confesor; el otro su mentor y amigo.

Pese a toda su erudición, Pico della Mirandola fue víctima de una mala jugada del destino: un impostor le vendió 60 escritos hebreos supuestamente pertenecientes a Esdras que contenían los secretos de la naturaleza y la religión. Estudió la cábala e intentó lo imposible: conciliar la filosofía y la religión de todas partes del mundo. Con esta convicción invitó a eruditos europeos a un debate público en Roma en el que, a sus 23 años, habría de dar a conocer 900 tesis que conciliaban e integraban, según su parecer, el saber griego, hebreo, árabe y latino. Como exordio a este debate ofreció el Discurso sobre la dignidad del hombre (1486).

El desenlace de su audacia no fue halagador. El papa Inocencio VIII lo condenó, por lo que Pico tuvo que huir a París, donde pese a todo fue apresado y encarcelado por un año. Después, Lorenzo de Medici lo invitó a Florencia y como su protegido Pico pudo dedicarse a recorrer bibliotecas y estudiar. Gracias a esta protección, el papa Alejandro VI lo absolvió de la acusación de herejía a la que se había hecho acreedor en 1486.

Recurrir a Pico della Mirándola resulta útil por su modo de concebir al hombre. En su discurso, el erudito italiano dijo coincidir con quien sostuvo antes que él que lo más grande del mundo es el hombre. Sin embargo, difería de todos por los motivos que hallaba para considerarlo así. Escribió Pico:

"Pero, finalmente, me parece haber comprendido por qué es el hombre el más afortunado de todos los seres animados y digno, por lo tanto, de toda admiración; comprendí en qué consiste la suerte que le ha tocado en el orden universal, no sólo envidiable para las bestias, sino para los astros y los espíritus ultramundanos".

Según el filósofo italiano, cuando Dios culminó la creación del mundo y del universo, deseó que alguien “comprendiera la razón de una obra tan grande, amara su belleza y admirara la vastedad inmensa”. Entonces pensó en el hombre. No obstante, existía un problema: “Todo –escribió Mirandola– estaba distribuido y lleno en los sumos, en los medios y en los ínfimos grados”. La solución de Dios a este problema colocó al ser humano, desde su creación, en una condición excepcional, única:

"Estableció por lo tanto el óptimo artífice [Dios] que aquel a quien no podía dotar de nada propio le fuese común todo cuanto le había sido dado separadamente a los otros. Tomó por consiguiente al hombre así construido, obra de naturaleza indefinida, y habiéndolo puesto en el centro del mundo, le habló de esta manera: Oh Adán, no te he dado ni un lugar determinado, ni un aspecto propio, ni una prerrogativa peculiar con el fin de que poseas el lugar, el aspecto y la prerrogativa que concientemente elijas y que de acuerdo con tu intención obtengas y conserves. La naturaleza definida de los otros seres está constreñida por las precisas leyes por mí prescritas. Tú, en cambio, no constreñido por estrechez alguna te la determinarás según el arbitrio a cuyo poder te he consignado. Te he puesto en el centro del mundo para que más cómodamente observes cuanto en él existe. No te he hecho ni celeste ni terreno, ni mortal ni inmortal, con el fin de que tú, como árbitro y soberano artífice de ti mismo, te informases y plasmases en la obra que prefirieses. Podrás degenerar en los seres inferiores que son las bestias, podrás regenerarte, según tu ánimo, en las realidades superiores que son divinas".

La visión que sobre el hombre poseía Mirandola es totalmente afirmativa e incluso militante: el hombre es pura voluntad creativa, ya que puede darse a sí mismo el lugar, el aspecto y la prerrogativa que elija de manera conciente. Mas lo importante es que este acto creativo se da sin necesidad de atenerse a ninguna determinación, es decir, la naturaleza humana es una creación ex nihilo, dada su indefinición originaria. El hombre es, como dice Mirandola, árbitro y soberano artífice de sí mismo.

Sin duda, en este texto se encuentra ya definido el antropocentrismo que resulta central para el pensamiento moderno y que, como se ha visto, se halla en el núcleo mismo de la idea y el mito de la revolución. Por eso, no es mera coincidencia encontrar tanto en Pico como en Paine alusión a la regeneración del hombre. Concepto éste por cierto que sirvió de título para un periódico que, dirigido por los hermanos Flores Magón –Jesús, Enrique y Ricardo–, abogaría por una revolución en México desde 1900.