–¿No te parece pedir demasiado? –me preguntó–. Si yo no me conozco a mí mismo, ¿cómo habrían de hacerlo los demás?, ¿tú, ella, él?
–Pero ¿no dice Sócrates que hay que conocerse a uno mismo? –respondí en tono de provocación.
–Sócrates era un loco. Su afán inquisitorial me enerva –me dijo en ese tono indefinible que le conozco tan bien.
Desde ese día me pongo a pensar en eso del “conócete a ti mismo”. Confieso que no he llegado a punto alguno, pero no deja de ser hilarante imaginarme a Sócrates como inquisidor, sacando información valiosa de quien siguiendo su máxima acudía a él en búsqueda de consejo. No he llegado al punto de imaginármelo torturando al prójimo, pero sí como un incisivo chismoso que de la información ajena obtenía la satisfacción de una obsesión. Y aunque todo esto sea un disparate, no me queda otro remedio que agradecer a aquel filósofo al que tanto le enerva el afán socrático las carcajadas que me provoca el poder intercambiarle túnicas a mi querido Sócrates gracias a su decir.
Dice Tabucchi: los libros de viaje "poseen la virtud de ofrecer un doquier teórico y plausible a nuestro donde imprescindible y rotundo". Hay muchos tipos de viajes: los internos, los externos, los marginales. Este blog quiere llenarse de estos viajes, e invita a que otros sean también, con sus viajes, un doquier para mi donde.
sábado, abril 24, 2010
lunes, abril 05, 2010
De ocasión
La semana santa termina. Y con ella todas esas exhortaciones inverosímiles que escuché en el radio y en la televisión. Estupefacto me dejaron los que desde micrófonos y pantallas dijeron que era una semana para reflexionar. ¿Reflexionar qué? me preguntaba, esperando que acto seguido a su exhorto lo hicieran. Pero cómodamente instalados en la trinchera del común decir ignoraron sus propias conminaciones. No escuché una sola reflexión sobre la semana santa, ni siquiera sobre la idea del sacrificio por los “pecados del hombre”. Vaya, nada, absolutamente nada. Mucho menos sobre el país o sobre los problemas que aquejan a millones de seres humanos como el hambre, la enfermedad, la rapacidad. Nada. El exhorto no tuvo eco. Pese a esto, lo que más me desconcierta es lo que en la frasesita común está implícito: la reflexión es un asunto de ocasión, por lo menos en la proclama. Se ve entonces por qué estamos donde estamos...
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