Hoy, en el vestidor de hombres del club donde practico natación, imperaba el silencio. Fue sorprendente, pues allí lo habitual es el bullicio, el albur, las consultas informales a médicos, abogados, contadores, mecánicos, los comentarios soeces en torno a tal o cual mujer –siempre y cuando no sea la esposa de alguno de los allí presentes–, la descripción de los malestares de la vejez o de las lesiones derivadas de supuestas proezas deportivas. Hoy no hubo chistes ni carcajadas; tan sólo esporádicos comentarios sobre el partido de la selección mexicana el domingo pasado. El silencio y el desánimo, cual si se tratara de un velorio de mucha congoja, podía cortarse con un cuchillo, como se dice de ambientes densos.
En ese mismo vestidor, hace meses, se discutió con vehemencia la designación de El Piojo como entrenador así como la muy oportuna y sabia decisión de convertir el equipo de fútbol de la selección mexicana en una sucursal del América, equipo al que una amplia mayoría de los asistentes al club son aficionados. “Nosotros –dijo un fan de ese equipo en aquel entonces– sí sabemos de lo que se trata el fútbol; nosotros somos México y les vamos a demostrar que podemos llegar muy lejos en el mundial”. La afirmación se me quedó grabada en la memoria por las implicaciones de esa identificación: México es la Selección Mexicana que es el América que es Televisa. No es que me sorprenda esta identificación; no es algo nuevo en nuestro país. Lo que particularmente me llamó la atención es que estos procedimientos de reducción a lo absurdo solían ser propios del gobierno mexicano, pero no de empresa alguna. Formaban parte de las estrategias nacionalistas del gobierno mexicano, no de las empresas. La promoción del consumo de productos mexicanos, por ejemplo, con leyendas tan legendarias como “Lo hecho en México está bien hecho”, era algo orquestado desde el gobierno que, no cabe duda, beneficiaba a las empresas, algunas de ellas ciertamente en manos del Estado mexicano. Así solía ser hasta hace muy poco tiempo. Pero ahora, las empresas, a través de múltiples estrategias de consumo, secuestran esa identificación para su propio beneficio. México es de Televisa, no Televisa de México. México es de Telcel, no Telcel de México. México es de Televisión Azteca, no Televisión Azteca de México. México es de Bimbo, no Bimbo de México. En esto las empresas tuvieron un gran maestro, el PRI, y ahora parecen querer superar a su mentor. Con cierta eficiencia y éxito, hay que reconocer.
Por esta misma razón, cabe preguntarse si el silencio sepulcral del vestidor no tiene también sus efectos lúgubres en otras instancias. Por supuesto, el sueño del mundial reportó enormes ganancias a las empresas mexicanas. Pero si previo a la derrota de la selección mexicana uno se daba su vuelta por ejemplo por Sears, lo que encontraba era una apuesta empresarial por ganar más dinero en virtud de exacerbar el nacionalismo de la selección-sucursal-del-América-que-es-un-activo-de-Televisa. Descuentos, puntos, beneficios por cada gol que la selección metiera en el día en que jugaba. Aunque la derrota de la sucursal del América no significó pérdida alguna, sí supuso una ganancia menor a la esperada para, por ejemplo, Carlos Slim y Azcárraga y Salinas Pliego y etcétera. Lo mismo puede decirse sucedió en otros ámbitos, como el del poder político.
En este ámbito es en el que quizá haya más tristeza, porque el lapso temporal de la ilusión nacional no fue suficiente para cumplir con las expectativas del capital en cuanto a reformas estructurales se refiere. Se requería más tiempo y menos presión. En esto sí, la selección-sucursal-del-América-que-es-un-activo-de-Televisa cometió un craso error. Ignoro si El Piojo sepa esto, pero sus declaraciones tras la derrota parecen indicar que si no lo sabe por lo menos lo intuye. Aunque, al parecer, los estrategas de Los Pinos y de quienes los comandan desde los intereses propios de el capital, habían previsto la debacle. Para contrarrestarla, lanzaron a la primera dama y a su hija en portada de una revista de moda, propiedad de Televisa, con poses que han llamado mucho la atención y que incluso, fuera del país, han sido criticadas severamente. Lo que esas críticas parecen no entender es lo que hay detrás de todo esto. Porque, efectivamente, desde el solo punto de vista de la conveniencia de la investidura de una primera dama, la cosa es absurda; sin embargo, aquí ese punto de vista es lo de menos: a la actriz se la usa como parte de una estrategia política que pese a sus esfuerzos no puede ocultar sus persistente premura. Y es aquí donde aparece la pregunta clave: ¿por qué tanta premura, casi rayana en la desesperación, en las reformas estructurales?
Se puede sostener que es un asunto de “timing político”. Pero justo es reconocer que cuando el Pacto por México se vino abajo, el momento pasó de largo. Se les fue de las manos. El mundial con los sueños de la selección-sucursal-del-América-que-es-un-activo-de-Televisa ofreció la posibilidad de un respiro, que pronto se acabó. Tal vez sea que la premura venga de otro lado. Si se atiende lo que circula en las redes sociales, y si se observa con cuidado las fotografías del titular del poder ejecutivo, parece que no goza de buena salud. Los comentarios entre médicos especialistas parecen coincidir en que presenta el aspecto de alguien sumamente enfermo. ¿Será esta la razón de la premura en las reformas estructurales? ¿Será por esto que se usa todo, lo mismo la selección-sucursal-del-América-que-es-un-activo-de-Televisa que a la-primera-dama-que-es-actriz-que-con-su-hija-se-vuelve-modelo-de-una-revista-de-modas-que-es-un-activo-de-Televisa? ¿Será por esto que con gran celeridad encarcelan a Mireles, el líder fundador de las autodefensas con un cúmulo de contradicciones y agravantes que hacen pensar que intentan provocar con este hecho lo mismo que hicieron con selección-sucursal-del-América-que-es-un-activo-de-Televisa y con la-primera-dama-que-es-actriz-que-con-su-hija-se-vuelve-modelo-de-una-revista-de-modas-que-es-un-activo-de-Televisa? Desde esta perspectiva, la premura de las reformas estructurales no viene de ellas sino de otro lado, más grave en tanto que de eso no dice absolutamente nada: de lo que unas fotos parecen decir a gritos y los medios parecen callar cada vez con menos eficacia.